Lugar: Teatro Circo Price. Madrid
Fecha: 10 de noviembre de 2013
Asistencia: 1.700 personas
Artistas Invitados: -
Precio: 30 euros
Setlist: Cuando llegue el fin, Nada, No dejaría (de quererte), Siempre (al abandonarnos), Como dioses pequeños, Rosas en agua, A tientas, Rozando la eternidad, A tu lado, Lobos, Los días buenos, La Herida, El Duelo, Una Calle de París, La Casa Azul, No puedo evitar (pensar en ti), No debes marchar, La última canción, Rosa Gris, Entre salitre y sudor, Palabras sin Nombre, En Algún Lugar, Llora Guitarra (Plora Guitarra), La Barra de este Hotel, Cien Gaviotas, Jardín de Rosas, Esos ojos negros, Mundo de Cristal.
Hay abrazos que salvan vidas
¿Sabes esos días que necesitas un abrazo? Esos días fríos, vacíos y tediosos en los que revisas la agenda de tu teléfono en busca de un nombre que, sin saberlo, se encargue de sacarte de la postración y el decaimiento. Esos días en los que revisas una y otra vez tu colección de música en busca de la canción que te encienda y te reconforte. Esos días de fatiga en el más amplio significado del término en lo que te sientes inevitablemente indefenso.
Esos malditos días (casi) siempre terminan evaporándose y, en ocasiones, convirtiéndose en algo portentoso si se dan las circunstancias adecuadas. Un concierto de Duncan Dhu, con el dúo Mikel Erentxun y Diego Vasallo reunificado después de doce años, puede ser perfectamente el detonante que saque a un frío domingo de noviembre de la maldita mediocridad para convertirlo en algo digno de recordar.
El milagro se produce gracias a una concatenación de canciones interpretadas con elegancia, sofisticación, sensibilidad, emotividad, delicadeza y ternura, dando como resultado un concierto básicamente bonito. Muy bonito. Con un público talludito civilizadamente descontrolado y disfrutando en colectividad pero en privado de unas composiciones a las que cada cual otorga inconscientemente su propio sentido.
Suenan 'Cuando llegue el fin', 'Nada', 'No dejaría (de quererte)', 'Siempre (al abandonarnos)', 'Como dioses pequeños', 'Rosas en agua' y 'A tientas', confirmándose que Duncan Dhu quieren reivindicarse como grupo con presente (ahí está su reciente EP 'El Duelo) y que de alguna manera huye del baño de masas que un revolcón de nostalgia podría provocar por la vía rápida.
La banda suena arenosa, fronteriza, entre folk y country, sin perder el poder de los estribillos pop que les han hecho así de relevantes en la historia de la música en castellano. Las canciones se presentan ligeramente remozadas y adaptadas al nuevo aire que sopla en el seno de Duncan Dhu, aunque siguen siendo perfectamente reconocibles (tampoco es plan de ponerse en modo Bob Dylan). Es turno para 'Rozando la eternidad' y ahí sí se provoca el primer momento de desbordante euforia, con piel de gallina y no pocos nudos en la garganta imposibles de disimular.
'A tu lado' reconfirma que el tono de la velada es por ahora básicamente melancólico, algo que se desata cuando Diego Vasallo entona al micrófono 'Lobos' ("hay canciones muertas en la calle") y 'Los días buenos' (que son "cortinas de humo, como imaginaba"). Diego, por cierto, aparentemente cómodo en su papel de tímido geniecillo maldito y torturado, sin apenas voz, pero con un evidente magnetismo oscuro que es el perfecto contrapunto para ese Mikel ídolo del pop maduro en perfecto estado de forma y con mecha para rato.
La noche prosigue su cómo camino ganador acercándose al clímax esperado por todos. Van cayendo 'Una calle de París' y 'La Casa Azul' y 'No puedo evitar (pensar en ti)' (transformada en un sentido blues) y 'Entre salitre y sudor' (con banjo, ya quisieran Mumford & Sons) y 'Palabras sin Nombre' y 'En algún lugar' y el público, a su vez, va cayendo rendido con la facilidad esperada ante uno de los repertorios más infalibles de la música popular española de las últimas décadas.
En las gradas ya nadie se sienta, a pesar de que, las cosas como son, buena parte del público está ya de vuelta de todo en la vida, por decirlo de alguna manera. Pero esta es una de esas veladas señalas en el calendario, y como nada puede salir mal, nada va a salir mal. De hecho, es que nada puede salir mal con cerca de 2.000 personas rebosando sincera alegría. La música ha surtido efecto, sin duda, como ese gran abrazo reparador que salva vidas.
'La Barra de este Hotel', 'Cien Gaviotas', 'Jardín de Rosas', 'Esos ojos negros' y 'Mundo de Cristal' finiquitan un recital de dos horas con el que buena parte del público finalmente pudo cumplir esa vieja aspiración de ver a Duncan Dhu en directo. Yo personalmente siempre quise verles y la experiencia resultó tan emocionante como necesariamente tenía que ser. No en vano, aunque no lo parezca, sigo siendo aquel chiquillo de diez años que compró una de sus cintas en una gasolinera cualquiera con algo de dinerito ahorrado a finales de los ochenta.
Es imposible luchar contra el poder evocador de las canciones que han marcado la vida de cada uno, de la misma manera que es imposible cantar lo que uno quisiera cuando sientes dentro un nudo que te aprieta y te aconseja mantenerte en silencio. Estás feliz pero al mismo tiempo te invade la morriña del imparable paso del tiempo, de manera que te gustaría que la noche terminara con tu mamá y tu papá arropándote en la cama y quitándote los auriculares que suenan mientras tu te has quedado dormido escuchando por enésima vez la dichosa cinta de la gasolinera. Ay, qué mayores somos, cómo nos emocionamos y qué bien lo pasamos sintiéndonos así de vivos. Inmortales casi.