Revista Cine

El asunto pendiente

Por Francescbon @francescbon
EL ASUNTO PENDIENTE
Hasta hace dos días, pensaba que Chloe Sevigny era francesa. De hecho, llevaba una empanada sobre Julie Delpy, Chloe Sevigny y Avril Lavigne, bastante considerable. Confusión que voy aclarando, y que atribuyo a ese dígrafo "gn" que lo afrancesa todo. Julie Delpy es una actriz francesa algo lánguida, y Avril Lavigne una cantante faux punk canadiense (insoportable, por muy apetitosa que esté), y, desde hace dos días, Chloe Sevigny es norteamericana, y es Mia. Sí, Mia.Puede que hasta hace dos días estuviera convencido al 100% de que era una mujer y ahora no lo esté.Chloe Sevigny era famosa, entre otras cosas, porque, siendo pareja de Vincent Gallo, este sí, francés, director de cine y músico que publicaba en Warp (detalle a tener en cuenta), una de sus películas, The brown bunny, incluyó una escena completita en que la chica le practicaba a su novio, también actor en la película, una felación. Real, cámara fija y sin una duda. Normalmente, la conservadora escena americana no perdona estos desmadres. Pero la Sevigny parece haberse sobrepuesto. Y de qué manera.Estaría convencido de que es una mujer si no lo hiciera tan bién como transexual en esta pequeña maravilla llamada Hit & Miss. No es un espóiler: apenas han aparecido los títulos de crédito y Mia, su personaje, ya ha hecho de las suyas. Se ha cargado a tiros a un tipo en un párking y, al llegar a casa tras la jornada de trabajo, nos ha mostrado su asunto pendiente entre las piernas. Apenas tres minutos en el primer episodio; ese misterio se resuelve antes de llegar a plantearse. O sea, esto no es Juego de lágrimas. A partir de ahí, la carta que recibe y su vida, su apacible vida de transexual que se dedica a ser asesino a sueldo, una vida, claro, normal como otra cualquiera, se trastoca y sufre en sus cimientos, en esos cimientos que son presa de frío cálculo y frío crimen, parece ir a obrar un cambio.Basta. Vedla vosotros: son, para variar en series británicas, seis capítulos de una, parece, única temporada. Donde los varones nos sentiremos algo incómodos: ¿es normal que resulte tan atractiva una chica que interpreta a un transexual? ¿qué me tomo, doctor?. Atrae la actriz y atrae el personaje, y mientras dudamos nos dan ganas de rascárnoslo todo, aunque salimos de dudas, ah, sí, que socorrido el pretexto: la Sevigny hace tan bién de transexual que nos hace dudar y todo. Pero no, machotes, tranquilos: es chica. De extraña belleza, pero chica. Con ese pequeño retoque de maquillaje para endurecer rasgos y esa exageración física para masculinizarla cuando asesina y para feminizarla cuando seduce. Con el pingajillo colgando, que es látex o lo que sea, pero que es una prótesis. Tranquilos. Para todos los gustos. Glups, cómo suena eso. En fin, repito: vedla vosotros y comprobad otra vez la estética azulada y los secundarios desconocidos y el eterno verdor y las nubes de la campiña inglesa. Los pubs de mala muerte con asientos siempre reservados para los mismos. Las noches y las esperas en coches con el volante a la derecha. Magnífica serie.

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