Revista Cultura y Ocio
CAPÍTULO 10: EL EQUIPO DE TIRO
Sin dar más explicaciones, Nemo desapareció bajo la superficie. Intrigada, Nicole le siguió con la mirada. Se sintió de nuevo muy sola. ¿Por qué todos, cuando tenían alguna idea para rescatarla, comenzaban por abandonarla? El delfín dio un salto y levantó con él un chorro de agua que se derramó en una lluvia de pequeñas salpicaduras. El cetáceo no se alejó demasiado. Nicole aguzó el oído para distinguir los agudos sonidos que brotaban de su cabeza, curiosamente parecían multiplicarse en la distancia. Enseguida descubrió el motivo. Nadando, saltando y haciendo un sinfín de acrobacias distinguió una manada de delfines muy similares a Nemo. Los cetáceos surcaron el agua a gran velocidad, hasta detenerse alrededor de su compañero. Conferenciaron juntos durante unos segundos antes de acercarse al iceberg.
- Nicole, - anunció Nemo, - te presento a Naiad, Thalassa, Despina, Galatea, Larissa, Proteo, Tritón y Nereida.
- ¡Encantada! ¡Qué nombres tan bonitos! - comentó la joven.
- Me alegra que te gusten. Son nombres de lunas, – le explicó Tritón halagado.
- ¿Lunas? - se extrañó Nicole. - ¿De dónde?
- Son lunas de Neptuno – aclaró Naiad.
- Los delfines somos gregarios, - interrumpió Nemo. - Nos movemos casi siempre en grupo y estos son mis compañeros. He pensado que no nos costaría demasiado remolcar el Trineo a través del océano. De hecho nos resultaría bastante sencillo, estamos acostumbrados a actuar en equipo. Con frecuencia jugamos a sincronizarnos para realizar saltos y piruetas.
Por si la chiquilla precisaba una demostración, los nuevos delfines realizaron toda una serie de saltos en su honor. Al terminar la niña les aplaudió entusiasmada.
- ¡Cómo me gustaría saber hacer eso! - suspiró.
- Tal vez en otro momento. Ahora hemos de evitar que termines a la deriva y conducirte a tierra, al Polo Norte si así lo deseas, lo más rápidamente posible.
- ¿Haríais eso? - preguntó conmovida la muchacha - ¿En serio? ¿Les parece bien a ellos?
- Por supuesto. Ya ves lo rápido que han acudido todos a mi llamada. Les he explicado lo que ocurría y no han dudado ni un segundo en ayudar a la nieta de Papá Noel. Opinan que sería una desgracia no llegar a tiempo de salvar la Navidad. Quieren actuar, no quedarse de “aletas cruzadas”.
- ¿Un Trineo Mágico tirado por delfines? - se ilusionó la joven - ¡Es un plan genial!
Nicole observó al grupo de animados delfines que saltaba alrededor del bloque de hielo. Pese a la llamativa reducción de su tamaño, el iceberg era aún bastante grande y la diferencia de altura con respecto al nivel de las olas convertía en imposible la tarea de colocar los arneses a los cetáceos.
- No voy a tener más remedio que lanzar el Trineo al agua para que os podáis enganchar- les informó. - Pero antes de nada, he de prepararlo todo bien para asegurarme de que flote con facilidad y os cueste menos arrastrarlo.
La joven cogió los flotadores de los renos y los infló con ayuda de la bomba. A continuación, los encadenó en una soga y los amarró, uno por uno, a las barandillas laterales. Comprobó la firmeza de sus nudos. Por último, tiró de la válvula de su propio chaleco salvavidas. Subió al pescante y soltó el freno.
- ¿Preparados?- consultó.
- ¡Estamos listos! – asintió Nemo.
- ¡Pues allá voy!
Con cuidado, la muchacha se situó detrás del trineo y, al igual que había hecho con Star, lo empujó con fuerza. Poco a poco el aparato se deslizó sobre el hielo. Pese a que sus botas se escurrían sobre el suelo, Nicole no aflojó en su empeño ni soltó la presa de sus brazos sobre el aparato. Resbaló aferrada a él. Afortunadamente, no sólo las botas, sino también los esquíes patinaban con facilidad y la inercia del pesado armatoste le hizo ganar velocidad según se aproximaban al borde del témpano. Nicole saltó al interior de la cesta una fracción de segundo antes de que la máquina saliera lanzada hacia el agua.
El trineo cortó el aire y voló unos centímetros antes de caer casi en picado. Su tripulante se agarró como una lapa a los enganches que aseguraban la lona de cubrir los regalos y se enroscó cómo pudo con ella. El amerizaje la zarandeó con fuerza y la inmersión levantó una columna de agua y espuma, sin embargo la gruesa tela impermeable evitó que terminase calada hasta los huesos, aunque no impidió que acabase algo mojada. El vehículo emergió ayudado por la ristra de flotadores de sus lados. Una vez terminó de balancearse, Nicole dejó su posición y se dirigió al pescante. El grupo de delfines, con una exhibición de acrobacias, se acercó al peculiar bote.
- ¿Cómo os pongo los arreos?- les consultó Nicole. - Están pensados para renos, no para delfines.
- No te preocupes, seguro que podemos engancharnos bien con ayuda de las aletas. Lo más fácil es que arrojes las correas al agua y nosotros nos encargamos de que queden bien sujetas.
- De acuerdo. ¡Allá van! - avisó la niña mientras las lanzaba.
Nemo buscó la posición de cabecera del aparejo y tiró de ella para estirar las bridas sobre el agua. El resto de los cetáceos, se alinearon en dos filas a los lados. Se sumergieron a la vez y tras un instante emergieron juntos de nuevo. En la maniobra introdujeron sus cuerpos entre el atalaje. Con una pirueta ciñeron las cintas a sus flexibles cuerpos hasta que dejarlas perfectamente adaptadas. Proteo levantó una gran tromba de agua al situarse en la posición de Trueno. Despina, cuya mancha blanca del lateral brillaba como un relámpago, escogió la de Rayo. La dulce Naiad ocupó la de Cupido y la veloz Larissa se adueñó del lugar de Cometa. Las pizpiretas Thalassa y Nereida se instalaron en los puestos de Traviesa y Saltarín, Galatea giró con la misma elegancia que Danzarín y Tritón surgió del agua con la energía de Brioso. Nemo se enganchó en la guía de la cabeza de Rudolf. El equipo de mamíferos marinos tiró entonces de la nave que se deslizó en el agua con la misma facilidad que sobre la nieve.
- ¡Funciona!- exclamó Nicole. - ¿Estáis cómodos? ¿No os molestan los aparejos?
- En absoluto - le aseguró Nemo. - ¿Nos ponemos en marcha?
- ¡Adelante! - respondieron todos al unísono.
La joven estudió maravillada la coordinación de su equipo de tiro. Ayudados por la corriente, más que nadar, parecían volar sobre el agua. A pesar de la velocidad, el trineo navegaba con suavidad y Nicole sintió que su cuerpo se relajaba y los párpados le pesaban. ¡Qué cansada estaba! Los ojos se le cerraban. En un instante, sin darse cuenta, se quedó dormida.
Sin dar más explicaciones, Nemo desapareció bajo la superficie. Intrigada, Nicole le siguió con la mirada. Se sintió de nuevo muy sola. ¿Por qué todos, cuando tenían alguna idea para rescatarla, comenzaban por abandonarla? El delfín dio un salto y levantó con él un chorro de agua que se derramó en una lluvia de pequeñas salpicaduras. El cetáceo no se alejó demasiado. Nicole aguzó el oído para distinguir los agudos sonidos que brotaban de su cabeza, curiosamente parecían multiplicarse en la distancia. Enseguida descubrió el motivo. Nadando, saltando y haciendo un sinfín de acrobacias distinguió una manada de delfines muy similares a Nemo. Los cetáceos surcaron el agua a gran velocidad, hasta detenerse alrededor de su compañero. Conferenciaron juntos durante unos segundos antes de acercarse al iceberg.
- Nicole, - anunció Nemo, - te presento a Naiad, Thalassa, Despina, Galatea, Larissa, Proteo, Tritón y Nereida.
- ¡Encantada! ¡Qué nombres tan bonitos! - comentó la joven.
- Me alegra que te gusten. Son nombres de lunas, – le explicó Tritón halagado.
- ¿Lunas? - se extrañó Nicole. - ¿De dónde?
- Son lunas de Neptuno – aclaró Naiad.
- Los delfines somos gregarios, - interrumpió Nemo. - Nos movemos casi siempre en grupo y estos son mis compañeros. He pensado que no nos costaría demasiado remolcar el Trineo a través del océano. De hecho nos resultaría bastante sencillo, estamos acostumbrados a actuar en equipo. Con frecuencia jugamos a sincronizarnos para realizar saltos y piruetas.
Por si la chiquilla precisaba una demostración, los nuevos delfines realizaron toda una serie de saltos en su honor. Al terminar la niña les aplaudió entusiasmada.
- ¡Cómo me gustaría saber hacer eso! - suspiró.
- Tal vez en otro momento. Ahora hemos de evitar que termines a la deriva y conducirte a tierra, al Polo Norte si así lo deseas, lo más rápidamente posible.
- ¿Haríais eso? - preguntó conmovida la muchacha - ¿En serio? ¿Les parece bien a ellos?
- Por supuesto. Ya ves lo rápido que han acudido todos a mi llamada. Les he explicado lo que ocurría y no han dudado ni un segundo en ayudar a la nieta de Papá Noel. Opinan que sería una desgracia no llegar a tiempo de salvar la Navidad. Quieren actuar, no quedarse de “aletas cruzadas”.
- ¿Un Trineo Mágico tirado por delfines? - se ilusionó la joven - ¡Es un plan genial!
Nicole observó al grupo de animados delfines que saltaba alrededor del bloque de hielo. Pese a la llamativa reducción de su tamaño, el iceberg era aún bastante grande y la diferencia de altura con respecto al nivel de las olas convertía en imposible la tarea de colocar los arneses a los cetáceos.
- No voy a tener más remedio que lanzar el Trineo al agua para que os podáis enganchar- les informó. - Pero antes de nada, he de prepararlo todo bien para asegurarme de que flote con facilidad y os cueste menos arrastrarlo.
La joven cogió los flotadores de los renos y los infló con ayuda de la bomba. A continuación, los encadenó en una soga y los amarró, uno por uno, a las barandillas laterales. Comprobó la firmeza de sus nudos. Por último, tiró de la válvula de su propio chaleco salvavidas. Subió al pescante y soltó el freno.
- ¿Preparados?- consultó.
- ¡Estamos listos! – asintió Nemo.
- ¡Pues allá voy!
Con cuidado, la muchacha se situó detrás del trineo y, al igual que había hecho con Star, lo empujó con fuerza. Poco a poco el aparato se deslizó sobre el hielo. Pese a que sus botas se escurrían sobre el suelo, Nicole no aflojó en su empeño ni soltó la presa de sus brazos sobre el aparato. Resbaló aferrada a él. Afortunadamente, no sólo las botas, sino también los esquíes patinaban con facilidad y la inercia del pesado armatoste le hizo ganar velocidad según se aproximaban al borde del témpano. Nicole saltó al interior de la cesta una fracción de segundo antes de que la máquina saliera lanzada hacia el agua.
El trineo cortó el aire y voló unos centímetros antes de caer casi en picado. Su tripulante se agarró como una lapa a los enganches que aseguraban la lona de cubrir los regalos y se enroscó cómo pudo con ella. El amerizaje la zarandeó con fuerza y la inmersión levantó una columna de agua y espuma, sin embargo la gruesa tela impermeable evitó que terminase calada hasta los huesos, aunque no impidió que acabase algo mojada. El vehículo emergió ayudado por la ristra de flotadores de sus lados. Una vez terminó de balancearse, Nicole dejó su posición y se dirigió al pescante. El grupo de delfines, con una exhibición de acrobacias, se acercó al peculiar bote.
- ¿Cómo os pongo los arreos?- les consultó Nicole. - Están pensados para renos, no para delfines.
- No te preocupes, seguro que podemos engancharnos bien con ayuda de las aletas. Lo más fácil es que arrojes las correas al agua y nosotros nos encargamos de que queden bien sujetas.
- De acuerdo. ¡Allá van! - avisó la niña mientras las lanzaba.
Nemo buscó la posición de cabecera del aparejo y tiró de ella para estirar las bridas sobre el agua. El resto de los cetáceos, se alinearon en dos filas a los lados. Se sumergieron a la vez y tras un instante emergieron juntos de nuevo. En la maniobra introdujeron sus cuerpos entre el atalaje. Con una pirueta ciñeron las cintas a sus flexibles cuerpos hasta que dejarlas perfectamente adaptadas. Proteo levantó una gran tromba de agua al situarse en la posición de Trueno. Despina, cuya mancha blanca del lateral brillaba como un relámpago, escogió la de Rayo. La dulce Naiad ocupó la de Cupido y la veloz Larissa se adueñó del lugar de Cometa. Las pizpiretas Thalassa y Nereida se instalaron en los puestos de Traviesa y Saltarín, Galatea giró con la misma elegancia que Danzarín y Tritón surgió del agua con la energía de Brioso. Nemo se enganchó en la guía de la cabeza de Rudolf. El equipo de mamíferos marinos tiró entonces de la nave que se deslizó en el agua con la misma facilidad que sobre la nieve.
- ¡Funciona!- exclamó Nicole. - ¿Estáis cómodos? ¿No os molestan los aparejos?
- En absoluto - le aseguró Nemo. - ¿Nos ponemos en marcha?
- ¡Adelante! - respondieron todos al unísono.
La joven estudió maravillada la coordinación de su equipo de tiro. Ayudados por la corriente, más que nadar, parecían volar sobre el agua. A pesar de la velocidad, el trineo navegaba con suavidad y Nicole sintió que su cuerpo se relajaba y los párpados le pesaban. ¡Qué cansada estaba! Los ojos se le cerraban. En un instante, sin darse cuenta, se quedó dormida.