Revista Cultura y Ocio

El comienzo de la novela gráfica

Publicado el 14 agosto 2011 por Hellman
El comienzo de la novela gráfica
De Milt Gross.

En 1930 comenzó lo que hoy día revoluciona la literatura, por lo menos la literatura contemporánea: la novela gráfica. Se publica en español Él fue malo con ella, la que se considera la primera novela gráfica de la historia. Lo comentan así en Babelia:

Pese a la profunda crisis que sufre la industria española del cómic, sigue existiendo un pequeño resquicio para la sorpresa y para la apuesta arriesgada, como demuestra el editor portugués Manuel Caldas publicando en España una obra capital de la historia del noveno arte: Él fue malo con ella, de Milt Gross. Inédita en nuestro país durante ocho décadas, está considerada por muchos especialistas como el precursor más importante de la novela gráfica, el inicio de una nueva forma de entender el cómic.

Publicada originalmente en 1930, la obra de Milt Gross supone todo un atrevimiento casi suicida en su momento. Pese a que la historieta había alcanzado personalidad propia durante las primeras décadas del siglo XX y contaba ya con un importante número de obras maestras y autores reconocibles y estimados por el gran público, el noveno arte se resistía todavía a abandonar la seguridad de los suplementos dominicales de los periódicos. Los admiradores de las posibilidades de la narración gráfica eran cada vez más, pero la consideración infantil del cómic seguía pesando como una losa en la búsqueda de una identidad adulta para el nuevo arte y en la obligada concienciación autoral necesaria para su verdadera eclosión. Aparecían recopilaciones de historietas de prensa en forma de libro, pero la independencia del cómic de la prensa era, todavía, apenas un intento que no fructificaría hasta bien entrada la década. Una situación poco adecuada para la aparición de una obra personal dirigida a un público adulto que no arredró a Gross, un dibujante que conocía un gran éxito en ese momento gracias a sus historietas humorísticas y que ya había roto esquemas preconcebidos con su radical estilo gráfico y su surrealismo delirante. Ahogado por las limitaciones narrativas de la plancha dominical, Gross puso su vista en las "novelas en imágenes" que publicaron durante la década anterior autores como Lynd Ward o Frans Masereel, obras de narrativa gráfica más próximas a la experiencia pictórica, con una fuerte vinculación al expresionismo alemán, que recibían todo tipo de elogios por la alta cultura (Thomas Mann loaba sin límite el Passionate Journey del belga Masereel).

Creaciones sin limitación de páginas o de formato, con temáticas sociales y comprometidas heredadas en cierta forma de las series de grabados de William Hogarth y dirigidas a un público adulto, pero sencillas en sus planteamientos narrativos, sin sacar partido de las posibilidades expresivas del cómic. Con Él fue malo con ella, Gross construyó un relato de fuerte contenido social, denunciando las tropelías de los "villanos" de la época a través de las peripecias de un héroe ingenuo y puro, un fortachón de Klondike que tendrá que enfrentarse a las mil zancadillas con las que el destino impide que se reúna con su amada. Un argumento que hundía sus raíces tanto en las obras antes citadas como en las tramas melodramáticas del cine mudo de la época, pero que el dibujante transformó completamente fusionándolas con su profundo dominio del humor, alternando el drama con el slapstick visual y un dibujo caricaturesco que se alejaba del estilo expresionista de sus referentes para entroncar directamente con las obras que el padre de la historieta moderna, el suizo Rodolphe Töpffer, realizara en el siglo XIX. Frente a la estática sucesión de planchas únicas, Gross apostó por el dinamismo compositivo, por la concepción secuencial e incluso por la introducción de los bocadillos de pensamiento, que en una obra completamente muda servían como guiño de comunicación con el lector. El resultado es simplemente soberbio: aunque la sencillez del guión podría hacer pensar en una obra simplona y previsible y que la ausencia de palabras le restaba al autor una de sus principales armas humorísticas, el juego de palabras y los giros idiomáticos imposibles, Milt Gross se revela como un observador tan lúcido como ácido de la naturaleza humana, con un catálogo infinito de recursos narrativos para que la sátira y el humor inteligente sean siempre protagonistas.

Por primera vez, una obra de historieta se construía desde la completa libertad autoral, desde el control absoluto de todos los aspectos creativos, del contenido al continente. Una particularidad que señala a Él fue malo con ella como una de las primeras obras en las que tiene sentido hablar de cómic de autor en toda su extensión y con todas sus consecuencias, en una novela gráfica identificable y con las mismas características que las obras que comenzarían a generalizarse casi medio siglo después.

Afortunadamente, el editor portugués Manuel Caldas, verdadero orfebre de la historieta que ya ha dejado al aficionado español ediciones de exquisita y cuidada restauración de clásicos como Príncipe Valiente, Krazy Kat o The Kin-der-Kids, sigue inasequible al desaliento su labor casi de ONG de la historieta y distribuye en España una edición perfecta de este clásico inestimable del noveno arte.


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