Revista Ciencia

El animal que cambio la viticultura

Por Javiermunilla

“Adiós, dijo el zorro. Aquí está mi secreto. Es muy simple: sólo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.” 

El Principito de Antoine de Saint-Exupéry.Durante las frías noches de invierno, desde enero hasta bien entrado el mes de febrero, podemos escuchar en nuestros campos el tauteo del zorro que anda de devaneos amorosos en esos días. Tauteo es como se llama a los ladridos cortos, agudos y apagados de los zorros, que en el silencio de las frías noches de invierno pueden parecer, en la lejanía, el llanto de un bebe. Aunque para un oído acostumbrado a la naturaleza se asemejan más a los ladridos de los corzos. 

EL ANIMAL QUE CAMBIO LA VITICULTURA

Además, de su característico ladrido también podemos reconocer a los zorros en las noches porque sus ojos, cuando son iluminados por los faros del coche o por una linterna, brillan mucho más que los de cualquier otro animal debido al tapetum lucidum de sus ojos.

Como experiencia es muy recomendable para todos los que améis la naturaleza y como bien dice el autor de “El Principito” esa sensación de libertad y de unión con la naturaleza es invisible para los ojos, sobre todo porque los zorros son de hábitos principalmente nocturnos, y solo puede apreciarse con el corazón.

Pero conozcamos un poco mejor a nuestro protagonista. El zorro (Vulpes vulpes) es un mamífero del tamaño de un perro pequeño cuya característica principal es su larga cola densamente peluda y que termina en una mancha blanca en la punta. Sus orejas son grandes y triangulares y su cráneo es alargado con un hocico muy puntiagudo. Su pelaje es de color marrón rojizo, aunque dependiendo del hábitat y de la época del año puede variar en tonalidades hasta llegar a ser gris o gris negruzco. Cuando los zorros tienen ese colorido negruzco son denominados “carboneros”.

EL ANIMAL QUE CAMBIO LA VITICULTURA

Los zorros son una especie con los sentidos muy agudizados. Su olfato está muy desarrollado, lo que le permite detectar y seguir cualquier tipo de rastro, antiguamente los “alimañeros” decían que eran capaces de oler el acero y que ese era el motivo por el cual no caían en sus cepos, además su olfato hace que sea capaz de encontrar carroña para alimentarse a mucha distancia y también le permite saber cuando los frutos, de los que se alimenta frecuentemente, ya están maduros. Además, como veremos más adelante los zorros usan el olfato para las relaciones sociales, ya que marcan sus territorios con marcas olfativas.

El oído también es un sentido muy desarrollado en nuestro protagonista, sus orejas son largas y móviles, pero cuando las orienta en una dirección dejándolas inmóviles estas les proporcionan una gran receptividad. Gracias a su capacidad auditiva el zorro es capaz de detectar a pequeños roedores o topillos bajo tierra o bajo la nieve.


Los ojos de los zorros poseen una pupila elíptica, lo que nos indica su preferencia por la vida nocturna, y el característico brillo de sus ojos cuando reflejan una luz, que hemos comentado al principio, es debido a una capa de células que actúan como reflector de los rayos lumínicos con el fin de incrementar su intensidad antes de que alcancen la retina. Estos dos elementos hacen que su visión en la oscuridad sea muy buena, por el contrario, en sus ojos no hay una verdadera mácula, que fisiológicamente es lo que nos permite tener la visión de los detalles y el movimiento, y por tanto a los zorros esta carencia les impide enfocar de manera constante a un objeto inmóvil y les hace ser un poco corto de vista. Quizá por ese motivo tiene más desarrollados los otros sentidos. 

Además, los zorros poseen unas vibrisas, pelos largos sensoriales, situadas en mejillas, hocico y mentón que le proporcionan información, sobre todo durante la noche, de los objetos cercanos, de la anchura de los lugares de paso sobre el terreno, de posibles complicaciones del terreno e incluso de posibles trampas colocadas por los seres humanos. 

Existe una leyenda que asigna a nuestro raposo la capacidad de hacerse el muerto, tanto para capturar a sus presas como para evitar a sus depredadores. Este mito proviene de las numerosas citas datadas y comprobadas de muchas personas en muy distintos lugares.  Hace un tiempo me contaron que una persona encontró lo que creía que era un zorro muerto cerca de su casa, lo recogió y lo metió en el maletero del coche para enterrarlo lejos de su propiedad no fuera que se lo comieran sus perros y cogieran alguna enfermedad; cuando llego al lugar donde pretendía enterrarlo, fue a sacarlo del maletero y el zorro salió corriendo como si nada. 

Estoy seguro que muchos de los lectores habrán escuchado que los buitres no se comen a un zorro muerto porque sospechan que esta fingiendo y lo que quieren es que bajen para ser ellos el alimento del raposo. Pues bien, muchos especialistas en el estudio de zorros sostienen que, en realidad, “hacerse el muerto” es una reacción del animal ante un momento de estrés intenso y que es instintiva e inevitable, es conocida como “parálisis de terror” y en muchas ocasiones puede servirles a los zorros para evitar ser sorprendidos por sus depredadores.

El zorro ocupa la totalidad de la Península Ibérica y se ha adaptado a todo tipo de biotopos, podemos encontrarlo en zonas agrícolas, áreas forestales, zonas de matorral bajo, desiertos, alta montaña, poblaciones y áreas urbanas, llegando incluso a vivir en el interior de las ciudades. Podemos asegurar que su adaptabilidad le ha convertido en el carnívora silvestre más común en los entornos humanos.


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