Revista Política
Peridis en El País, 10 de marzo de 2014
El 11 de marzo de 2004 se cometieron en Madrid una serie de atentados cuyo objetivo era el mismo que el del atentado cometido contra las Torres Gemelas de Nueva York del 11 de septiembre de 2001: lograr que como reacción a la masacre, el pueblo español apoyara sin reservas la Cruzada por el control geoestratético y geoeconómico de los recursos de Oriente Próximo por parte del Imperio norteamericano, siguiendo el plan creado por Karl Rohe en los años noventa, durante la Administración Reagan, tal como han denunciado entre otros quien fuera ministro de Defensa y jefe de los servicios secretos alemanes en el gabinete del canciller Schroeder y el escritor John Le Carré, antiguo espía de los servicios secretos británicos y buen conocedor de esos medios, quien en su novela "Amigos absolutos" publicada dos años antes del 11-M llega a describir el asalto al piso de los yihadistas en Leganés (ubicándolo en otro lugar, obviamente).
El plan fracasó porque el pueblo español no se dejó llevar por la ola de ira e histeria patriótica que sí prendió en EEUU tres años antes. Fracasaron aquí porque pensaron que los españoles responderían como los norteamericanos, a pesar de que las encuestas decían que el 90% de los ciudadanos de este país estábamos contra la invasión de Irak. Jugaron fuerte, y perdieron. pero se llevaron por delante la vida de casi dos centenares de seres humanos inocentes.
Las responsabilidades de los crímenes del 11-M alcanzan de lleno al Gobierno de José María Aznar, y no solo por sus mentiras posteriores y su participación en la invasión de Irak. En realidad en las primeras horas no mentían del todo, pues Aznar y sus compinches esperaban un atentado de ETA, un "gran atentado de ETA en plena campaña electoral", según anunció en varias ocasiones el Ministerio del Interior entonces; está en las hemerotecas de la prensa española de ese momento. Ese atentado de ETA sería el que habría dado la mayoría absoluta al PP. En la prensa afín se decía que sería un "gran atentado" con coche bomba o el asesinato de una "alta personalidad" española. El PP necesitaba desesperadamente ese atentado de ETA porque hacía semanas que todas las encuestas reservadas manejadas por los partidos e incluso alguna de las que se hicieron públicas daban como ganador de las elecciones contra todo pronóstico previo, al PSOE.
Ocurrió que el atentado que finalmente hubo fue otro, no el esperado: aguardaban a ETA pero llegó el terrorismo islamista. Los servicios secretos norteamericanos no usaron a ETA como esperaba el Gobierno español sino a los yihadistas, porque lo que los "autores intelectuales" querían era empujar a España hacia su Cruzada y no simplemente consolidar un Gobierno vasallo en el poder.
El 11-M, Aznar se quedó con un palmo de narices y de ahí su furia. Y tiene toda la razón cuando dice que no hay que ir a buscar a los autores intelectuales del 11-M en "desiertos ni montañas lejanas". Sus inspiradores están relativamente cerca, en Washington, y los que iban a ser sus beneficiarios aún más, en Madrid. La responsabilidad del Gobierno Aznar y sus secuaces queda bien clara en la viñeta de Peridis que publica El País de hoy, y que se reproduce al principio de este post.
En realidad, el 11-M no fue otra cosa que un malentendido bufo entre "amigos del alma" y casi un chiste fabricado por políticos ambiciosos y espías enloquecidos, sino fuera por los 192 cadáveres que arrojó sobre la mesa.