Revista Bares y Restaurantes
Leyendo el blog En Tierra de Nadie de Pedro Antonio Cruz me informo, siempre según una opinión subjetiva, de que este restaurante, en poco más de siete meses se ha aupado a la triada olímpica del sushi de Murcia. Llegando incluso a profetizar sobre la consecución, más pronto que tarde, de un preciado macarrón de la imprescindible guía de neumáticos. Como las opiniones son personales y yo valoro mucho la suya, reservamos mesa y nos preparamos para disfrutar de una sublime cena oriental en un entorno diferente.Llegamos al Club como quien llega a la casa de unos amigos a cenar. Un ambiente de fiesta, muy poco zen, donde el anfitrión-camarero nos recibe, acompaña a nuestra mesa y nos pone en la mano un cuarto de Heineken, casi sin darnos cuenta. El Club está en la planta octava del edificio Hispania (antiguo edificio Vitalicio). Es una antigua vivienda reformada, en la que han tirado tabiques creando un espacio diáfano. El comedor orbita alrededor de un majestuoso piano de cola. Sillas vintage, mesas rústicas, manteles y servilletas de celulosa, suelo de tarima, techos demasiado bajos y unas interesantes vistas a la Gran Vía. Antes de tomar asiento, imprescindible salir a la terraza unos minutos para disfrutar desde las alturas del pulso de la ciudad. En el Club, la única carta que hay es la de vinos y no muy extensa. No fue fácil de interpretar, pues, mi presbicia se agudiza con la penumbra en el que cenamos. Empezamos con un verdejo de Rueda, Finca Caraballas. Carta de menú no hay. El cocinero polaco Jan Babczyszyn, con una dilatada trayectoria por restaurantes internacionales, prepara cada día un menú diferente, aunque acepta sugerencias del cliente a la hora de reservar. Empezamos con un ceviche de lubina. Al menos así lo anuncia el camarero. La presentación es más bien detataki o tiradito, y por el color del pescado indica que ha habido algún tipo de cocción. Le sigue el tataki de atún, ligeramente picante, lo encuentro mejor aún que el de lubina. Seguimos con el tartar de atún con mango, huevas de mújol y brotes de cebolla, muchos brotes de cebolla, como en la lubina. A pesar de la manía que le estoy cogiendo al tartar, pues lo encuentro en todas partes, aquí si veo normal que lo sirvan. Me empieza a llamar la atención el tamaño de las raciones. Las veo reducidas.
Y llega el sushi. La piedra de toque. Subjetivamente veremos si está a la altura. Empezamos con unos makis de pato laqueado cubiertos de mango y cebollino. Buenos de sabor, pero la textura no me convence. He comprado de la marca Ibuki parecidos alguna vez. A años luz de Ensho y de otros que no son Ensho. Ese fue todo el sushi que probé en El 8. Luego nos confesaron que la organizadora había pedido reducir a lo imprescindible el pescado crudo. ¡Por este motivo sirvió el tartar claro!
Para adaptar el paladar a otro tipo de sabores el camarero dejó en una parte de la mesa, un plato de gambas y puerros con una salsa deliciosa. Pasados uno minutos, cuando vimos que no traía el que correspondía al otro hemisferio, preguntamos. Nos dijo que solamente había un plato. Ya solo quedaba un tercio de la ración. No tocamos ni a gamba por cabeza y encima no había hecho la foto para el blog. Si están sirviendo dos platos por servicio, pues éramos ocho comensales. ¿Por qué de este solo dejaron uno? Y lo más grave. Si hacen salsas deliciosas. ¿Por qué no tienen pan para disfrutarlas?Muy rico estuvo el salmón tempurizado, pero espectacular el solomillo. Muy tierno y muy poco hecho, aunque de nuevo, muy escaso. Cuando ya esperábamos el postre nos sirvieron, a destiempo, un wok de fideos chinos con pimientos, zanahoria y cebolla. ¿No deberían hacerlo traído antes de la carne? Qué final de cena tan atípico. Y digo bien final de cena, porque como decía Porky: “That´s all folks”. Olvidense de postres, o llévenlos ustedes mismos, que es lo que hicimos nosotros. Una tarta de la cercana pastelería Carlos. Café, digestivo, la cuenta y una agradable y dilatada sobremesa cerraron una calurosa velada de noviembre. El precio disparatado. Creo que para cobrar 55 euros por cabeza o bien han de salir los clientes con la sensación de no necesitar comer en varios días, o bien con la impresión de haber recibido un servicio de gran nivel. El detalle feo de la noche fue cuando el camarero nos informó que no tenía cambio para darnos. Su ingeniosa solución pasaba porque buscáramos tres euros para pagar justo o dejáramos 7 de bote. Lo dicho, no es propio.
Lo comido, en líneas generales, estuvo bueno, pero ese precio lo convierte en una opción bastante cara. Más aún cuando lo primero que hice al llegar a casa fue acercarme a la cocina y abrir la nevera para picotear.
Club Gastronómico El 8Pl. Fuensanta 2, 8 B. MurciaTeléfono. 968231769 630907768