Ed Wood es un joven director de cine, un visionario sin ninguna formación académica, aficionado a vestirse de mujer y con muy pocas oportunidades de hacer películas en un gran estudio. Sin embargo no ceja en su empeño de convertirse en un director famoso. Tras reunir a un curioso grupo de personajes, realiza películas de bajo presupuesto, excéntricas y no muy cuidadas técnicamente.
De lo primero que uno se da cuenta, sin embargo, es que no se trata de un biopic al uso, ni se exalta la figura retratada ni se pone una fuerte distancia frente a ella. Tim Burton hace algo distinto con el personaje de Ed Wood.
En primer lugar, no hace un retrato lineal de toda su vida. Se centra en un período muy concreto de la misma, un espacio de unos 5 – 6 años en la carrera de Edward D. Wood Jr., y más concretamente la etapa en la que conoce y trabaja con Bela Lugosi.
He aquí, en este punto, donde encontramos realmente el fondo de la cinta de Burton. El tema del que se habla en la película. El discurso que se nos propone es el de cómo reaccionaría cualquiera al conocer al héroe de su infancia y llega a trabajar con él. Asunto que además tiene cierto paralelismo con el propio director, pues vivió algo similar al conocer y poder trabajar con el genial Vincent Price (en el cortometraje Vincent y posteriormente en Eduardo Manostijeras), quien moriría poco después.
Así, la relación que se da entre Ed Wood y Bela Lugosi viene a ser una suerte de reflejo entre lo vivido entre Tim Burton y Vincent Price. Ambos crecieron admirando a estas míticas figuras del cine a los que conocieron en su etapa crepuscular y firmaron sus últimos trabajos frente a la pantalla.
El segundo punto que deja claro que no estamos ante la típica biografía llevada al cine, es que no se relata únicamente la vida de Edward Wood, la película, al mismo tiempo, nos está narrando los últimos años del actor húngaro. A través de la ya mencionada relación de amistad (casi paterno – filial) que surge entre Wood y Lugosi, se nos está haciendo una representación de la vida de ambos personajes: sus sueños, miedos, obsesiones…
El tercer aspecto a destacar al referirnos a la peculiar forma de Tim Burton de retratar la biografía de Ed Wood está en algo que ya apuntamos al inicio: el no encumbrar ni mostrar de forma aséptica al personaje. Lo normal en un biopic es seguir uno de estos dos caminos; mientras que en Ed Wood se nos presenta a un hombre muy trabajador y que le pone mucho empeño a las cosas, pero que no tiene talento alguno. Vemos a un director de cine bastante malo – a ratos patético –, pero del que al final nos encariñamos.
Esto se debe al respeto que tanto el director como los guionistas (junto al resto del equipo) sienten hacia ese grupo de personajes. Lo fácil y obvio habría sido dejarles en ridículo en cualquiera de sus desventuras. Sin embargo, la película se sitúa buscando el equilibrio: muestra esos intentos infructuosos por hacer una gran producción, pero con mucho cariño y honestidad en una suerte de homenaje. Es un film en tono de comedia pero sin caer nunca en ridiculizar a sus protagonistas.
Parte de la fuerza que atesora en concreto el personaje de Ed Wood es la interpretación que hace Johnny Depp del mismo. En el fondo, deja un poco de lado su humanidad para convertirlo en un símbolo. Transmite un optimismo y una confianza en sí mismo desmesurada. A pesar de los tropiezos sigue adelante, creyendo en lo que hace, logrando que la identificación y cariño del público sea máxima.
Ya entrando dentro de lo que es la película en sí, cabe recordar que el guión está escrito a partir de la obra de Harry y Michael Medved que, en 1980, publicaron Golden Turkey Awards, en la que distinguieron a Edward D. Wood Jr. como el peor director de la historia. Al no haber apenas datos biográficos ni libros que se centraran en la figura del director, la historia está trazada a través de los testimonios y visiones de muchos de los que colaboraron con Wood y Lugosi en aquella época.
La presentación que hace Criswell al comienzo del film, saliendo del ataúd, ya apunta en esta dirección. En su intervención interpela directamente a los espectadores diciéndoles que lo que van a ver es la verdadera historia de Ed Wood, contada por sus propios protagonistas. Esto sirve como una prueba de verosimilitud, y predispone al público a confiar en que las imágenes que vendrán a partir de ese momento son una representación de la realidad y no una simple ficción.
A este intento de dar veracidad al filme también se puede sumar el uso del blanco y negro, que, además, ayuda a la contextualización de la película en la década de los cincuenta. Así como el (este sí) ficticio encuentro entre el peor director de la historia y el mejor, Orson Wells, en un momento de sus carreras en el que los dos estaban pasando por un altibajo. Así, Burton hace una irónica comparación entre ambos y las dificultades del primero por sacar adelante su Plan 9 del espacio exterior, y del segundo por hacer lo propio con su visión de Don Quijote.
Y es que la historia de Ed Wood no se narra solamente con lo que vemos en la pantalla o lo que nos cuenta el propio protagonista. Recurriendo a referencias como la de Orson Wells (del que Wood era un gran admirador) descubrimos más cosas sobre el protagonista y su obra. Así, la misma presentación de Criswell, tiene un texto muy similar al del comienzo de Plan 9. Los créditos de la obra de Burton también homenajean a dicha película. E incluso, hay múltiples comentarios de los personajes que nos revelan la rivalidad existente entre los dos maestros del cine de terror: Boris Karloff y Bela Lugosi. El húngaro recuerda durante la escena en la que ha de rodar el ataque del pulpo que por orgullo rechazó el papel de Frankenstein. Papel que fue a parar entonces a Karloff y que le supuso la fama, mientras que Lugosi empezó a caer en el olvido.
A este respecto, la escena en que Bela Lugosi acude a la clínica a rehabilitarse de su adicción a las drogas y llama a los medios para que se hagan eco de ello, es un fiel reflejo de cómo sucedió en realidad.
Por otra parte, hay otras menciones que van más allá de las vidas de los propios personajes. En las conversaciones que mantiene Edward con los productores queda patente el interés de aquella época en Hollywood por la ciencia ficción. La obsesión reinante en los EEUU por la amenaza soviética era exagerada. Cuando Ed rueda Glen o Glenda y va a ver al productor de la Warner a venderle nuevos proyectos, resulta cuanto menos esclarecedora la expresión que pone el productor al oír el título de una de las propuestas: “La novia del átomo”. El miedo a los comunistas y el peligro a una guerra nuclear fueron usados de forma muy recurrente por las majors y las producciones más independientes para vender pelis en la época. Un poco lo que pasa ahora con el cine de catástrofes o en los años previos a la segunda guerra mundial en Alemania con su expresionismo y directores como Murnau o Fritz Lang.
En esta búsqueda de la catarsis del público era muy habitual que en los 50 hubiera numerosas producciones de ciencia ficción tales como El increíble hombre menguante o Ultimátum a la Tierra (cuyo fondo argumental mantiene bastantes similitudes con la posterior Plan 9 del espacio exterior).
Son tantas las lecturas que se pueden sacar de esta película que Ed Wood puede presumir no solamente de ser una biografía diferente, que rompe moldes (tanto por el personaje tratado como por la forma de hacerlo), sino también de ser un verdadero y sincero homenaje al cine.