Revista Cultura y Ocio
Recuerdo haber leído una vez, hace muchos años, cuando todavía era un niñuelo, un artículo en el que preguntaban a un importante ecologista que, si tuviera que escoger un solo país para convertirlo en área protegida, cuál sería. Su respuesta fue rápida: "Perú". Y le sobraban motivos para decirlo. Todos los que me conocen saben que desprecio absolutamente ese mal de masas al que llaman "nacionalismo", que no es otra cosa que la estupidez iluminada con neones en el super-consciente colectivo: desconozco ese sentimiento al que llaman "responsabilidad cívica", no he visto ni tengo interés por ver una sola de las peleas de Kina Malpartida, no he visto La teta asustada de Claudia Llosa porque Madeinusa me pareció una reverenda cagada, no creo que Machu Picchu sea la antesala del paraíso (ni que merezca el título de "Maravilla del mundo") y definitivamente estoy convencido de que ya es hora de que dejen de preguntarle a cada famoso que viene del extranjero si ya probó un plato de ceviche (o de que alguno de ellos diga: "Sí, y me pareció una porquería", aunque suene a blasfemia porque la verdad es que es muy bueno). Y claro que me gusta el pisco, pero eso sí: a mí que nadie me joda con panfletos de amor por la patria cuando me tomo un trago, o nos vemos afuera: mis copas no son un conventillo, y las pago yo, no Promperú.Bien: cerrado este paréntesis, diré lo que tengo que decir, y eso es que amo a este país de todas las sangres, todos los muertos y todas las resacas, pero sin maquillaje. Y, también, con toda su naturaleza. Porque eso que dijo el ecologista del que les hablaba tiene mucho sentido: el Perú es un país de enormes riquezas naturales, entre ellas la mayor cantidad de microclimas del mundo y una biodiversidad de tal magnitud que sólo Indonesia nos gana por una cabeza. Buena introducción a este tema es este documental, que recomiendo ver completo (las otras partes están en Youtube): Candamo, la última selva sin hombres, de Daniel Winitsky:
Y eso todavía es poco, puesto al lado de todo lo que hay... Pero nosotros, ¿qué cosa hacemos? Pues lo más sencillo: cagarnos supremamente en todo esto, y sentarnos a mirar cómo algunas empresas lo echan todo a las llamas en nombre del Progreso. ¡Progreso! ¿Cómo pueden llamarle así? Es un nombre que casi da miedo, por el que los seres humanos son capaces de llegar a extremos terribles. No es que no crea en el progreso: claro que es importante, pero siempre y cuando vaya escrito con minúscula, y sea tomado por lo que es: una herramienta de desarrollo social y humano, y no un fin o un ideal de proporciones metafísicas.
Hace no mucho, celebrábamos la desmantelación de las dragas ilegales que habían montado en los ríos de Madre de Dios para extraer oro, porque el efecto que tienen sobre el medio ambiente es terrible. Pero las cosas siguen movidas en nuestra selva baja, y todavía no hay políticas sólidas de conservación que aseguren que nuestra amazonía esté a salvo y pueda dormir tranquila por las noches. Creo que ya es lo hora de que los que pueden hacerlo hagan algo.
Yo no sé de qué color se pintará el futuro, pero tal y como van las cosas, espero que se tome su tiempo, cosa que me agarra bien enterrado y ya algo putrefacto cuando llegue. Hay cosas que es mejor no ver. Ya que tenemos cerebros con lóbulo frontal y todo eso, ¿por qué no usarlo? Ya que tenemos tecnología de punta, ¿por qué no hacer algo útil con ella? A mí los rollos moralina no me van muy bien, pero es que con asuntos de este tipo... ¿qué les puedo decir? Me indigno, me entran ganas de aplicar lo que he aprendido leyendo al Marqués de Sade a algunos seres a los que me cuesta llamar "humanos" y con los que no me tomo una cerveza pero ni aunque ellos la paguen. No se trata de ser fundamentalistas, porque eso es una basura del tamaño de un camello, pero sí de poner otra voz en el diálogo, de hacer notar que hay cuestines por las cuales preocuparse y que, de verdad, merecen la oportunidad de seguir con vida. Echen un vistazo al documental que les he dejado más arriba, o a este blog y díganme: ¿todo eso vale menos que un caserón de lujo con piscina, yate privado y perritos ultra-pedigree que entran en tu bolsillo si te lo propones? Yo creo que no... en todo caso, el tipo de atardecer que quiero es el de la foto que encabeza esta nota, y no el otro.