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El bostezo: una forma de comunicación

Por Somospsico

El bostezo: una forma de comunicaciónSeguramente no hayas podido evitar bostezar alguna vez cuando, estando a primera hora en el trabajo, alzaste la mirada y un compañero tuyo lo hacía. Realmente parece imposible de controlar, pues la necesidad que sentimos de hacerlo es, en ocasiones, muy grande.

Bastantes estudiosos se han detenido a analizar este fenómeno, concluyendo un aspecto bastante interesante y, a la vez, bastante lógico: los humanos somos animales sociales que utilizamos el bostezo para comunicar nuestro estado a los demás, de manera que se considera “socialmente” más adaptativo el sincronizar las horas de sueño del grupo.

Esta hipótesis parece ser bastante acertada. Resulta curioso que, aunque todos los vertebrados bostezan, sólo los humanos y los chimpancés tienen un bostezo contagioso, al ser dos especies que han desarrollado una complejidad social superior al resto.

Además, es tan sólo a partir de ciertas edades cuando comenzamos a ser especialmente sensibles a los bostezos de los demás. Este hecho lo demostraron recientemente Psicólogas de la Universidad de Connecticut, en un estudio en el que participaron 120 niños de entre 1 y 6 años de edad.

En dicho estudio, una investigadora leía un cuento a los pequeños, deteniéndose de vez en cuando para bostezar de forma llamativa durante varias veces. Se demostró que menos del 10% de los niños de menor edad (entre 1 y 4 años) respondían a los bostezos, elevándose el porcentaje entre los demás hasta el 40%. Parece ser que el “cerebro social” tardaría un poco en desarrollarse, pero tampoco demasiado.

En la segunda parte del estudio, aplicaron el mismo sistema a un grupo de niños autistas. Los resultados obtenidos fueron los siguientes: tan sólo imitaban los bostezos en torno al 10% de los niños de entre 5 y 12 años, en relación al 40% anterior.

La interpretación de estos resultados no fue que los niños autistas no fuesen capaces de reconocer el bostezo, sino que parece ser que en su cerebro existe una menor tendencia a responder a las interacciones sociales, de forma que no estarían desarrollando un vínculo emotivo automático con quienes les rodean.

En cualquier caso, nosotros nos despedimos ya por hoy, que tanto hablar de bostezos nos está dando sueño.

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foto|graur razvan ionut


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