Revista Arte
En la película Nixon, realizada por el director norteamericano Oliver Stone en 1995, el personaje protagonista -interpretado por el genial Anthony Hopkins- recorre los pasillos de la Casa Blanca mientras reflexiona, alicaído, sobre los díficiles momentos que le toca vivir. De pronto, mira un retrato colgado en la pared de su antecesor Kennedy, y le dice: cuando el pueblo americano te mira, ve lo que quisiera ser, cuando me mira a mí, ve lo que es. La diferencia -y en el Arte es motivo fundamental de distinción de una obra maestra- entre la genialidad y la mediocridad es, a veces, mínima, como los genomas de lo humano y lo simio, pero ese escaso y pequeño matiz hace que todo sea absolutamente diferente.
La bailarina norteamericana Marie van Schaack (1918-1999), más conocida como Lili St.Cyr, comprendió pronto que como artista de espectáculos en clubs de "streeptease" ganaba mucho más que como corista en películas de bajo presupuesto. Aun así consiguió, gracias a un físico extraordinario -muy bella, rubia y altísima- obtener papeles en algunas películas de Hollywood de escaso perfil en los años cincuenta. Una de ellas fue El hijo de Simbad, producción del inefable Howard Hughes de 1955. Otra importante fue Los desnudos y los muertos, de 1958, basada en la novela del escritor americano Norman Mailer del mismo título, en donde interpretaba a una bailarina de un club nocturno. No consiguió triunfar en el cine y su vida artística fue terminando poco a poco hasta acabar dedicada a los negocios de ropa íntima y sugestiva. Todo un alarde, sin embargo, de inteligencia práctica y adaptativa. Terminó sus días en Los Ángeles a la edad de ochenta y un años, desconocida, con sus gatos y feliz.
Para Marilyn Monroe (1926-1962) Lili St.Cyr fue un modelo a seguir. Según cuentan sus biógrafos, la bailarina picante representó para Marilyn un ejemplo en la manera de vestir, de hablar, de comportarse, de moverse, hasta convertirse así en una diosa sexual. Norma Jeane Baker, su verdadero nombre, fue una chica tímida, insegura, de pelo castaño, voz aflautada y estridente, la cual nunca pudo -por fortuna para el cine- evitar su personalidad frágil y su sensibilidad casi infantil dentro de esa imagen de mujer exuberante y sensual. Eso que la diferenciaba de St.Cyr es lo que el cine obtuvo, a cambio, de ella. La sensibilidad y vulnerabilidad de sus personajes -y de ella misma- la llevó a triunfar y, al mismo tiempo, la llevó a su cruel y fatal destino. Falleció a los treinta y seis años, en su casa de Brentwood, California, sola, infeliz y deprimida; de ese modo, sin embargo, pasó así, casi desamparada, a llegar a ser todo un extraordinario mito.
(Fotografía de Lili St. Cyr en una actuación atrevida con un loro, 1949; Fotografía de St. Cyr en su estudio, 1955; Fotografías de Lili St. Cyr como bailarina de "Streeptease", 1950; Fotografía de Marilyn Monroe, 1957; Fotografía de Marilyn en el Actor's Studio, 1950; Fotografía de la joven Norma Jeane Baker, 1947; Fotografía de Marilyn Monroe; Fotograma de una película de George Cukor, en 1962; Fotografía de Marilyn en el jardín de su casa, 1961.)
Vídeo de Lili St.Cyr; Vídeo de El Hijo de Simbad, bailando St. Cyr; Vídeo de Marilyn Monroe.
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