Revista Cultura y Ocio

El beso de la mujer araña

Publicado el 08 julio 2019 por Aurisecular

EL BESO DE LA MUJER ARAÑA

Es imposible permanecer indiferente. Durante la lectura de El beso de la mujer araña llegamos a penetrar en ella para estar más cerca de Molina, para no perder ni un detalle de sus relatos. No sólo somos espectadores de los movimientos, las palabras, los gestos; llega un momento en el que conseguimos saltar adentro. Y sufrimos y gozamos con los protagonistas, y sufrimos de nuevo aunque algo bello se haya instalado en nuestra alma.

No es de extrañar que la novela, escrita en 1976 por el argentino y prohibida por la dictadura militar se llevara a la gran pantalla en 1985; El beso de la mujer araña es una obra maestra. Su autor consigue crear una narración sin uno de los principales elementos de este género. No hay narrador. No hace falta. Los diálogos entre el preso político Valentín Arregui y el preso común (homosexual) Luis Alberto Molina son suficientemente indicativos para ponernos en situación. A través del relato de películas con que Molina entretiene a Valentín empezamos a vislumbrar el carácter de ambos. Molina necesita sus dramas románticos, con los que se introduce en una fantasía en la que fusiona su propia realidad. Siempre se identifica con el personaje femenino más glamuroso, con un punto de tragedia y sufrimiento pues, así se ve él, ella. Molina es una mujer encerrada en un cuerpo de hombre. Sensible. Buena. Cariñosa. Desprendida. Antepone los deseos de los demás a los suyos aunque en ocasiones se rebele contra su propia forma de actuar; la educación recibida la hará desistir de su interés por adaptarse al de quienes la rodean: su madre, amigos, novios... y por supuesto Valentín. Molina se da cuenta de que no es aceptada por la realidad, consiente con cierta naturalidad la humillación, el miedo, el dolor y se refugia en su idealismo fílmico. Dentro de la película, el protagonista consigue separar la sensatez de la opresión para poder formar parte de la vida. Molina es surrealista, en él predomina el impulso del subconsciente. Es representante de la fragilidad del ser humano, de ahí que en todo momento se rodee de una triste melancolía, de ahí que elija, en sus películas, el papel trágico, triste, perdedor, de ahí que sea capaz de fusionar perfectamente el sueño y la realidad para vivir en su lógica liberada de toda normativa opresora.

EL BESO DE LA MUJER ARAÑA
Mediante las películas narradas por Molina empezamos a conocer a Valentín, un joven idealista que cree en una sociedad justa a la que se llegará mediante la lucha contra la dictadura. Valentín es disciplinado, seguir una normativa es crucial para formar parte de una realidad libre. A Valentín lo rodea un pesimismo existencial total, que viene de anteponer constantemente el deber al deseo. Está encarcelado por sus ideas políticas y lo acepta, sabe que toda decisión acarrea una consecuencia; pero sigue peleando por lo que cree aun en la cárcel. Estudia rigurosamente todos los días, es consciente de que sólo a través de su existencia podrá hacerse mejor; por eso lee, quiere formarse un juicio personal que no lo cosifique; su individualismo será el arma con la que luchar contra la sociedad embrutecida, animalizadora, capaz de estropear al ser humano.

Dos personalidades diferentes aunque unidas desde el comienzo por el respeto mutuo y la comprensión, que derivarán con el tiempo en admiración. Los personajes se van acercando tanto que piensan en el otro antes que en sí mismos. El director de la cárcel chantajea a Molina con su libertad para que le saque información a Valentín, cuando esté tan debilitado por la comida envenenada que no sepa ni lo que dice. A pesar de ser lo que más desea, Molina no sólo no deja que Valentín le cuente nada sino que lo cuida cada vez que se intoxica. Tanto es el amor que le demuestra que el activista político se lo quiere pagar con sexo. Pero no es un simple pago; los momentos íntimos se repiten hasta que no son dos sino uno; ni ellos mismos saben de quién se trata

Se va produciendo entre ellos una identificación similar a la experimentada por don Quijote y Sancho. Para cuando Molina va a salir de la cárcel ya no vive en su mundo onírico, se ha valentinizado y es consciente de que puede tener un papel importante en la lucha por la libertad de su país.

Valentín también se ha molinizado en la cárcel, en su subconsciente vive una lógica liberada desde que se ha percatado de la fragilidad del ser humano

La novela es formidable. Sin escenas violentas (directas), Manuel Puig consigue retratar lo más cruel del hombre y lo más compasivo. Es la cara y cruz de la condición humana.

Argumentalmente es como las películas que cuenta Molina, sensual, apasionada, trágica. Ideológicamente es progresista, respecto incluso de la sociedad actual; se adelanta cuarenta y tres años para reclamar un estado libre de pensamiento, donde se pueda vivir sin ningún tipo de menosprecio sexual. Creo que debería de ser lectura obligada durante la conmemoración anual del Orgullo LGTBI

Estructuralmente es tan novedosa que no sólo triunfó en el postboom. Aún hoy estas innovaciones hacen de El beso de la mujer araña una novela actual: Está dividida en dieciséis capítulos, de cuatro configuraciones diferentes. La que predomina es la de diálogo entre Molina y Valentín; así comienza la novela, in medias res, con la narración de La mujer pantera. De los comentarios entre ambos empezamos a intuir la personalidad de cada uno

EL BESO DE LA MUJER ARAÑA

Los silencios, indicados por puntos, son signo de que duermen o del paso del tiempo en general.

El capítulo quince es el informe sobre los pasos que dio Molina, desde el miércoles 9, en que es puesto en libertad, hasta el viernes 25 en que lo mataron.

El surrealismo convive con la realidad "-Vos sos la mujer araña, que atrapa a los hombres en su tela". También la lucha por la vida, la que conforma al hombre no por su esencia sino en su existencia; es un factor clave en esa realidad, aunque al ver las consecuencias, lo dejen sumido en un profundo pesimismo existencial "Marta... tengo miedo [...] miedo terrible de morirme [...] que mi vida se haya reducido a este poquito, porque pienso que no lo merezco [...] que luché [...] contra la explotación de mis semejantes...".

Efectivamente, ante la belleza imaginada por Manuel Puig, la realidad es la que hace que se nos parta el alma.


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