Revista Expatriados

El coño nuevo de Diosa

Por Tiburciosamsa
En la peluquería todas esperaban impacientes el regreso de Diosa de Bangkok. Querían ver si había tenido tiempo de comprarles los encargos que le habían hecho, que todo es más barato en Bangkok. Querían que les dijera si allí era más sencillo ganarse la vida que en Singapur, aunque con tanta thailandesa y tanto baclac como había, difícilmente. Y, sobre todo, querían que les enseñase su coño nuevo.
Linda era la más impaciente. Hacía dos años que ahorraba para operarse, pero siempre había algo que interfería, que si su hermanito necesitaba pagar la matrícula de la universidad, que si el póker se le dió de desastre la otra noche, que si enamoró como una tonta y anduvo dos semanas sin buscar clientes ni pedirle dinero al que tenía, "pinakaguwapo siya, alam mo". Bonita llevaba dos años debatiéndose en la duda. Le asustaban las operaciones y además no acababa de estar segura de si para el trabajo era mejor tener titi o no. "¿Y si después de operarte, resulta que ya no te buscan porque no lo tienes? ¿Tú que piensas?" "¡Y yo qué sé! Haz un estudio de mercado si tanto te preocupa", le respondía Friday, que era la más leída y la única que tenía claro que no se operaría. Eran muchos años ya de no tener claro si lo suyo era ser hombre o mujer, y al final lo que importaba no era el género, sino la belleza y de eso no iba sobrada. Era fea y gorda y estaba en la treintena. Un coño no le iba a cambiar la vida. Además, era la única del grupo que realmente ejercía la profesión que había puesto en la tarjeta de entrada en Singapur, peluquera.
Diosa llegó a las seis. Estaba más delgada y un poco pálida. Llevaba puesta una camiseta amarilla y una minifalda ajustadísima, que sólo ella de todas las del grupo se podía poner. Traía un par de bolsas del Robinsons" de Sukhumvit con los encargos que le habían hecho. Pero eso era lo menos importante aquella tarde.
"¡Cuenta! ¡Cuenta!" "¿Alguien me puede traer una coca cola? ¡Vengo sofocada!" Diosa había nacido para artista de cine. Si con titi ya iba de diva, ahora que no lo tenía sólo le faltaba plasmar sus huellas en la Avenida de las Estrellas de Hollywood. Le trajeron la coca cola, que rechazó porque no era "diet". "¿Qué queréis que engorde?", les dijo con un mohín de desprecio. Le trajeron una coca cola "diet". La abrió con el meñique levantado, como si se tratara de champán. Se atusó el pelo y empezó a hablar.
El hospital era bellísimo. Su habitación parecía la de un hotel de 5 estrellas, "con la ventaja de que no la tenía que compartir con un cliente", bromeó. Cada mañana le traían un zumo de papaya y una rosa roja, obsequio del cirujano. "Si lo hubiérais visto. Se parecía a Alfred Vargas. Cuando vino al cuarto tras la operación, se puso a flirtear conmigo. Me dijo que nunca había tratado a una katoey tan guapa y que ahora con un coño nuevo iba a romper más corazones todavía. Me dio su teléfono, mirad". Sacó una tarjeta de visita escrita en thailandés que, para lo que las otras sabían, lo mismo hubiera podido ser la de un fontanero."Es una pena que no se pueda tener sexo en las dos semanas posteriores a la operación, porque si no, le hubiera dado una propina," se rió como con vergüenza, como una colegiala, batiendo los párpados, tanto por coquetería como porque se vieran las pestañas postizas que se había comprado en "Robinson's" por 100 bahts.
"¿Se puede ver?" preguntó Linda. Diosa se hizo la remolona y hasta que las otras dos no se hubieron unido al coro y no se lo hubieron estado pidiendo durante un par de minutos, no accedió. Se bajó las bragas, se levantó la falda y todas pudieron observar un coño perfecto, si es que esas categorías pueden aplicarse a los órganos sexuales. "¿Lo puedo tocar?" preguntó otra vez Linda. "¿No te basta con verlo? Anda, toca hija, que eres insaciable". Linda pasó la mano con respeto, como si tocase una reliquia. Bonita se apuntó también. Sólo Friday se mantuvo al margen. "Con operación o sin operación, eso sigue siendo pelo de titi", pensó. Tal vez fuera la envidia.
Luego vinieron las preguntas técnicas, que si había dolido, que qué hormonas había que tomar tras la operación, cómo había que lubricarlo y todo lo demás. A las siete y media se fueron a uno de los restaurantes de la quinta planta del "Lucky Plaza". Pidieron sinigang, lumpia y lechón y estuvieron celebrando hasta que cerraron.
Después de aquella noche, Diosa dejó de frecuentar la peluquería e incluso se hizo rara en los sitios antes andaba. Todas se preguntaban qué le estaría pasando y la respuesta más atinada fue la de Friday: "El coño se le ha subido a la cabeza". Un par de veces la vieron paseando por Orchard Road con europeos, en plan mantenida de lujo. Una de las veces llevaba una bolsa de la tienda del Louis Vuitton que hay en Takashimaya, pasó a cinco metros de ellas y fingió no reconocerlas.
"Ya verá, cuando me haga yo mi coño, a ver si sigue con esos aires", rezongó Linda, que tras el funeral de la tía Eustacia, al que había que tenido que contribuir, estaba 10.000 bahts más lejos de la operación. "¡Qué pronto se ha olvidado de que fui yo quien le convenció para que se viniera a Singapur!", se quejaba Bonita. "Si no llega a ser por mí, ahora estaría haciéndoles bati-bati a los pescadores en Bohol y apestaría a pescado". Friday no opinaba. Se alegraba por Diosa y la envidiaba un poco. Bueno, envidiaba un poco a cualquier mujer que estuviese en su peso, con coño o no.
Una tarde Diosa reapareció en la peluquería. Llevaba puesta una camiseta de marca y hacía muchos aspavientos con las manos para que se le notara el reloj nuevo. Tan pronto la vieron, se olvidaron de los feos de las últimas semanas, la sentaron en una de las sillas y le pidieron noticias de cómo le iba, que a la vista saltaba que muy bien. "Tengo noticias... ¿Alguien me podría traer una coca cola?" Bonita fue por la coca cola y no se olvidó esta vez de que fuera "diet".
- Me ha salido un novio.
- ¿Quieres decir un cliente fijo?- intervino Linda, por hacerla rabiar. Pero Diosa estaba radiante y dispuesta a no ofenderse por nada.
- No, novio, novio. Quiere casarse conmigo.
- Eso no puede ser- dijo Bonita.
- En su país, sí. Es holandés. Se llama Pieter. Trabaja para un banco.... Shell, se llama el banco.
- Eso no es un banco. Es una petrolera- dijo Friday.
- Bueno, banco, petrolera, ¡qué más da! Lo que cuenta es que al mes gana 15.000 dólares, pero de los americanos, no de los singapureños, y además la compañía le pone coche y si se casa, le dan un extra por gastos de consorte o algo así.
- Y todo eso gracias a un coño hecho en Bangkok- pensó en voz alta Linda.
- Hombre, mona, no sólo cuenta el coño, también está todo lo demás.
- ¿Nos vas a presentar a tu novio?
- Él es muy refinado. Sólo va a restaurantes donde los camareros hablen en francés y a sitios así. No creo que le gustase venir a Lucky Plaza. Mirad, si quereis verlo, podemos hacer una cosa. Mañana hemos quedado en el Marriott para ir a cenar. Si estáis en el lobby a las ocho, podréis verlo. Es alto y rubio. Es como un galán de cine.
- ¿Nos lo presentarás?
- Ya me gustaría, pero es un poco tímido. De tanto hablar con banqueros y gente así, luego no tiene ganas de socializar con otra gente.
- Es que a lo mejor podía tener amigos...
- En Singapur no tiene amigos. Viene dos veces al mes, pero no trata con nadie que no sea del trabajo.
- Y tú, ¿cómo lo conociste?
- Gajes del oficio- sonrió coqueta.- Estábamos en la cama y me quedé mirando su titi. "¿Qué miras?", me preguntó. "Yo tenía antes uno de ésos", le dije y le hizo gracia.
Diosa se retiró temprano. "Quiero estar mañana presentable para Pieter y si duermo poco, luego tengo ojeras y estoy horrible." Ellas se fueron a un barecito de Circular Road a despellejar a la ausente. "¡Cómo se le han subido los humos! ¿Os acordais el inglés tan horrible que hablaba cuando llegó? Pronunciaba "melk" en lugar de "milk" y "guwing" en lugar de "going." " "A saber lo que le habrá hecho a ese holandés" "Nada bueno. ..." "Lo mismo lo que nos ha contado es mentira." "No seré yo la que vaya mañana al Marriott. Si se cree que somos sus fans, que nos puede decir a qué hora hay que estar en el aeropuerto para recibir a la gran estrella, está muy equivocada." "Bueno, yo iré, pero sólo para ver si es cierto lo del novio.""Sí, que lo mismo nos está contando una historia para engatusarnos, que es muy capaz". Y así quedaron, que estarían en el Marriott a las ocho, pero sólo para desenmascarar a Diosa, en el caso de que las estuviese engañando, no porque tuvieran curiosidad por conocer a su novio.
Al día siguiente a las ocho las tres estaban en el lobby del Marriott. Se habían vestido lo más recatadas posible, lo que implicaba nada de minifaldas, ni de escotes, ni de colores demasiado vivos. "Mujer, un poco sí que podíamos enseñar el canalillo. Que bastante caras me salieron las tetas como para no lucirlas. A lo mejor también encontrábamos nosotras novio," había comentado Linda. "Los lobbies de los hoteles son muy aburridos. Una buena minifalda siempre los alegra un poco", había apoyado Bonita. Friday sentenció: "¿Qué creeis que pensaría el servicio de seguridad del hotel si viera aparecer a tres filipinas con minifalda y aspecto de no haber comido en un mes en el hotel? ¿Que somos clientas de lujo o que somos putas en busca de clientes? No duraríamos ni cinco minutos." Friday siempre tenía razón. Ser fea y gorda hacía que le resultase más fácil tener razón.
Se sentaron en el lobby. Los sofás eran mullidos. "Este tipo de sofás son los mejores cuando llevas minifalda", comentó Bonita. "Se puede enseñar más pierna". "Y dale con las piernas", le amonestó Linda. "Donde estén unas buenas tetas para atraer a los hombres que se quite lo demás." "¿No podéis comportaros un poco?", suplicó Friday. "Yo me comportaría, pero ese mocetón tan guapo no me quita el ojo". "Y con razón", respondió Friday. "Es el de la seguridad del hotel. Aún no tiene claro lo que estamos haciendo aquí y está sopesando si nos echa."
En ese momento apareció Diosa con su novio. Llevaba un vestido plateado muy ajustado, que le dejaba los hombros al aire. El novio llevaba una chaqueta azul marino, un fular, una camisa italiana de ésas que cuestan tanto como el presupuesto de comida de un mes de una familia de Quiapo, unos pantalones color crema y unos mocasines. Se quedaron en silencio. No pudieron reaccionar hasta que Diosa y su novio no hubieron salido del hotel. La primera que recobró los arrestos fue Linda: "Es viejo". En realidad tenía cincuenta y dos años y aparentaba cinco menos.
- Y está gordo- dijo Bonita. Le sobrarían cinco kilos, pero midiendo un metro noventa, se los podía permitir.
- Y qué poco pelo tiene- afirmó Linda. Lo llevaba corto y para su edad lo conservaba bastante bien. Sólo tenía unas discretas entradas.
- Y seguro que tiene el titi pequeño- dijo Friday, que hasta a ella le había venido el remusguillo de la envidia. Nunca lo sabría, pero de las tres era la única que había dado en el clavo.
Dos días después Diosa apareció por la peluquería. Friday estaba sola. Como no había clientes, dejó el cartel de cerrado y se fueron a la quinta planta a tomar un poco de cerveza y chicharrón.
- Pieter, me ha pedido que me vaya con él a Holanda. Le he dicho que sí. Nos iremos la semana que viene.
Friday notó que Diosa trataba de aparecer animada, pero la sonrisa le salía forzada y contaba las cosas a trompicones, sin nada de la teatralidad que le gustaba.
- ¿Y te apetece?
- Sí- lo dijo con tan poco entusiasmo como si le hubiera preguntado si le apetecería volver a utilizar una talla 68 de sujetador.
- Mira todo lo que le debes a tu coño nuevo.- Empezaba a no saber bien qué decirle para animarla.
- ¿Sabes? Después de todo he descubierto que echo de menos bati-bati.- E hizo el gesto, subiendo y bajando la mano, lenta y tristemente.

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