Revista Sociedad

El abrigo negro

Por Florencio
EL ABRIGO NEGRO

Para nuestro amigo Augusto Liberatti, a quien recreamos esta historia de una vivencia de su niñez”

No entendía mucho lo que sucedía a su alrededor, mamá saliendo y entrando al cuarto de la nona, las tías y los otros familiares; después el doctor un señor muy serio con el maletín en mano hablaba muy bajito con su madre.
- Mami tengo hambre
- Ya hijo un minuto más y te sirvo
- No, yo quiero que me sirva mi nona
- Ella está enferma y no puede atenderte hijo
- No, ella me dijo que cuando todos se fueran me iba a servir la comida.
Desde que tuvo uso de razón vio a la nona a su lado, no eran muchos los años que tenia pero había aprendido a quererla mucho, las abuelas suelen tener esa paciencia adicional que los padres no poseen, ese pedacito de tolerancia que se estira lo suficiente para escucharlos, oírlos, contemplarlos y consentirlos.
El doctor reflejando preocupación en su rostro se retiró, era el médico de la familia desde hacía muchos años, de allí su pesar por el estado de salud de la nona, no era una paciente más, los unía los años de amistad hacia una persona que estimaba y que siempre le colmó de atenciones. Saber la verdad esa "verdad" era una de las cosas que más detestaba de su profesión, se irá al cielo, musitaba, no hay otro lugar para una mujer como ella.
Al oír cerrar la puerta el pequeño corrió al cuarto de la nona, era la primera vez que la veía triste y no lograba comprender por qué estaba enferma, siempre la vio fuerte robusta, saludable y de buen humor, le pidió por favor almorzar con él y ella lógicamente hizo el ademán de levantarse, cuando interrumpió la mamá a decirle que de ninguna manera; le dijo al pequeño que se quedara en el cuarto y le traería la merienda para ambos, lo que él aceptó con mucho entusiasmo.
Sentía mucha pena por la cercanía de su partida había trabajado toda su vida para su familia, conjuntamente con el abuelo quien fue un tipo apuesto, hombre fino y de gustos exquisitos como buen italiano, amante de la buena comida , de los vinos añejos, joven emprendedor que un día dejó su querida Italia pasa sentar sus raíces en tierras peruanas.
Estaba conforme con lo que la vida le había dado, un buen esposo e hijos y ahora disfrutaba de los nietos - regalos de Dios y que no tienen precio- solía mencionar en cada conversación.
Le apenaba que en sus últimos años, los pocos que le quedaban, tuviera que atender al pequeñín, lo adoraba, bello como un ángel, decía, su cabello rubio y los ojos claros como la madre y la inocencia propia de su edad habían terminado por robarle el corazón; lamentaba que el tiempo no le alcanzara para verlo adolescente siquiera. Ahora lo tenía al frente con una tremenda sonrisa, disfrutando del almuerzo, pero más, por estar cerca de ella.
-¿Estas enfermita, te duele algo nona?
- Lo que pasa es que me ha dado la enfermedad del sueño ¿Sabes cómo es eso mi amor?
- No.
- Pues es una enfermedad que te da mucho sueño y no puedes levantarte por más que quieras, entonces para curarte te ponen en una caja especial, muy cómoda por cierto y luego te llevan a un lugar muy bonito donde te curan.
-¿Y a ti te van a llevar a ese sitio?
- Pues si,.... si ya no despierto me llevaran.
- ¿Y porque tiempo nona?
- Deja tu plato un momento y acércate hijo - mientras le tomaba las manos ensayó la mejor sonrisa con el afán de cubrir su verdadero sentir - si me tardara en regresar tu podrás hacer que yo vuelva cuando tu lo quieras.
- ¿Y cómo lo voy a hacer?
- Solo tendrás que desearlo y yo vendré, nada más
- No entiendo mucho, pero creo que cerrare los ojos, cruzaré mis brazos y diré: ven nona como hacen los magos..... ¿Verdad?
- Pues algo así mi querido bebe, mi pequeño ángel, entonces yo apareceré....... en tu mente - le dijo casi susurrando.
- ¿En mi mente??..... Ahora si no entiendo nona ¿Y en mi mente te voy a ver?
- Claro, claro que me veras, ahora no lo entiendes mi pequeñín, pero después lo harás y vendré a tu cabecita todas las veces que tú quieras.
Él siguió preguntando y preguntando hasta que ella muy ingeniosa le dijo que le relataría un hermoso cuento italiano de un niño que vivía en un lugar llamado Venecia y no era un niño cualquiera sino un pequeño que tenia la virtud de caminar por las aguas sin hundirse, él por supuesto pegó un grito de emoción al oír esto y olvidó sus preguntas, buscó acomodarse al lado de su nona y pedir que ya mismo comenzara con la historia.
Los días transcurrieron hasta que una tarde oyó a su madre decir que la nona había partido, el corrió a su cuarto y la vio en su cama, no entendía de que hablaba su madre.
Ahora estaba confundido y con cierto enfado, sentado en la sala, muy cerca de la nona, quien como le había dicho, estaba en una caja, vestida con sus mejores ropas, no tenia pijama como él pensó, pues le había llegado la enfermedad del sueño.
Veía mucha gente en casa, la mayoría familiares que siempre solían venir de visita, mientras miraba la caja con su nona adentro, pensaba - ahora tengo que esperar y no sé cuánto tiempo, no me dijo, espero que sea pronto nona, sino me molestare contigo - ahora quien jugara conmigo, no hay quien me cuente historias - susurraba.
En un momento vio a su madre que se sentó su lado con el rostro muy triste vistiendo un abrigo negro muy grande que inexplicablemente le llamó la atención y lo distrajo un poco de sus pensamientos, se apoyó en ella. El abrigo era afelpado muy cómodo, consiguió acomodarse, como cuando solía escuchar los cuentos de su nona y quedó dormido.
- Hey baby... wake up... ¿Are you ok?
Despertó de su inconciencia, era su novia, quien sorprendida de verlo estático y con los ojos abiertos pensaba que estaba en trance o algo parecido.
- Wake up honey come on; I've been trying to wake you up for the last two minutes, ¿Do you hear me?
El estaba sorprendido que el tiempo pasara tan velozmente desde aquel sillón sentado junto a su madre, vestida con aquel abrigo negro tan grande, hasta el lugar donde estaba ahora, la gran ciudad de Atlanta; miró a su novia, se puso de pie, la tomó por la cintura y levantándola muy sonriente le dijo:
- "Sai una cosa la nonna era la donna piu maravigliosa del mondo, ed io non era addormentato, parlaba con lei, e lo posso fare quando voglio”
Ella lo contemplaba sorprendida pero contenta porque sabía que él estaba feliz, mientras Augusto la mantenía en sus brazos dando giros, danzando, cantaba, cantaba en italiano y reía a carcajadas, reía en todos
los idiomas.


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