Decir en estos días que todas las sociedades se dividen en niveles es como decir nada. Todos sabemos que siempre ha habido “clases”. En la Edad Media, sin embargo, estas clases se llamaban “estamentos”.
(Haz clic aquí para saber más sobre los estamentos de la Edad Media)
En los “estamentos” no se entraba porque se tuviera más o menos poder económico. No. Se entraba por derecho de nacimiento: si nacías noble, eras noble; si nacías plebeyo, eras plebeyo. Para siempre. Nada podía cambiar eso. Tú estado en la sociedad era inamovible.
Estos estamentos dividían la sociedad, además, por privilegios. Mientras más alto estabas en la pirámide, más privilegios tenías. El sistema jurídico, la religión y el modelo productivo de la época –el feudalismo- estaban pensados y se articulaban para mantener este sistema fundamentado en la desigualdad.
De estos tres estamentos, en esta entrada hablamos de la nobleza.
Etimología
La historia de la palabra “noble” se remonta al vocablo latino nobilis, que a su vez se emparenta con el verbo nosco, que significa “saber”. De esta manera, ser noble significa “ser conocido” o “ser reconocido”.
Se entiende que, claro está, son conocidos y reconocidos, y por tanto nobles, por su calidad, su virtud y su sangre, por lo que destacan entre los demás hombres y merecen una posición más alta.
La guerra y la tierra
Su rango y estamento permitían a la nobleza ser propietaria de grandes extensiones de tierra. Por supuesto, ellos no la trabajaban: para ello tenían a los campesinos. Estos últimos juraban lealtad a través del vasallaje –puedes leer más sobre esto aquí- y, a cambio de protección militar y entregar la mayoría de sus ganancias, trabajaban las tierras del noble. Estas se ganaban por conquista o eran entregadas por el Rey, y eran transmitidas del padre al hijo mayor.
La idea original de la nobleza fue, sin embargo, la creación de una casta guerrera que proveyera a la Corte con un suministro de armas, caballos y soldados. Es por ello que en muchos casos se les llamaba bellatores –“los que hacen la guerra”-. Se vinculaban al Rey mediante el vasallaje también y, siempre que debían ir a la guerra, ellos debían ser los primeros en tomar las armas y contribuir con el costo económico.
De esta manera, nace el concepto de “caballero medieval”, un hombre de noble cuna con la capacidad económica suficiente como para pagarse el equipo militar -armadura y caballo-, que sirve a su señor sin rechistar y que persigue la virtud.
Privilegios
Al estar en la cúspide de la pirámide de los estamentos –puedes leer más sobre los estamentos aquí-, gozaban de privilegios que nadie más tenía. Además, eran bastante pocos –en algunos casos representaban un 3% de la población total-, por lo que tocaban más dinero a repartirse.
Esto llevó a poder costearse castillos fortificados con murallas y puentes levadizos, vivir con derroche de comida, bebida y posesiones materiales y llevar una vida muy ociosa: la mayoría del tiempo se dedicaban a escribir, cazar, pescar y a batirse en torneos de esgrima.
Destacamos, sin embargo, los siguientes:
- Poseer tierras, lo que incrementaba su poder político y económico.
- Ser juzgados por tribunales de la Corte, lo que provocaba gran corrupción judicial.
- No pagar impuestos, solo el coste de la guerra cuando era necesario.
- Tener su propio ejército.
- Ocupar lugares de honor en ceremonias y actos oficiales.