Revista Educación
Lo que convierte a una persona en maestra de otra está más allá de los medios de los que disponga, es una relación de nutrición mutua en la que ambas exploran la condición humana en busca de sus tesoros. La labor esencial de un maestro no es instruir, su verdadero trabajo es dar a luz. Para ello debe primero concebirse como ser único y creativo e ir gestando su particular forma de enseñar en la misma práctica diaria. A partir de ahí, cada clase se convierte en un nacer a la vida junto con sus alumnos. En este nacer diario la vida no se aprende de los libros, sino que se descubre en su propio disfrute, Las personas así educadas no ven su futuro como un lugar seguro a ocupar en su sociedad, sino como su creación, en la que verán reflejada su propia esencia, con la cual enriquecerán y crearán una cultura abierta a la vida y su abundancia. Todo esto parece muy ambicioso para un maestro, pero no olvidemos que el auténtico maestro lo es en su corazón, el lugar en el que nacen los sueños más atrevidos. El educador es un espantador de miedos, que ayuda a sus alumnos a descubrir su propio valor, porque sabe que sin él nunca podrían llegar a sentirse los creadores de su vida. Tal vez tras leer estas palabras pienses, querido lector, que todo en tu vida hubiese sido más fácil si en la escuela te hubieses encontrado con un maestro como el descrito. No te desanimes por ello, aún puedes encontrarlo … ¿qué te parece encarnar tú mismo ese maestro y empezar a reeducarte …? Nadie puede impedírtelo, recuerda que para ser un auténtico maestro tan solo necesitas sentirlo en tu corazón. Aún puedes aprender todo lo que necesitas para disfrutar de la vida, y si eres educador vivirás ese disfrute multiplicado en una mágica relación con tus hijos o alumnos. ¿Te animas … profe? ”