Revista Política
La fotografía de la portada de El País en su edición de ayer es de las que rejuvenecen a los que ya tenemos una edad: durante la manifestación vecinal contra el derribo del barrio valenciano de El Cabanyal, en la que las policías Nacional y municipal (!) se emplearon con violencia salvaje contra ciudadanos indefensos, una mujer mayor derribada en el suelo grita de dolor cuando un policía nacional le pisa en el vientre con su botaza de sayón provocador de disturbios. Realmente, la imagen nos devuelve a los tiempos en que los "grises" de Franco intentaban cerrarnos la boca en la calle a golpe de porra y patada. La fotografía ha desaparecido hoy de la edición digital de El País, seguramente para contribuir a mejorar la imagen de los llamados antidisturbios.
El caso es que los vecinos de El Cabanyal, que protestaban contra el macropelotazo urbanístico que en ese antiguo barrio popular pretenden llevar a cabo los chorizos del Partido Popular (PP) saqueadores del País Valenciano en general y de la ciudad de Valencia en particular, no hacían otra cosa que intentar impedir que las máquinas pudieran comenzar a derribar las casas del barrio, por el procedimiento de interponerse entre ellas y los edificios a derribar sin más armas que su cuerpo gentil y la potencia de sus gargantas. A fin de cuentas esas son sus casas, condenadas por el Ayuntamiento en el que reina como monarca absoluta Rita Barberá, la señora alcaldesa con aspecto de verdulera pero con gustos caros (exigía bolsos de Louis Vuitton a la red Gürtel, según consta en el sumario de este caso), a fin de que un puñado de especuladores inmobiliarios puedan edificar en una amplia área urbana que ahora tapona el crecimiento de la Valencia pijo-hortera soñada por estos bandoleros.
Ayer por la tarde un tal Ricardo Peralta, delegado del Gobierno en Valencia, repetía como un robot una y otra vez ante los micrófonos de la Cadena Ser que sus policía nacionales habían tenido una actuación modélica, cuando en todos los telediarios pudo verse la inaudita brutalidad desplegada por esa gente. Se ve que pegar con saña a gente indefensa le parece al señor Peralta (que se supone debe ser "socialista") una "actuación proporcionada". Parece que el Gobierno español va a abrir una investigación; la verdad es que a la vista de las imágenes poco hay que investigar. Se impone el cese fulminante del "socialista" Peralta porque o bien los policías siguieron sus órdenes y el señor delegado del Gobierno es responsable directo del salvajismo policial, o bien actuaron por su cuenta y el señor delegado ni se entera de lo que hacen sus subordinados; en uno u otro caso, el señor Peralta debe ser cesado inmediatamente, ya que es un peligro para la seguridad ciudadana. Y haría bien el Gobierno en destituir asimismo a los mandos policiales tras los que Peralta intenta escudarse, porque ordenar apalear a vecinos indefensos no es propio de guardianes del orden en una democracia y sí de sicarios de una dictadura fascista.
De paso, el tipo cuya pezuña pisaba a la mujer en la fotografía de El País debería estar, ya, en la cola del INEM, buscando un empleo en el que no resulte un peligro público para la integridad de las personas.
La batalla de El Cabanyal apenas ha comenzado. Lo que se ventila en ese espacio urbano es decisivo para la credibilidad de los poderes públicos. De un lado tenemos un Ayuntamiento, el de Valencia, enfeudado a intereses especuladores, que desde hace 12 años practica mobbing contra miles de ciudadanos de El Cabanyal, abandonando el barrio a su suerte y permitiendo conscientemente su degración como modo de expulsar a los vecinos y poder meter las máquinas de derribo cuanto antes; del otro, un movimiento ciudadano que defiende el derecho de una comunidad a no morir y a no ser pisoteados por la misma Administración que debería velar por sus derechos ciudadanos. El disparo de salida del conflicto lo han dado los especuladores y sus cómplices del PP a golpe de porra. Veremos si en su respuesta el Gobierno español está a la altura del desafío, o una vez más se deja acogotar por esa gentuza.