Barton Fink (Coen Brothers, 1991) parece una película pensada desde el principio para el actor protagonista, John Turturo, en el papel de un escritor judío de éxito enfrentado al dilema que le causa el distanciamiento del hombre común. Un hombre que sufre oyendo de boca de otros las buenas críticas y alabanzas que el Herald hace de su última obra “Bare Ruined Choirs”, presentada en la escena teatral de Broadway en el año 1941.
Garland Stanford (David Warrilow), el agente de Burton Fink, le comunica que una Major estadounidense, Capital Records, esta interesada en contratarle por la sustanciosa cifra de 1.000 dólares al mes. Para ello se tendrá que trasladar a Los Ángeles, donde se encuentra todo el stablishment hollywoodiense, cosa que en un principio no le hará mucha gracia pero a lo que accederá quizá pensando en un futuro que le permita vivir sin problemas económicos mientras escribe obras sobre “las experiencias cotidianas” dirigidas a la cultura de masas.
En Los Ángeles se alojará en el Hotel Earl, el lugar “menos Hollywood” que ha podido encontrar y el escenario más importante de la película , cuyo eslogan reza: “A Day or a Lifetime”. Quizás se pueda dividir esta película en dos escenarios, por un lado el Hotel Earl y por el otro todo los demás. El contraste es calculado, la presentación del hotel nos sitúa en un lugar siniestro, con enormes plantas interiores, papel tapiz que se despega por el calor (el papel nos remite a los títulos de crédito), techo que deja pasar ciertos rayos de luz que crean misteriosos claroscuros, y la presencia de Chet (Steve Buscemi), el recepcionista que da lustre a los zapatos de sus clientes como servicio gratuito. Los pasillos recuerdan a aquellos que Danny recorría con su triciclo en The Shining (Stanley Kubrick,1980). Por el contrario, las escenas fuera del hotel siguen una estética Hoolywood tanto en aspectos de luz como en los mismos personajes encabezados por productores y escritores de éxito. Un único elemento simbólico resaltará en la habitación en la que se aloja Barton; en la pared frente a su máquina de escribir hay un cuadro en el que se puede ver a una mujer en la playa en un día soleado, tiene un brazo levantado y coloca su mano a modo de visera para que el sol no le dificulte la visión. La cámara de los Coen volverá repetidamente sobre este encuadre. Sobre la mesa se encuentra un lápiz sin punta, quizá premonición del bloqueo creativo que sufrirá el escritor.
Al día siguiente de su llegada Barton irá a conocer al presidente de Capitol Pictures, Jack Lipnik (Michael Lerner), un extravagante y hortera hombre de negocios de origen ruso que no cesará en alabar a Barton y al que ofrecerá su primer trabajo, el guión para un película de serie B sobre lucha libre. Lipnik explicará a Barton las razones por las que le propone una película de lucha libre:
“Look Bart, barring a preference we’re going to put you on a wrestling picture..I say this because they tell me you know the poetry of the streets, so that would rule out westerns, pirate pictures, screwball, Bible, Roman… look, I’m not one of those guys who thinks poetic has got to be fruity”
Es de suponer que la inspiración para construir el personaje de Lipnick tuvo en cuenta a históricos de Hollywood como Louis B. Mayer productor de cine estadounidense que formo su propia compañía, la cual terminaría formando parte de Metro-Goldwyn-Mayer. Louis B. Mayer nació en Minsk al igual que Lipnick.
De vuelta en el Hotel Earl, Barton intentará empezar el guión de la película sin mucho éxito por los ruidos provenientes de la habitación contigua. Avisa a Chat sobre la situación, y éste llama al vecino para que cese los ruidos. Éste, enterado de quien se ha quejado, sale de su habitación y llama a la puerta de Barton, Charlie Meadows (John Goodman) entrara en escena para disculparse por las molestias y en señal de amistad invitarle a un trago de su petaca. Charlie se gana rápido la confianza de Barton ya que encarna ese ideal del hombre común al que hace referencia repetidas veces.
Ante el acuciante bloqueo creativo que sufre y ante el cercano deadline impuesto por Lipnik para ver ideas, Barton decide visitar a Ben Geisler (Tony Shalhoub) el que será productor de la película de lucha libre. Ben intenta sacárselo de encima y no entiende muy bien como puede estar bloqueado por una película de lucha libre de serie B. No obstante le aconseja que hable con otro escritor.
Cosas del destino encontrara a William Mayhew (John Mahoney), famoso escritor al que Barton considera uno de los mejores, vomitando en los servicios y le pedirá ayuda. Existen conexiones superficiales entre William Mayhew y William Faulkner: su afición a la bebida; el rechazo del mundo Hollywood, aunque ambos acaban trabajando allí por el dinero; y su participación en una película de lucha libre llamada Flesh, en la que aparecía como actor Wallace Beery, el actor protagonista de la película en la que esta trabajando Barton Fink.
Barton continuará sin poder arrancar el guión y estrechara su relación con Charlie, personaje clave en su devenir creativo. Sin embargo, Barton encierra una contradicción en cuanto a su obsesión con el hombre común; en lugar de escuchar las historias que Charlie podría contarle, interrumpe a éste y se pierde en monólogos acerca del teatro de la alta sociedad vs el teatro para las masas.
Barton Fink trata varios temas que se podrían considerar filosóficos y a la vez esconde múltiples referencias tanto a la II Guerra Mundial (uniforme de Lipnick, nombre de los detectives, referencia a Hitler), el infierno (llamas, sótanos, calor, número 6), el papel del artista-creador. Parecen demasiados temas para una misma película que hará la delicia de aquellos que les guste investigar simbologías, referencias literarias e históricas en relación a los personajes. Es inútil discutir sobre ese marco con la fotografía de la mujer en la playa a la que Barton recurre como válvula de escape ya que llama a varias interpretaciones y ninguna. Si los hermanos Coen le restaron importancia en su día es que no la tiene o que teniéndola decidieron jugar a la ambigüedad de su interpretación.
En la parte superior de este post se puede ver e trailer original. Es curioso analizarlo tras ver la película y comprobar las palabras de Charlie:
Where there is a head, there is hope
En el momento de pronunciar esas palabras se nos muestra la imagen de Charlie dejando un paquete en la mesita de noche de Barton. Sólo tras ver la película somos capaces de ver más allá de la caja de cartón y pensar en una cabeza como algo más físico que intelectual.
El guión de Barton Fink fue creado durante tres semanas en las que los hermanos Coen se tomaban un respiro (¿consecuencia de la crisis creativa?) durante el desarrollo de la más compleja Millers Crossing. Merece la pena verla aunque sólo sea por ver a John Goodman en la piel de Charlie Meadows.