Revista Opinión

El asombroso gobierno de la República de Venecia

Publicado el 01 octubre 2016 por Vigilis @vigilis
Una de las historias más interesantes de la excepcionalidad europea la constituye la República de Venecia o Serenísima República de San Marcos. Le llamamos república —y se lo llamaron durante siglos— a lo que en realidad era una mezcla de sistemas de gobierno que incluían la oligarquía, la demarquía y la monarquía. Pero la palabra romana "república" no estaba elegida al azar ya que el régimen de San Marcos era diferente a los más extendidos sistemas monárquicos en el continente.

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León de San Marco. Vittore Carpaccio, 1516. (Pax Tibi Marce, Evangelista Meus). Un león con alas, imagínatelo peleando contra vampiros, comunistas u otros acólitos de Lo Que Mora en la Oscuridad.

En general el norte de Italia tiene mucho de excepcional respecto al resto del continente. Si empezamos a ir a las diferencias en las formas de gobierno de cada región de Europa a lo largo de lo que va de la extraña caída del Imperio Romano de Occidente al Congreso de Viena de 1815 (o el fin de la PGM en 1918) nos encontramos con que en todas partes hay excepciones. Aunque el estándar histórico es la monarquía feudal francoalemana que llevan los normandos a Inglaterra (y el estándar histórico lo establece Inglaterra pues los Estados Unidos asumen la historia inglesa pre-1776 como la suya propia y de ahí que todos tengamos que tragar), en realidad los casos de Italia, España, lo que hay al norte de Sajonia y Jutlandia, y lo que hay al este del Vístula y el Danubio tienen poco que ver con el sistema estándar francoalemán que nos lo simplifica todo.
El norte de Italia fue una zona civilizada (civilis, del ciudadano) y urbana (urbs, ciudad) desde antes de su inclusión en la República Romana y pese a que cayó bajo el yugo bárbaro como tantas otras zonas de Europa no acabó de fraguar una unidad política. Tras la conquista de Carlomagno, sus sucesores tenían un imperio muy grande que para mantenerlo unido precisaba de amplia autonomía local. El norte de Italia constituía el llamado "reino de Italia" que no era sino un título más del emperador. La deslealtad y la sedición fueron frecuentes en Italia y acentuadas por los enfrentamientos entre el Papa y el Emperador (la célebre y secular querella entre güelfos y gibelinos). Con una importante población urbana, especialización profesional e influencia de comerciantes y pequeños burgueses; gremios y alianzas comerciales suponían un importante contrapoder y freno a las aspiraciones belicosas y personalistas de reyes, Iglesia y alta nobleza. La cordillera alpina también ayudaba, claro está y que el valle del Po fuera una zona templada y especialmente fértil tampoco molestaba.

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s. XV

En la Baja Edad Media el norte de Italia era una región muy urbana y eminentemente comercial, tal es así que supuso el centro de recepción de productos de lujo del lejano oriente y de manufacturas de materias primas del norte de Europa (los flamencos empezarían a aprender a tejer sobre todo a partir de la Peste Negra, que azotó a toda Europa pero especialmente a Italia). Lugares como Lucca, Milán, Florencia, Venecia y Génova eran ciudades-estado llamadas repúblicas (como hoy lo son Uruguay o Austria) y de ellas Venecia es una excepción relevante.
Venecia nunca llegó a formar parte del Sacro Imperio y nunca llegó a ser realmente una ciudad-estado (aunque los propios venecianos en su idea administrativa distinguían la ciudad Venecia de Terraferma, es decir, el territorio continental fuera de la ciudad, como un añadido). Lo que es más, Venecia no participó directamente en las disputas de las ciudades italianas con el emperador y en aquellas ocasiones en que les daba por expandirse hacia el Véneto y Emilia-Romagna se encontraban con tal resistencia que se les quitaban las ganas de volver a intentarlo. Ah, pero la expansión por el mar es otra historia. Aquello se les daba de perlas.

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Galeaza veneciana en un instante de "la más alta ocasión que vieron los siglos".

Tras la extraña caída de Roma Occidental, Roma Oriental intenta volver a unir lo que estaba desunido. En Venecia la población original se traslada del continente a la laguna actual para ocupar una mejor posición defensiva. En las postimetrías del Imperio Romano levantar robustas murallas de piedra era algo prohibitivo y en muchos lugares la población se trasladaba a plazas con defensas naturales. La capital del imperio, Rávena, estaba situada en una zona pantanosa, donde era dificil plantear un asedio y mucho menos cargar con la caballería. Los pre-venecianos hicieron esto mismo alrededor del siglo VII y se mudaron a la laguna mencionada. Los bizantinos llegan hasta allí, nombran a un capitán de la guarnición y siguen a lo suyo. Los años pasan y aunque Venecia técnicamente formaba parte del Imperio Bizantino aquello pasa a ser algo que comenta la gente pero que tampoco tiene demasiada importancia. Lo que sí tiene importancia es que el pueblecito está protegido, rodeado de agua, y algunos tipos con posibles establecen su base de operaciones ahí (a la vez atrayendo a especialistas que trabajan el metal o el cristal, por ejemplo). Otra cosa que produce el paso del tiempo es que el contacto con el exterior se realiza por mar y los capitanes venecianos acaban por aprenderse de memoria la costa circundante, los bajíos, las corrientes, los vientos y las mareas. Se levantan atarazanas y se empiezan a construir barcos cada vez más aptos para la navegación en el Adriático (dromones, que es un nombre de barco que mola mucho).
El mar Adriático. El mar Adriático era la ruta más corta entre Bizancio y Europa Central. Los venecianos pasan a tener el principal puerto receptor de los productos de lujo de oriente y el principal emisor del oro y la plata de occidente. Paulatinamente van fundando refugios y fuertes en la costa Adriática y hasta llegan a un entendimiento con el Papa por el cual pasan a tener derechos exclusivos sobre la costa dálmata.
Bueno, nos hacemos una idea de que los venecianos tenían cierta independencia y prosperidad, dos maldiciones que atraen a los buitres. Y claro que había buitres. Allí ocurría lo mismo que en otras ciudades italianas: ciertas familias tenían mucha influencia y por lo tanto incentivos para coger el aparato del estado y ponerlo a su servicio. Aunque a diferencia de otras ciudades —Milán, Florencia— en Venecia el caldo estaba más repartido no por ello existía el riesgo de prevaricación. El caso es que como Venecia era autónoma desde la caída del Imperio Romano, las amenazas exteriores eran compartidas entre estas familias, existía la necesidad de compartir información (hombres de mar) y había territorio y negocio suficientes como para que los enfrentados no llegaran (demasiado) a las manos tuvieron la suerte de ir puliendo un sistema de gobierno único y especial. Un sistema de gobierno que pese a sufrir ciertas variaciones y correcciones les fue útil desde la época romana hasta la época de Napoleón. (Imaginaos por un momento que en lugar de tener una historia estándar inglesa, la tuviéramos veneciana, ¿cómo sería la caracterización de los periodos de la historia?).

El sistema político veneciano
La organización política de la República de San Marcos a lo largo de muchos siglos va variando, como es natural, pero siempre permanece la idea fuerte de equilibrios y contrapesos (o separación de poderes, pero nada que ver con lo que hoy entendemos por separación de poderes). El modelo maduro de esta administración es el que se establece entre los siglos XII y XIII (1297, Cierre del Gran Consejo) y será este del que hablemos con permiso de Juan Antonio de Vera y Zúñiga, Conde de la Roca, que en su obra de 1620 El Enbaxador, explica mucho mejor este tema.

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Sala del Gran Consejo o Consejo Mayor, en el Palacio Ducal.

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Reunión del Gran Consejo, en un cuadro de Antonio Diziani de mediados del XVIII.

La primera institución política es el Gran Consejo, estaba formada por un representante mayor de 30 años de cada familia patricia o importante de la ciudad (y posteriormente de algunas posesiones de Terraferma). Para hacernos una idea de su representatividad, lo formaban algo más de 2.000 miembros sobre una población urbana de 200.000 (como pico la Serenísima República llegó a mandar sobre dos millones de personas a finales del XV). Este consejo se reunía en el Palacio Ducal y su función más importante era la de elegir otros cargos.

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Sala del Senado, Palacio Ducal.

También tenemos el Senado, originalmente llamado Consejo de los Solicitados (Consiglio dei Pregadi, yo no sé italiano, aviso) porque se fue formando consuetudinariamente por solicitar consejo a especialistas en diversas materias. Formaban parte de él capitanes, magistrados de la laguna, magistrados de las aguas, magistrados de higiene y mendicidad, alcaldes, consejeros provinciales, etc. Sesenta miembros del Gran Consejo también estaban ahí. entre sus funciones se encontraban el consejo sobre política exterior y de seguridad interior.
El Consejo de Sabios era más pequeño y tenía una función ejecutiva. Cuando el Senado no estaba en sesión, ejercía sus funciones. Originalmente estaba formado por un magistrado representante de cada distrito (había seis) de la ciudad (posteriormente aumentó su número con la expansión a Terraferma). Los miembros se dividían las funciones por sectores de la administración de la república: estaba el encargado de la defensa, el del comercio, el del protocolo, el de la hacienda, etc. Rotaban en su puesto a los pocos meses.
Otro consejo era el Consejo Menor o Pequeño Consejo. Con un representante por distrito se encargaba de ayudar al dux a tomar decisiones. Ante la muerte del dux y hasta el nombramiento del siguiente este consejo pasaba a ejercer la autoridad del estado. También se encargaba de la organización de las elecciones a nuevo dux. El dinero que cada uno de estos consejeros podía gastar estaba limitado por ley.
Por fin llegamos al dux (doxe, en veneciano, doge en italiano). Su Serenidad fue el Jefe de Estado desde el siglo VII hasta casi el XIX. A diferencia de innumerables reyes continentales este título no siempre era codiciado debido a las infinitas limitaciones que conllevaba. Si eras elegido ya no podías ejercer actividad privada, debías deshacerte de propiedades de fuera de la ciudad, no podías casarte con extranjeras, no podías abdicar (el nombramiento era de por vida), tu familia directa no podía tener ningún cargo público, no podías nombrar obispos (de eso se encargaba uno de los consejos) y encima el Abogado del Estado te podía llevar a los tribunales (no había aforamiento ni inviolabilidad y esto es importante ya que existía un cuerpo independiente de policía encargada de vigilar a la administración).

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Vista desde la Basílica de la plaza de San Marcos antes de que Napoleón metiera las zarpas. A la derecha se ve la procuraduría vieja, donde la gente más rica de la ciudad tenía su apartamentito con vistas a las procesiones.

Podemos pensar que los patricios de más éxito no estaban interesados en ser dux y normalmente así era (¡pero no siempre!), mas el sistema de elección era tan retorcido que no tenían escapatoria. Es más, el sistema electoral era tan, tan retorcido que hasta se estudia en informática como ejemplo de algoritmo con el que dar preferencia a un proceso en competencia por los recursos de una máquina (no deja de ser un ejemplo de elección de uno entre muchos, problema habitual en matemáticas con aplicaciones en innumerables aspectos de la vida).
Las elecciones a dux

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Sala del escrutinio, Palacio Ducal. (Hay que imaginarse a un niño —¡Es Navidad, señor!— en medio de muchos señores barbudos).

La idea de organizar elecciones para nombrar a un cargo público es una vieja idea. Desde la democracia griega (el sorteo con bolitas en una urna), pasando por las magistraturas de la república romana (listas a elegir), la monarquía visigoda (patricios que tienen que ponerse de acuerdo), la elección del emperador del Sacro Imperio (príncipes-electores votando siempre a un Habsburgo), la elección de Papas por el Colegio Cardenalicio, hasta llegar a nuestros días. Es en la Edad Moderna cuando menos elecciones hay ya que los reyes europeos tienden a acumular el poder del estado. En Venecia sin embargo tenemos esta extraña combinación de características especiales de ciudad-estado que impedían el predominio de una familia y la consiguiente autocracia. El sistema de elección se fue puliendo hasta alcanzar su forma casi definitiva en 1268. Y os recuerdo que esto duró hasta 1797.
Bien, ¿cómo se elegía al nuevo dux? Supongamos que el viejo dux muere entre estertores y esputos sanguinolentos en su aterciopelada cama del Palacio Ducal (un edificio que no era tanto un palacio como una sede administrativa del gobierno lleno de funcionarios). Mientras se organizan las correspondientes misas de difuntos y se envían correos con la noticia, un miembro del Consejo Menor asume con interinidad las funciones del dux. A continuación se repasa la lista actualizada del "censo electoral", un librito llamado "Libro de Oro" donde está la relación de las grandes familias venecianas. Se localiza al miembro de menor edad del Gran Consejo y se le encomienda la primera tarea de las elecciones: ir a rezar a la Basílica de San Marcos. Una vez que este señor acaba de rezar sale a la plaza y debe agarrar al primer niño que vea. Según la tradición el niño recibe un nombre "balotino" (algo así como "votito", creo). El consejero se lleva al niño a palacio y pregunta si alguien tiene algo que objetar contra el niño.

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Procesión de la Vera Cruz en la plaza de San Marcos (Bellini, 1496).

Si no hay problemas colocan al niño ante una urna con los nombres de los más de dos mil miembros del Gran Consejo y se le pide que saque aleatoriamente 30 bolas (balote, de ahí ballottaggio, ballot, etc). De esas 30 bolas se comprueba nuevamente que no haya parentesco entre los nombres y entonces se eligen aleatoriamente 9 bolas. Esos 9 del Gran Consejo tienen que elegir 40 nombres, para aprobar cada nombre debe haber 7 que estén de acuerdo. A continuación, de esos 40 se seleccionan 12 aleatoriamente. Esos 12 deben votar a 25, cada nombre exigiendo 9 votos afirmativos. De esos 25 aleatoriamente se seleccionan 9. Estos 9 votan 45 nombres, exigiendo cada nombre 7 votos afirmativos. Después de entre esos 45 se seleccionan 11 aleatoriamente. Estos 11 votan una lista de 41 nombres, exigiendo cada nombre 9 votos afirmativos. Estos 41 son los que finalmente votan al nuevo dux, exigiéndose al menos 25 votos afirmativos (mayoría reforzada del 61%).
Este sistema tiene varios aspectos a comentar. En primer lugar llama la atención cómo intercala votaciones conscientes con sorteos aleatorios. Cada sorteo reduce el cuerpo electoral y cada votación lo vuelve a aumentar exigiendo mayorías muy reforzadas. Lo bueno que tiene el sistema de sorteo es que un interesado lo tiene muy complicado para manipular la aleatoriedad. Pero a su vez, como la aleatoriedad puede resultar en la elección de una acémila, hay votaciones intermedias que aseguran —quebrado el interés partidista— la elección de gente popular o capaz. Es realmente complicado que una facción sea tan poderosa como para que sus partidarios cuenten con mayoría en varias iteraciones. Y aunque contasen con ella, tendrían que tener siete partidarios en grupos aleatorios de nueve o nueve en grupos de once. Como mínimo haría falta conseguir la lealtad de 3/5 partes del Gran Consejo (+1.200 personas de las familias más ricas de la república) y aún así tampoco tendrías una probabilidad de 1 (es decir, no tendrías garantizada la elección).
Como apunté antes, el puesto de dux no siempre era deseado y hubo momentos en los que se conspiró para evitar ser elegido. Estos sistemas de seguridad no podían impedir el uso de resquicios de libertad a la hora de votar. Por ejemplo, siendo el cargo de dux un cargo de por vida, los votantes tendían a elegir nombres de entre los más ancianos para así garantizar que al menos no durasen mucho en el cargo.

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Palacio ducal.

Hay además curiosidades detrás de estos números. 9, 11-12, 40-41, hay ciertos números que parecen repetirse cuando no hay aleatoriedad ¿algún significado supersticioso? Tal vez estos números deriven de los tamaños de las facciones. Si pides nueve votos afirmativos para un nombre, tiene pinta de que como mucho una facción consta de ocho personas. Los distintos tamaños poblacionales pueden responder a la posibilidad de alianzas entre facciones. El sistema perfeccionado fue de finales del XIII y duró casi hasta el XIX. En el siglo XIII la gente no era nada boba y además había temor de Dios, que eso nunca está de más.
Psicología del Estado y teatro de seguridad
 

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El campanario de San Marcos, del XVII, se cayó en 1902 y fue reconstruido en 1912.

Fue Bruce Schneier el que desarrolló en Beyond Fear la teoría del "teatro de seguridad". Esta teoría explica por qué el Estado desarrolla métodos para hacernos sentir más seguros sin que efectivamente estemos más seguros. La seguridad pública responde en gran medida a una ficción. Con lo manipulables que somos es muy sencillo meternos miedo, aunque sea un miedo injustificado. El Estado —a veces sin saberlo o sin que los políticos lo sepan— utiliza ese mismo mecanismo para infundirnos seguridad. Se trata de la apariencia, se trata de hacer teatro. En serio, ese detector de metales no va a impedir que alguien que quiera secuestrar el avión lo haga.
Puede que en el sistema de elección del dux haya algo parecido a esto. Puede que haya tantos contrapesos para hacer creer a la gente que el sistema es realmente incorruptible. Además, la República de San Marcos era especialmente ceremoniosa (había mucha influencia bizantina ahí funcionando). Una de las más altas magistraturas del estado era la del tío que organizaba las fiestas en la ciudad, no lo olvidemos.
O también podía ser esto tan ceremonioso como operación publicitaria. Venecia era una república mercantil, con presencia de negociantes de todo el mundo que tenían contratos con los patricios. La elección del dux era un hecho especial en la vida pública de la ciudad y servía como excusa para hacer procesiones, reuniones de empresa, hablar de negocios y de política, etc. Los patricios podrían demostrar su seriedad en los negocios haciendo alarde de su obligación política.
O igual se trata de una mezcla de todo esto. Lo que sí debemos tener claro es que Venecia fue un régimen complejo, funcional, exitoso al menos hasta las Guerras de Italia en el XVI y una conexión directa desde la Antigüedad Clasica hasta la Revolución Industrial. Casi nada.

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