Revista Expatriados

El color prohibido (2)

Por Tiburciosamsa
Mishima tenía dos defectos como novelista: la tendencia a la verborrea y el gusto por el melodrama barato. En otras novelas estos defectos no son tan evidentes. Que resalten tanto en “El color prohibido” puede achacarse a dos cosas. La primera es la inmadurez. La escribió con 26 años. Pero esta explicación es insuficiente. Con 24 años había escrito “Confesiones de una máscara”, que es muy superior y donde esos defectos apenas aparecen. La segunda razón me parece más clara: Mishima metió en “El color prohibido” todas sus obsesiones más personales y el Mishima hombre conflictuado pudo con el Mishima gran escritor. Creo que eso explica el principal fallo que le encuentro a la novela: haber dejado en segundo término a un personaje tan prometedor como Shunsuké y haber centrado la novela en Yuichi, tan bello como insípido.

Para documentarse para la novela, Mishima se introdujo en el ambiente homosexual del Tokio de los años 50. Como curiosidad, señalaré que el bar gay Rudon, que aparece en la novela, es un trasunto del Brunswick, que estaba en Ginza y que Mishima frecuentaba por esas fechas, pero sólo como observador. No parece que hasta ese momento hubiera tenido sexo homosexual. Uno podría sospechar que la composición de “El color prohibido” le sirvió de excusa para familiarizarse con el mundo homosexual y empezar a profundizar en él, mientras calentaba motores antes de decidirse a pasar de observador a participante. Según la biografia de Mishima que escribió John Nathan, éste no tuvo sus primeras relaciones homosexuales hasta el año siguiente de haber terminado la novela, durante el viaje que hizo a Occidente.Leyendo la novela, uno se lleva la extraña impresion de que Mishima amaba la belleza de los cuerpos masculinos, pero renegaba de la homosexualidad. En todo caso, sus descripciones de los ambientes y los sentimientos homosexuales tienen un algo de morboso y decadente, que uno no encuentra en obras de otros escritores homosexuales que parecen sentirse mucho más cómodos con su orientación sexual, como el Gore Vidal de “El pilar y la ciudad” o el David Leavitt de “El lenguaje perdido de las gruas”.Sus descripciones de cómo se efectúan las transacciones en el Rudon tienen algo de sórdido, las fiestas homosexuales en la mansión de Jacky tienen algo de decadente. Incluso llama la atención el elevado número de extranjeros homosexuales que pasean por la novela como secundarios. Uno casi diría que la homosexualidad era una costumbre perniciosa que los extranjeros habían introducido en Japón junto con el beisbol y la coca-cola. Y en parte es cierto. Japón había tenido una larga tradición de amor homosexual socialmente aceptado, pero con la Revolución Meiji Japón quiso ser como Occidente y resulta que entonces Occidente era homófobo y puritano.Y así, uno se encuentra con la contradicción de que Mishima no para de exaltar la belleza del cuerpo de Yuichi al tiempo que describe los sentimientos homosexuales de una manera cuando menos conflictuada. “Se dice de los homosexuales que sus semblantes están marcados por la melancolía. En su mirada conviven la coquetería y el frío cálculo. Mientras que en el caso de las mujeres hay que distinguir entre la mirada seductora que dirigen a los hombres y la mirada evaluadora que dirigen a las demás mujeres, en los homosexuales ambas miradas se dan de forma simultánea.”
En otro momento Mishima distingue el cuerpo masculino del femenino. El primero “es como el brillo de una llanura luminosa de la que se tiene una perfecta perspectiva.” El segundo “ofrece el asombro de descubrir un pequeño manantial en cada paseo”. No estoy seguro de si estoy ante dos imágenes bellísimas que esconden una gran verdad o ante dos pajas mentales. De lo que si estoy seguro es de que las reflexiones que se hace en las siguientes líneas Yuichi después de su primera relación homosexual, son una inmensa paja mental: “Aunque aquélla fuese su primera experiencia, Yuichi se sentía en condiciones de razonar del modo siguiente: “Si mi amor sólo se manifiesta durante la primera noche, la torpe repetición de una copia no hará más que traicionarnos a los dos. No debo juzgar mi sinceridad en función de la sinceridad del otro. Sin duda mi sinceridad perpetuará indefinidamente la primera noche con amantes siempre renovados y mi amor no será más que ese único tramo, que no cambiará sea quien sea el otro, y parecido a un violento desprecio.”
En realidad, creo que la gran obsesión de Mishima no era la homosexualidad, sino la belleza y para él, el epítome de la belleza era un cuerpo masculino joven. La belleza para Mishima vendría ser lo mismo que el Sumo Bien para Platón. Pero la belleza ensalzada por Mishima es una belleza completamente narcisista. Como un personaje le dice a Yuichi en un esfuerzo por seducirle y llevárselo a la cama: “Te lo digo con toda seguridad: eres el más bello de todos los bellos muchachos que he visto desde hace treinta y cinco años. Ninguno de ellos podría resistir la comparación. Y siendo así, ¿cómo se te ocurre encapricharte de ese Ryochan? Mírate mejor en un espejo. La belleza que crees observar en otro sólo se explica por tu ignorancia de ti mismo, por la ignorancia y el malentendido. La belleza que crees descubrir en otro se encuentra ya en ti. No tienes necesidad de descubrirla en otro hombre. Si amas a otro es que no te conoces a ti mismo. Por tu mismo nacimiento, has alcanzado ya la cima de la perfección.” Para los curiosos: el discurso fue mano de santo; el personaje consiguió llevarse a Yuichi a la cama.La obsesión por la belleza iba acompañada de otra idea clave: la belleza se equipara con la juventud. La vejez no puede ser más que fea. Precisamente Mishima escribiría en 1966: “Entre mis convicciones incurables está la creencia de que lo viejo es eternamente feo y lo joven eternamente bello. La sabiduría de lo viejo es eternamente turbia y las acciones de lo joven son eternamente transparentes. Cuanto mas vive la gente, peor se vuelve. La vida humana, en otras palabras, es un proceso de subida y bajada, de declive y caída.”
Precisamente, el antagonista de Yuichi es Shunsuké, el escritor viejo, joven y heterosexual (aunque no deja de albergar ciertos sentimientos homoeróticos por Yuichi). Podríamos pensar que en la novela Yuichi representa lo que Mishima quería ser y Shunsuké aquello en lo que temía convertirse si llegaba a viejo.

Uno podría pensar que Mishima pasó su vida tratando que su cuerpo fuera bello como el de su héroe Yuichi y que se suicidó a los 45 cuando sintió que comenzaba el declive que le llevaría ineluctiblemente a convertirse en Shunsuké.

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