Debo reconocer que tiene el encanto de la sencillez, tan admirable en la mayoría de los autores japoneses, capaces de hacer que tomarse un té o hacer la compra parezcan momentos especiales contados en una novela.
Sun'ichi es programador informático. Conoció a Saeko porque era su vecina y se enamoró oyéndola llorar cada noche a través de la pared. Son una pareja tan normal que en la primera parte del libro su vida se desliza plana, y sus expectativas no parecen mucho más amplias que las de las amebas. Sólo progresivamente nos iremos adentrando en un hecho que cambiará sus vidas para siempre; y que obviamente no puedo contarles para no fastidiarles el libro.
Tanto el modo de escribir como la historia tienen su encanto, esa especie de magia de las cosas cotidianas que también podemos ver en Murakami (Haruki). Pero, aunque probablemente la prosa sea más bella, mientras que en Murakami la historia tiene un hilo y al final un sentido por disparatado que parezca , a mí me parece que a la historia de Saeko le falta fuerza y horizonte. Curiosamente, la misma sensación que me dejó en su momento Un grito de amor desde el centro del mundo.
Piano, ma non troppo.