Revista Cultura y Ocio

El ala izquierda. Mircea Cărtărescu

Por Mientrasleo @MientrasleoS
El ala izquierda. Mircea Cărtărescu
     "Antes de que construyeran el bloque de enfrente y de que todo se tornara opaco e irrespirable, yo contemplaba Bucarest, durante noches enteras, desde la triple ventana panorámica de mi habitación de Stefan cel Mare".
     Que me gusta este autor es un secreto a voces desde hace años. Así que no es raro que hoy traiga a mi estantería virtual, El ala izquierda.
     Hasta este momento he leído toda la obra de Cartarescu publicada en castellano. De hecho, El ala izquierda fue editada por Funambulista hace unos años, aunque su traducción, hasta donde yo se, venía del alemán y no del original. Hace ya unos años que Enrique Redel tomó bajo las alas (si me permitís el chiste) de Impedimenta a este escritor rumano que poco a poco va conquistando el territorio literario en Europa consiguiendo con el reciente Premio Formentor un punto de reconocimiento también en nuestro país.
     Su última obra, la monumental Solenoide, ha hecho correr ríos de tinta entre lectores en las redes y críticos en los distintos medios, y ha sido tras esa obra, que en España se ha decidido recuperar la Trilogía Cegador, de la que nos llega ahora su primera entrega con El ala izquierda. Y es que, si en Solenoide se hablaba de piojos en un pasaje nombrado hasta la saciedad, aquí directamente es una mariposa la que da título a cada una de las tres partes de la Trilogía de tal forma que el próximo año verá la luz la segunda parte, El cuerpo, y al siguiente tendremos en nuestras manos El ala derecha.
     El ala izquierda se divide a su vez en tres partes, de las cuales, dos son protagonizadas por Cartarescu, y otra, la central, por su madre, retrocediendo en el tiempo para contarnos su vida. Porque, al igual que ya sucediera en otras obras del autor, El ala izquierda no es una única historia, sino que son muchas entretejidas que saltan en el tiempo y se viven o se sueñan sin dar demasiadas explicaciones a un lector que es obligado a realizar un trabajo activo durante la lectura. Cartarescu no es para lectores cómodos de sofá y ruido de fondo y eso ya se percibe desde las primeras páginas de la obra. Y de entre todas las historias y vivencias, el lector se queda con Bucarest, que es la gran protagonista. Una ciudad viva y gris de la que escapar soñando, una ciudad que parece una persona, un lugar ruidos y extraño para el recién legado y una urbe que está a punto de cambiar a medida que nos aproximamos al final de la novela. Hay bombas y música, hospitales y sueños de zombis, es un lugar bello y sórdido, Bucarest es un todo al que el lector desea ir una vez ha cerrado el libro.
     En cuanto a la parte más formal del libro, la historia, hay que decir que incluso en la zona formal, esa en al que la protagonista es la madre y se llega a Rumanía, en la que la historia retrocede y vemos esos hilos ocultos que conectan la historia de la ciudad con la de sus habitantes y también la de la madre con el hijo, Mircea se deja llevar e irrumpen escenas de una gran fuerza visual como la del ascensor y la mariposa, o la de Cedric. El resto es propio, es parte del autor evocando un pasado joven y con frío en una ciudad que nos abe lo que le va a deparar, hospitales y calles hostiles, tejados maternos y luces que se cuelan por las ventanas. Y, como ya he notado en otros títulos del autor: literatura y soledad en su protagonista, como si lo primero fuera irremediable y lo segundo formara parte de su propia piel. Una soledad que no es siempre literal pero que al ser interior es quizás más profunda, y tal vez de ahí los insectos y las creencias, el fijarse y diseccionar la vida en capas, tal vez por eso uno escapa en sueños desdibujando los límites de esa realidad.
     Cartarescu tiene libros fáciles como El ruletista otros incluso cómicos como Las bellas extranjeras y algunos que requieren un esfuerzo titánico para obtener una recompensa aún mayor como sucede con El Levante. Y si eso sucede con las lecturas no quiero ni pensar en lo que ha de ser traducirle, por eso quiero hacer una mención especial al trabajo de Marian Ochoa.
     Y si es complicado hablar de un libro de Mircea sin extenderse tanto como el propio libro, también lo es dar una impresión general. En mi caso, No ha sido el libro con el que más disfruté del autor, ya que me ha parecido un tanto irregular, con partes brillantes y otras un tanto desmadejadas que me han resultado más lentas. Aún así, merece la pena la recompensa por el esfuerzo realizado y es que hay libros de muchos tipos, y conviene acercarse a todo tipo de libros. Me ha gustado El ala izquierda pero... y ahora podéis decirme lo que queráis, personalmente, prefiero Solenoide.
     Y vosotros, ¿sois lectores aplicados o preferías lecturas sencillas que no os obliguen a pensar?
     Gracias.

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