En estos últimos años estamos viviendo un extraño acercamiento de muchos directores al western, género hasta hace poco extinto que vivió su apogeo allá por los años 50′ y que murió muy posiblemente en los 90′ con la imprescindible ‘Sin Perdón’. Y digo acercamiento porque estos “nuevos westerns” no acaban de introducirse totalmente en el género, sea por una razón o por otra, y acaban yéndose por otros caminos que no tienen nada que ver con las propuestas de John Ford, Sergio Leone, Anthony Mann, Howard Hawks o incluso Sam Peckimpah. Por cierto, aquí tenéis un post más que interesante que escribió mi compañero Harry Powell sobre sus western preferidos.
Lo más probable es que el tiempo para el western fue el que fue y hoy en día desenterrarlo no tiene sentido. Puede que su revisión en los tiempos que corren signifique no retomar el camino donde se dejó (un género explotado hasta la saciedad en todas y cada una de sus vertientes: clásico, crepuscular, spaguetti, chilli, etc.), sino explorar nuevas vías narrativas y experimentar con el resultado; pero también es posible que nuestro contexto actual cambie totalmente el mensaje e impida su clásica lectura, de forma que volver al punto de vista del pasado se nos presenta imposible y eso hace que nos encontremos siempre ante algo nuevo.
Películas que van desde ‘Open Range’ o ’La propuesta’, pasando por ‘Los tres entierros de Melquiades Estrada’, ‘El tren de las 3:10′, ’El bueno, el malo y el raro’, ‘Appalossa’, ‘No es país para viejos’, ’Una mujer, una pistola y una tienda de fideos chinos’, hasta ‘Valor de Ley’, ‘Rango’, ’Blackthor. Sin destino’ o la próxima película de Quentin Tarantino, ‘Django Unchained’. Y entre todas estas nos encontramos con ‘El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford’, una de las propuestas cinematográficas más fascinantes, enigmáticas y bellas de los últimos años.
El forajido Jesse James es sin duda una de las personalidades más importantes de la historia americana y uno de los personajes más importantes de la historia del cine: sobre su vida hay más de 35 películas (se dice pronto) y está indexado como el personaje número uno del cine por imdb.com (www.imdb.com/character/ch0000001/). No es de extrañar, por lo tanto, que alguien como Andrew Dominik eligiera su vida (en este caso su muerte) para realizar su primera incursión en Hollywood (como ya hicieron en su día Fritz Lang, Henry King o Nicholas Ray). Sin embargo, y aunque pueda parecer lo contrario, esta película no trata ni de Jesse James, ni de su banda, ni de sus hazañas; esta película narra los tormentos de un personaje del que nunca nadie quiso hablar: Robert Ford, el joven de veinte años que le disparó.
Desde que era un niño, Robert Ford soñaba con conocer a Jesse James y formar parte de su banda. Jesse era su ídolo y no paraba de leer cosas sobre él día y noche. Con diecinueve años por fin cumplió su sueño y un año después lo asesinó en su casa de un tiro por la espalda.
Normalmente este tipo de películas se centran en los motivos que mueven a los personajes a hacer lo que hacen, sobretodo para intentar explicar el ”porqué” de sus acciones (en este caso, ¿por qué Robert traicionó y asesinó a la persona que más admiraba en el mundo?); también suelen consistir en profundizar en los mecanismos que desencadenan las acciones de los protagonistas intentando buscar el “cómo” (¿Cómo Ford se introdujo en su banda, se ganó su confianza y finalmente le traicionó?); sin embargo, ‘El asesinato de Jesse James por el cobarde James Ford’ es más extraña e interesante y no se centra ni en el porqué ni del cómo, sino en dibujar una posible respuesta a la pregunta del “quién”: ¿Quién eran realmente las figuras de Jesse James y Robert Ford y qué hay detrás de sus mitos? Y lo mejor de esa propuesta es que la narración de Andrew Dominic, además de ser profundamente compleja y poética, está tan cargada de matices que es imposible vislumbrar alguna posible respuesta a esa pregunta y replantea el “mito” desde una perspectiva nueva.
El director prefiere contar la historia como un recuerdo borroso y no como un hecho histórico claro (igual que como se conoce la historia de Jesse James, por recuerdos vagamente perdidos en el tiempo y por relatos cargados de mitos exagerados y héroes irreales). ‘El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford’ es un viejo cuadro cuyo polvo acumulado por el paso del tiempo no nos permite ver con claridad lo que hay en él, e imposible de limpiar por culpa de la dura realidad.
Andrew Dominick muestra de forma cercana e hiper-realista el punto de vista de varios de los personajes que acompañan a los protagonistas cuyos únicos puentes son sus relaciones con la banda de los James. Una propuesta arriesgada ya que es muy probable que el espectador pueda sentirse confuso por una falta de un hilo conductor claro; sin embargo, esta forma de narrar la historia enfatiza la desconexión entre los personajes y sumerge al espectador en el punto de vista de Jesse, siempre distante con los demás y que con el paso de la película se vuelve más paranoico y desconfiado. Sin embargo, la primera parte de la película es diferente, y sirve para contextualizar a los personajes y presentar el punto de vista de Robert y su admiración por Jesse (por el mito); un ejemplo es esta maravillosa secuencia del atraco del tren de la banda.
Parte importante de este cambio formal de narración es la fotografía y la banda sonora.
Es imposible no admirar la excelencia en la iluminación y la fotografía del mejor director de la historia: Roger Deakins. Posiblemente su mejor trabajo junto con ‘Valor de Ley’. Deakins plantea una película oscura y fría donde los personajes caminan como fantasmas por esos increíbles paisajes dibujados entre las sombras. Su conexión con Dominik es perfecta y se entienden totalmente a pesar del estilo independiente y experimental del director (aupado a la cima de los mejores directores modernos gracias a esta obra).
Todas las elecciones que plantea Deakins para cada secuencia complementa la historia y hace más rica la dirección de Dominik y la apabullante actuación de los protagonistas (descomunales Brad Pitt, Casey Affleck, Sam Rockwell, Sam Shepard y Jeremy Renner). Mención aparte deberían de tener los dos protagonistas de la película. Imperdonable perdérselos. Un duelo interpretativo digno de la mejor película del año.
Por otra parte, la música compuesta por Nick Cave y Warren Ellis es una obra maestra. Pocas veces había disfrutado tanto de una banda sonora (a la vez que me he sentido extrañado), igual que me pasó con su anterior trabajo (la banda sonora de la película ‘The Road’).
En resumen, una obra imprescindible dentro del género western y una de las mejores películas del siglo XXI. Ahí es nada. No os la perdáis.
ZachTriunff