Revista Diario

Ejercitando memoria: 20 de diciembre 2001

Por Julianotal @mundopario
Ejercitando memoria: 20 de diciembre 2001¿Cuántas veces, en su historia de 200 años, la Argentina se desgarró en pedazos? ¿Cuántas veces cayó, se levantó temblorosa, volvió a caer, más débil de alma, más de rodillas en la penumbra? ¿Cuántas resucitó?
(…)El 20 de diciembre de 2001 fue otro de esos días que dividió la historia de la nación en varios cauces. Uno de esos causes, el de los sin voz, se apagó, herido por la indiferencia que hay más allá de la miseria y por la impotencia que hay más allá del hambre. El cauce de los poderosos se mantuvo insensible a la tragedia, atesorando sus privilegios. Los que aún tenían fuerzas, en la otra orilla, se levantaron airados y enarbolaron protestas que reclamaban justicia, exigiendo que la patria perdida fuera restaurada. Algunos también quisieron, a golpes de cacerolas, que se les devolviera el dinero evaporado y acorralado. Todo quedó por algunos días indeciso, en suspenso: la identidad, los sueños, el presente.
(…)Fernando de la Rua, el sucesor de Menem, fue la gota que colmó el ya enorme vaso del engañó. Se describió a sí mismo como aburrido en la campaña electoral. Resultó inepto. A quienes no lo conocían les impresionaba su serenidad asombrosa. No era calma: era abulia. El país estaba en un foso y su cabeza yacía perdida en nubes inútiles. ¿Puede imaginarse algo más destructivo que un no ser con poder?
(…)El 20 de diciembre se desató una anarquía más honda que todas las memorias. Una sombra de fin de mundo sobre las cenizas de los que habían dejado en pie Lopez Rega, la dictadura atroz, la guerra de Malvinas, Alfonsín, Menem, De la Rua. Junto a los idealistas que reclamaron el regreso de la patria perdida y junto a las familias de clase media que golpeaban las cacerolas, desesperadas porque veían esfumarse sus ahorros en las nieblas feroces del corralito, atónitas ante los discursos zombies del presidente expulsado, aparecieron en esos días, emisarios marginales de algunos intereses políticos cuyo único propósito era completar la destrucción. Alguien –aún no se sabe quién (mmm, “sabemos y podemos” … Nota mía) les pagó para que llevaran el caos de un lado a otro y acentuaran la desazón y la incertidumbre de la buena gente.
Las manifestaciones populares arreciaron, incendiaron las rutas con piquetes de batalla, expresaron su ira frente a los bancos y a las casas de cambio, pero luego, impotentes, se fueron retirando. Los viejos políticos regresaron a sus malos habitos, los jueces venales repitieron sus dictamenes tóxicos. Hacia enero, dos semanas después de la tragedia, miles de jóvenes empezaron a formar filas de desengaño ante los consulados de España e Italia, de donde provenían los abuelos que habían confiado en la grandeza prometida.
En las ciudades se abrieron, por millares, comedores públicos para los desamparados. Los alimentos son proporcionados por voluntarios también pobres de solemnidad. Vecinas que ganan diez, quince pesos por día ayudan a sobrevivir a los que no ganan nada. Recogen los alimentos que desechan los supermercados para servir uno o dos guisos semanales. En Tucuman, la desnutrción infantil llega en algunos distritos a cuarenta por ciento.
Por las noches, el paisaje ha cambiado en Buenos Aires. En la calle Florida a eso de la una de la madrugada y en los alrededores de la Recoleta antes del alba, hay innumerables familias clasificando los contenidos de las bolsas de basura y llevándose todo los que se puede comer o revender.
¿Hay todavía un país? Se tardó mas de un siglo en construir esa comunidad. Quien sabe cuanto llevará ahora salvar de la destrucción lo que aún queda, y empezar de nuevo.
Tomás Eloy Martinez
De “Episodios argentinos. Diciembre y después”. Aguilar, 2002. (adaptación)

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