Acepto la propuesta del sofisma, como sustento creador del universo en el que habita Simone Simonini (S. S.). Acepto el desafío de jugar en un universo de tonos bajos, incómodo, venenoso y probablemente incomprensible.
Si A => B y B, entonces A…
Comprendo que, en este universo, lo elusivo puede ser apremiante, y el miedo tiene la misma fuerza que una ilusión. Aquí, todo puede ser verdadero, incluso lo irreal, porque todo es consecuencia y nada es causa. Comprendo, también, que pueda existir el plagio y el plagio del plagio, sin que exista un original, ningún original. Habiendo aceptado la hipótesis de causalidad de este universo, comprendo, por fin, que no podré distinguir a las cosas por medio de la astucia, porque cualquier maldita cosa es la misma cosa que otra cosa.
En este cementerio de Praga, los personajes reales son ficcionales, y los ficcionales no se distinguen entre sí. Ni siquiera S. S. sabe quién es, en realidad.
«… ¿Quién soy? Quizá resulte más útil interrogarme sobre mis pasiones […]». «… Pero aparte de los placeres del café y del chocolate, lo que me causaba satisfacción era parecer otra persona: el hecho de que la gente no supiera quién era yo de verdad me daba una sensación de superioridad. Era el dueño de un secreto […]».
S. S. pudo haberse contagiado del socialismo utópico modelado por Charles Fourier: «… La Pasión, la cual hemos aprendido a ver como el mal, es de hecho, virtualmente, el principio divino. Los seres humanos son estrellas microscópicas, y todas las pasiones y deseos (incluyendo los fetiches y las perversiones) son por naturaleza no solamente buenas, sino necesarias… En el sistema de Armonía de Fourier todas las actividades creativas incluyendo a la industria, la artesanía, la agricultura, etc. surgirán de la liberación de la pasión […]», pero no se trata de eso, porque S. S. ni siquiera busca el goce de los falansterios. Sus pasiones tienen, en sí mismas, el germen sofista del que se nutre este cementerio...: sus pasiones son pasiones muertas.
Inclusive creo que, de haber intentado acercarse, lo habrían rechazado de las falanges, por hipócrita, por disimular pasiones con acciones. Lejos del fourierismo, tienta su suerte con la masonería.
«… Mientras tanto tomé contacto con Clément Fabre de Lagrange. Los turineses me habían recomendado ir a cierta dependencia de un hotelito de apariencia modesta, en una calle que la prudencia adquirida en mi oficio me impide consignar incluso en un folio que nadie leerá jamás. Creo que Lagrange se ocupaba de la división política de la Direction Générale de Sûreté Publique, pero nunca entendí si aquella pirámide era la cima o la base. Parecía no tener que referir a nadie más y, si me hubieran torturado, no habría podido decir nada de toda aquella máquina de información política […]».
Puesto a concluir cualquier cosa de cualquier otra ─por oficio o por desgracia─, me gusta pensar que esta correspondencia entre Fourier y Lagrange es algo más que casual. Postulo que, en el universo axiomático, Jean-Baptiste Joseph Fourier es a Joseph-Louis de Lagrange lo que, en el universo sofista, Charles Fourier es a Clément Fabre de Lagrange. Sustento esta idea, además del capricho, en que las rivalidades que se dan entre ellos se mantienen en ambos universos, lo mismo que se mantienen las ideas fundamentalistas.
Cierto trabajo de Jean-Baptiste Joseph Fourier, el axiomático, postula propiedades para grupos de funciones que solo se dan en algunas de ellas ─a todas luces se trata de un argumento sofista que deriva de la gramática del lenguaje matemático. El sofisma pasaría inadvertido en el universo de S. S.─. Frente a este fallo argumental de Fourier, su maestro, Joseph-Louis de Lagrange, impugna el trabajo por no tener rigor científico, y acusa al alumno de fundamentalista.
Tal parece que el germen sofista, la lucha por las ideologías, por el poder de convencer, se observa también en el universo axiomático y, quizás, hasta sea fácil encontrar cepas del germen en todos los demás universos que aún no he visitado. No ha de olvidar usted que incluso esta última conclusión puede ser falsa, ya que partí de la supuesta correspondencia entre Fourier-Fourier y Lagrange-Lagrange.
» Leer Más «… Señal de que para hacer la revolución hay que tener una buena educación militar, pero si la tienes, no haces la revolución y estás del lado del poder, por lo cual no veo la razón (digo una razón razonable) para hacer una revolución […]».
«… El hombre, abandonado a sí mismo, es demasiado malo para ser libre. Ese poco de libertad que necesita se la debe garantizar un monarca […]».
No sé cómo puede ser tan pregnante una mentira, tan adhesiva y corrosiva, que ni siquiera sucumbe ante la evidencia: El objetivo de S. S., en su universo, es secreto, y siento que no me toca a mí revelárselo al lector, pero sí quiero develar su estrategia: hacer lo imposible posible, por medio de la mentira. Si tiene suerte, la mentira no podrá con él: acabará antes, cayéndose, cualquier noche, en el Molova.