Revista Política
Acabo de ver un reportaje de "Informe semanal", un programa de TVE, sobre las consecuencias del llamado Agente Naranja, lanzado por los norteamericanos en los bombardeos sobre Vietnam hace casi 40 años. Las imágenes ponen los pelos de punta, y eso que todo el reportaje evita cuidadosamente la truculencia en la que a tenor del caso podría haber caído fácilmente .
Más allá de la muerte y la destrucción sembradas en aquellos años por decenas de millones de toneladas de bombas arrojadas sobre un país cuya superficie es apenas la mitad de la Península Ibérica, los terroríficos efectos de ese elemento químico que en principio debían ser "sólo" desforestar las selvas indochinas, han traspasado el tiempo y la genética y alcanzan ya a una tercera generación de vietnamitas descendientes de quienes lo sufrieron literalmente en sus propias carnes. Lo peor con todo es que el Gobierno norteamericano no reconoce siquiera la responsabilidad de su país en la generación de este horror, a pesar de la lucha de las autoridades vietnamitas y de las organizaciones de víctimas. De hecho, las organizaciones de veteranos estadounidenses afectados por el Agente Naranja nunca lograron que Washington reconociera esa responsabilidad para con ellos, los propios soldados del Imperio. Un largo proceso reivindicativo de esas organizaciones finalizó a mediados de los años 80 con un acuerdo extrajudicial con las 8 empresas privadas norteamericanas fabricantes del Agente Naranja, acuerdo en el que formalmente no se reconocía la relación entre el tóxico y las enfermedades y malformaciones que produce y se disfrazaba la indemnización/soborno como "donación" a los excombatientes.
Los vietnamitas afectados ni siquiera han obtenido eso. Ni las empresas fabricantes ni el Gobierno de EEUU parecen estar interesados ni en indemnizarles ni en comprar su silencio. Pero ellos no van a callar, porque más allá de los adultos y jóvenes muertos en el pasado hoy siguen naciendo niños con lacras horribles, y esa batalla por tanto no va a acabar en el terreno internacional y donde sea necesario llevarla, hasta que los causantes de tanto dolor den su brazo a torcer ya que al parecer nunca pagarán por lo que han hecho.
Un ex ministro de Sanidad vietnamita y dirigente de una asociación de víctimas del Agente Naranja explicaba a la cámara que recientemente habían recibido la visita de la asociación acabada de constituir en Irak con el mismo objetivo. Decía este anciano que allá por donde pasa el Ejército norteamericano deja siempre el idéntico rastro, y que cuando de aquí a unos años también hayan tenido que irse de Irak empezaremos a conocer la magnitud de la tragedia que dejarán tras de sí, ellos que dan lecciones de democracia y civilidad a todo el mundo. Decía este hombre asimismo que entendía que ningún gobierno de EEUU reconocería lo que les habían hecho a los vietnamitas, porque entonces automáticamente tendrían que dejar de dar esas lecciones de democracia y civilidad.
Pienso que este hombre tiene toda la razón, y que el problema radica en que mientras EEUU siga siendo una potencia que practica el terrorismo de masas, no habrá rincón del planeta a salvo de que cualquier día empiece a llover sobre sus cabezas el maldito Agente Naranja. En ese sentido, Vietnam fue sólo una etapa en el camino del horror imperial.