“La alegre y vivaracha Sophi de la que nadie volvió a saber.”
Así se titulaba el relato del señor Fuster.
Por lo que cuentan, Sophi era una muchacha muy conocida en el pueblo. Vivía enamorada de la vida, de la música y del arte pictórico; pintaba y coleccionaba retratos de todos los habitantes del pueblo y había abierto una pequeña galería de arte debajo de su casa donde los tenía expuestos. Todos ellos, pintados al óleo, presentaban al público rostros sonrientes, tímidos y afables, que contenían la alegre y cálida esencia de la muchacha.
Los habitantes del pueblo ardían en deseos por conocer al hombre vivaracho y alegre que finalmente hiciera de Sophi su flamante esposa, pero Sophi sonreía, agradecía y esperaba secretamente la llegada a su vida de un vendaval arrollador.
En el relato del señor Fuster, también se hablaba de una mansión señorial decimonónica abandonada al transcurrir del tiempo, sita a las afueras de ese mismo pueblo. En otro tiempo había pertenecido a una enigmática familia inmigrante alemana cuya desaparición había conmocionado tremendamente a los lugareños, razón por la cual la casa había quedado abandonada y maldita para siempre.
Sophi, según contaba el tío Fuster, solía trabajar en sus retratos en el jardín de esa mansión abandonada, pues presentaba para ella un bonito y tranquilo rincón para desarrollar su creatividad rodeada de pájaros, buganvillas y amapolas silvestres.
Supongo que la leyenda de Sophi comienza en este preciso momento: Una mañana, durante uno de sus evocadores paseos por el jardín, la muchacha había levantado distraídamente la mirada hacia una de las avejentadas ventanas de la mansión, casi engullida por la maleza, viendo repentinamente algo que haría cambiar para siempre el rumbo de su destino: El oscuro retrato de un caballero de uniforme, de rostro impertérrito y de mirada lánguida, azulada pero tremendamente penetrante; todo él, rodeado de un halo de nostalgia romántica. Un elegante caballero de cabello cano que desde esa ventana parecía admirarla y respetarla en silencio. Un caballero que representaba todo su anhelo secreto.
Sophi llevó su caballete bajo aquella ventana y pintó incansablemente y día tras día aquel rostro hasta que la luz del sol se extinguía para dar paso a las noches, tras lo cual, se sentaba en una silla desde la que observaba bajo la luz de la luna aquel imponente e hipnótico retrato.
Una noche de luna llena, se perdió el rastro de la vivaracha Sophi. El tío Fuster había ido al jardín el día siguiente a la desaparición para conseguir desentrañar el misterio descubriendo con pavor que, el lienzo que antaño se había asomado por aquella ventana sucia y enmohecida, había quedado vacío y en su lugar mostraba una silueta blanca, la silueta que antaño había contenido el contorno de El caballero de mirada lánguida. Se cuenta que Sophi, embrujada por la luna, había huido con su enigmático y enamorado caballero a un recóndito y misterioso lugar del que nunca regresaron.