Asalto a Ceuta y Melilla
Hoy leía con cierta desazón y también sarcasmo los artículos con las fotos del inmigrante africano “herido” por las cuchillas de las verjas fronterizas en Melilla. Se exponían las terribles laceraciones como la pasión de Cristo en la cruz. Resulta casi hilarante que aquellos que se rasgan las vestiduras con estos hechos la mayoría no sean cristianos y no crean en Dios, incluso alardeen de ello. Solo entendería semejante comportamiento compasivo y comprensivo en verdaderos cristianos que ponen la otra mejilla, pero no en ciudadanos plenos de civismo, al estilo de una polis griega, por ejemplo, orgullosos de sus derechos pero también de sus obligaciones y de sus leyes. No entiendo como esos ciudadanos quieren asegurar el bienestar de ellos y de los extranjeros que puedan acogerse a sus leyes defendiendo personas que, por muchas causas que tengan para invadir ilegalmente un territorio, no dejan de ser eso: intrusos en un lugar en el que existen unas normas para ser acogidos establecidas por sus pobladores. Pobladores que, con el sacrificio de siglos de ellos mismos y más aún de sus ascendientes, han convertido la misma tierra de la que ellos huyen en una tierra de promisión.
Entendería mucho más que esos grandes socialistas globales salieran del país para realizar labores humanitarias en aquellos países de los que los asaltantes son originarios o alistarse en ejércitos revolucionarios que quieran cambiar allí sus condiciones de vida. Incluso podría entender que promoviesen la acogida en sus casas particulares de todos ellos por caridad como buenos cristianos de nuevo cuño.
Pero que con los impuestos y los derechos de los demás quieran hacer caridad…no lo veo sinceramente.
En el África no hace falta más caridad. Lo que hace falta es lo que cada vez es más difícil de encontrar aquí: organización y ética comprometida con la nación y sus habitantes. Desgraciadamente esto es mucho decir en África. Tal vez porque habría que empezar por definir que es nación allí como la entendemos y si podrían definirse como tales la mayoría de ellas, incluso que sus ciudadanos se reconozcan en ellas.
A mí entender, hay tres pilares escalonados indiscutibles de progreso, por este orden:
1)Homogeneidad y estadio mínimo cultural
2)Organización justa (entendida la justicia como capacidad de hacer cumplir la ley siempre en relación a la ética y los fines del grupo)
3)Proyecto común (lo que en política da lugar a una Nación con su Estado como instrumento administrativo en pos de un fin estratégico explícito o no)
Curiosamente en Europa y Occidente en general la construcción de los tres escalones está comenzando a desmoronarse de manera inversa: la globalización, producto final del fin de la Guerra Fría, está acabando con las naciones y con el nexo ciudadano de confianza en la comunidad como última expresión del capitalismo protestante anglosajón y su modelo de familia. A partir de ella todo el edificio del progreso occidental se está desquebrajando.
En la mayor parte de África no se cumple el primero de ellos y por ende el resto. Las causas de que esto no sea así radican en una ley no escrita de la historia: la colonización y posterior descolonización derivada de la caída de los imperios y/o naciones.
La comprensión del fenómeno migratorio y la pobreza endémica de esas zonas del globo está ahí. Ha habido muchos procesos de descolonización o postimperiales en el mundo desde el principio de la Historia.
Todos ellos se han caracterizado por el vacío de poder que surge como consecuencia del retroceso del orden imperial a nivel territorial primero (y posteriormente culturalmente si es que ha existido).
Solo en los casos en que ese orden es sustituido por otro del mismo sentido se mantiene un cierto nivel similar de civilización.
En este sentir de las cosas, la descolonización africana ha sido el proceso más traumático de todos los que han sucedido en la edad moderna y contemporánea por contra a la etapa postcolonial española e inglesa en America bastante exitosas.
En el caso español por la fuerte identificación cultural con la metrópoli, fruto de su estrategia colonizadora integradora, aunque con las peculiaridades indígenas y la interferencia extranjera que dieron de alguna manera al traste con la República Bolivariana y el Gran Méjico que podría haber sido el rival del sur de Estados Unidos y una pesadilla para los intereses británicos y franceses allí.
En el caso británico americano por la homogeneidad cultural de unos colonos que eliminaron o marginaron la población indígena. Se consiguió así, excepto por la libertad religiosa, obligada por ser el destino de todas las sectas protestantes de Gran Bretaña y Europa, un Estado monolítico en las ideas de la Ilustración francesa, que dejaban la religión, por otro lado, como un asunto del individuo.
En el continente negro la descolonización estuvo marcada por los intereses estratégicos de las potencias por sus materias primas en la incipiente era industrial, los compases y los cartabones. Por un lado la mayoría de las etnias no pasaron de una concepción animista y tribal de la existencia. No existió un verdadero esfuerzo colonizador que no evolucionara del “misionerismo” y la “santurronería” del S.XIX o algún que otro “iluminado” ,al contrario que la América española.
El contexto de interpretación darwinista y racista de la Historia, durante todo el S. XIX y parte del XX, fruto de sociedades con una enraizada cultura racial, como eran las centroeuropeas y británicas que dominaron el panorama militar, técnico y filosófico, no ayudo en este sentido.
Pero, por favor, en la pobreza del África negra no busquemos solo causas externas. La principal causa de falta de progreso en África son los africanos. Las causas que puedan alegarse, que terminan siendo meros inconvenientes en otras naciones que han salido del subdesarrollo, no eximen a los hombres, a todas las personas, de su responsabilidad en su propio crecimiento.
En los barrios marginales podríamos aplicar hechos similares a las argüidos para las naciones a todos los jóvenes que viven en ellos: explotación en subempleo, histórico de baja escolarización, cultura heredada etc…pero sin embargo hay algunos que salen de la marginalidad y otros que se hunden en ella. Es al final la capacidad y la voluntad de cada uno lo que aúpa para salir de esa terrible situación. No creo en el conductismo como ese irremediable destino de los hombres o los pueblos, visto a posteriori como justificación del presente. Creo que la salida al caos y la pobreza siempre está en nosotros mismos y los valores culturales heredados: nuestra idea de la riqueza, del bienestar y de nuestro propio “yo”, lo que llamamos honor o amor propio.
Desde mi perspectiva es obligación de Occidente, en aquellos lugares en que existe una incapacidad o imposibilidad de organizarse, intervenir en pos del desarrollo, más que con caridades “limpia conciencias” de multimillonarios o de clase media alta, en derrocar tiranos y aupar gobiernos más responsables con los ciudadanos y el bienestar de los que gobiernan.
Las Primaveras Árabes
El caso norteafricano merece un estudio concreto al igual que el de los estados negros con una fuerte cultura musulmana. La cultura musulmana y sus grandes imperios, los Califatos y la Sublime Puerta (el Imperio Otomano), perdieron su protagonismo geopolítico y geográfico a lo largo de la Edad Moderna y su vacío de poder fue poco a poco ocupado por las potencias imperiales europeas hasta que la dominación fue definitiva con la derrota turca en la I Guerra Mundial. Nunca se realizó una verdadera integración cultural en Occidente de estos pueblos y la separación territorial fue una mezcla entre étnica – tribal y administrativa. La II Guerra Mundial fue un período de preparación para la descolonización, una descolonización marcada por el comienzo de la Guerra Fría. Los países musulmanes, caído el Eje al que habían apoyado por sus guiños a la causa árabe y descolonizadora, se aliniaron con la superpotencia contraria a los derechos imperiales de los viejos estados burgueses e Israel: la Unión Soviética.
Egipto, Siria, Argelia y Libia cayeron progresivamente en la órbita soviética consiguiendo su independencia. Turquía se mantuvo pro occidental con Ataturk y sus herederos políticos a cambio de ayudas y protección ante la posible injerencia fronteriza de Moscú con sus minorías étnicas. Sin embargo caída la Unión Soviética se trastocó todo ese equilibrio.
Los “sátrapas materialistas” de la era soviética, líderes antaño de Oriente Medio, empezaron a sentirse amenazados. La “realpolitik” dio lugar, como en el Pacto Ribentropp-Molotov en la II Guerra Mundial, a algunas amistades peligrosas.
Esta es la gran apuesta estratégica de Washington por el control definitivo de Oriente Medio y de las reservas de minerales fósiles, el fin que justifica los medios, un alimentar a la serpiente en la idea de que podrá domarse: apoyar el panislamismo, un fascismo con germen religioso de clase media y baja, con oscuros orígenes democráticos, que propugna un fuerte retroceso en la occidentalización de las sociedades en esos países.
Rusia, por otro lado, sigue apoyando a los dictadores “occidentalizados”, especies en extinción de un socialismo autoritario ahora solo carcasa de lo que fue, véase el difunto Gadafi, que sostienen los precarios intereses de la Federación en Oriente Medio.
Así es como surgen las famosas Primaveras Árabes. Por la misma razón, sin duda, que provocó la intervención o apoyo a insurrectos en Afganistán, Irak, Libia ,Siria e Irán de Estados Unidos (con la sombra de Arabia Saudí e Israel) y la misma que propició la salida de la Unión Soviética de esos países. Esa fuerza panislámica, mezcla de fascismo y teocracia, claramente independiente de los intereses geopolíticos y que encuentra energía en sí misma, es uno de las grandes incógnitas geopolíticas del futuro: ¿cómo evolucionará y cuál será su materialización final en el mosaico de naciones musulmanas?
¿Sabe Occidente realmente lo que esta propugnando?
La autodeterminación de Crimea
Dentro de la ruptura del status quo de la Guerra Fría con el derrumbamiento económico de la Unión Soviética, hay varios fenómenos imprescindibles para el entendimiento de lo que sucede estos días:
-El fin del Pacto de Varsovia, entramado de alianzas militares coercitivas y voluntarias entre los estados eslavos y ruso ,así como de las antiguas áreas de influencia alemanas en centro y este de Europa (Polonia, Checoslovaquia, Yugoslavia, Hungría, Rumanía , Bulgaria y Estados Bálticos y antigua Prusia Oriental).
-La reunificación alemana y la ascensión de su estrella de nuevo en el firmamento geopolítico europeo aún de la mano de Estados Unidos y con la UE como punta de lanza.
Estos dos hechos, que han marcado la Historia contemporánea, dejan un vacío de poder en Europa, sin precedentes desde el final de la I Guerra Mundial, que es progresivamente ocupado por la Unión Europea, acaudillada por una nueva Alemania que relaciona los intereses de esta comunidad de naciones a los suyos propios.
El éxito político de la UE a la alemana es incontestable en este sentido sin disponer de una fuerza militar propia. Pero no lancemos las campanas al vuelo. Su éxito es solo muestra de que el bloque atlántico sigue sin cambios desde la Guerra Fría y que la UE es instrumento, aunque sea a su pesar, de los intereses norteamericanos en Europa con la OTAN como organización militar. La gran damnificada de esta situación es Rusia.
Rusia ha visto como perdía peones sin poder hacer prácticamente nada para sostenerlos.
Primero perdió la Yugoslavia de Milosevic, con su desmembramiento y la práctica liquidación de Serbia, con independencia de Kosovo incluida, en una intervención de la OTAN.
Después ha visto como caían los regímenes amigos de África: Egipto y Libia. A Siria la sostiene a duras penas.
Eso sin contar con la pérdida total de influencia y mercados cuando la Unión Europea le ha arrebatado las relaciones preferenciales con Polonia, Hungría, Rumanía y los Estados Bálticos.
La última vuelta de tuerca es la de Ucrania. Sin embargo aquí la entente europea-norteamericana no ha efectuado los cálculos adecuados. Rusia culturalmente está en un nacionalismo cada vez más agresivo fruto de su “complejo de imperio caído” pero aún con la suficiente fuerza cultural, económica, demográfica y moral para influir decisivamente en su entorno aparte de disponer de una fuerza militar que, aunque insolvente, es imponente.
Ucrania es una de las piezas de la supervivencia económica de Rusia y sobre todo de su imaginario como nación. Por otro lado Crimea, que nunca estuvo históricamente en la geografía ucraniana (y que solo cayó en ella por un accidente burocrático del omnímodo poder de los Soviets), es la más importante salida al mar de Rusia y centro neurálgico de la antigua flota soviética, ahora rusa.
La defensa de estos intereses es absolutamente razonable. Lo que no entiendo es como la UE y Estados Unidos han lanzado ese órdago dentro del área “clara” de influencia rusa pensando en que no sería capaz de reaccionar.
Por suerte o por desgracia Rusia cuenta con Putin. Aunque cercano a la tiranía, dentro de la mayor tradición zarista, es un estadista de altura, sin duda me atrevería a decir, el único que queda en Europa en estos momentos. La Rusia de Putin moriría matando y sólo por eso me ha parecido una osadía sin precedentes provocarla en un conflicto con un riesgo alto de confrontación y en que la legitimidad histórica y como nación está absolutamente de su lado, a pesar de los tratados diplomáticos existentes. El papel no puede vencer a la realidad y en este caso, la realidad cultural e histórica, está del lado ruso. Que Putin lo utilice es de lo más natural, lo haría incluso aunque no tenga razones justificadas para hacerlo. El único cabo suelto en su discurso histórico para reclamar Crimea eran los tártaros, minoría enraizada a la tierra de la península de Crimea, y les ha ofrecido colaboración para su vuelta.
Para Putin Rusia es la heredera del poder soviético a todos los efectos y la situación ideal sería la recuperación de su papel en Europa. Él sabe que es un sueño imposible pero tampoco puede pedírsele que humille su idea de nación y con ella la que tienen la mayor parte de los rusos. De esto saldrá más que reforzado políticamente si no al tiempo.
La caída de los imperios deja una estela de caos o desolación como un cometa que tras destruir e iluminar con su resplandor deja escombros y oscuridad, desorden a su paso. El imperio soviético igual que el inglés y el francés en África o el español en América no ha sido menos. Putin y su mano de hierro son lo menos malo para mantener el orden en la Federación. Sin embargo el autoritarismo es Imperio y un imperio puede sustituir a otro ocupando su vacío