Revista Deportes

Ego - Id

Publicado el 20 mayo 2013 por D10
Voy a hablar de mi gusto ya que hablar de uno mismo es tan placentero como masturbarse. 

Como buen froteurista, me gusta el fútbol de toque intrascendente, donde si el rival no presiona, el dos se la da al seis y el seis al dos tantas veces como fuese posible, donde el riesgo se reduce, donde la pelota es más importante que el gol cuya aparición estará sujeta dos o tres llegadas por partido (muuuy elaboradas, casi de forma irritante), donde se retrocede recuperando espacios, y donde la energía libidinal (en el sentido Junguiano) del equipo se redistribuye de manera equitativa, una entropía futbolística. 

No me gustan los equipos eyaculadores precoces, que por baja tolerancia a las frustraciones necesitan de un error que oculta el error anterior. Así coleccionan frustraciones pero no saben qué obtener de ellas. Menos me gustan los equipos masoquistas que se someten al error del rival, que dependen de cuán eficaces fuesen los contrarios para terminar cero a cero. 

Analizar el juego de un equipo conforme al gusto personal es un error porque nunca veríamos jugar bien a un equipo cuyo estilo es contrario al que preferimos. Me parece advertir que los analistas del fútbol argentino habiendo reconocido esta idea, han empezado a tolerarse mejor, lo que resulta muy agradable ya que al menos podrán aceptar el disenso. O tal vez han decidido restarle importancia al duelo ideológico, y resulta en lo que siempre resulta cuando no se asignan niveles superlativos de importancia a las cosas: No hay enojo ni censura ni dificultades para aceptar al que piensa diferente. Así se puede construir algo mejor. O tal vez es una expresión de deseo. 

Es cierto que no faltan quienes han renunciado a la vida, y con tal de no hacer el mínimo esfuerzo por salir de burros, saborean la mierda creyendo que están comiendo alfajor. Yo los entiendo, y me desvivo por alcanzar un grado de locuacidad tal que los convenciera de que el camino del aprendizaje es mejor que el ataúd, pero fracaso. Y cada fracaso me recuerda que tengo que aprender a hacer mejor las cosas. Es lo poquito de lo que uno puede jactarse.  

Ahhh Yeah!

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