I
Deliciosa tortura es no atreverme
A conjugar la miel de tu cintura:
Estoy preso en una eterna conjetura
Que vive de tu amor y nunca duerme.
Gacela fugitiva, tigre enjaulado,
Ilustran la razón de mi locura;
El mundo me prohíbe la dulzura,
Y mi pecho late oscuro y averiado.
Aferrado a la esperanza y al abismo
Resido en el miedo y en la duda.
Dulce te concibo, pálida y desnuda,
Porque nadie se salva de sí mismo.
En mi aéreo y constante laberinto,
Soy apenas un esclavo del instinto.
II
La secreta y deliciosa desventura
De no poder decirte lo que siento
Destila un agridulce sentimiento
Y juega al ajedrez con mi cordura.
El rigor de tu nítida hermosura
Reconstruyo a puro pensamiento,
Mi amante imaginaria te presiento,
Me hago amo y autor de tu figura,
Me adueño de tu sal y tu premura
Y apoyo mis ilusiones en el viento.
Prisionero de un sueño de dulzura
Vivo entre la espera y el lamento,
Y escribo en el aire y en la altura
Un dorado y utópico argumento.
Daniel Pérez, febrero 2010