Les comparto estas notas en la fiesta del Sagrado Corazón
EL CORAZÓN DE JESÚS EN EL PERÚ
En 1900, el valiente prelado de Arequipa, Manuel Segundo Ballón, en la cumbre del Misti, bendecía una cruz gigante de 10 mts de alto y 4,5 de ancho en sus brazos. Acababa de venir de la capital de la cristiandad, Roma, donde había participado en el Primer Concilio Latinoamericano, y deseaba proyectar en su diócesis sus deseos de evangelización al cruzar el umbral del S. XX, con este gesto de altura. Figura en la parte superior la inscripción latina INRI (Jesús Nazareno, Rey de los judíos) y en el centro lleva grabados, en una plancha, en altorrelieve, los sagrados corazones de Jesús y María. Al pie, en plancha de bronce, figura la siguiente inscripción:
"¡Viva Jesucristo, Dios y Hombre y Salvador del mundo! Dulcísimo Salvador Jesús, conserva y aumenta tu caridad y tu fe en los habitantes de Arequipa!"
Un año antes, justo hace un siglo, había participado en unión de todos los obispos latinoamericanos, del primer Concilio Plenario de la América Latina, quienes, secundando el gesto del Papa León XIII, ofrecieron y consagraron el Concilio acogiéndose al “dulcísimo Corazon de Jesús”, con expresivas palabras: “imploramos su infinita misericordia, confesando unánime y humildemente los pecados de nuestros pueblos...y procurando reparar solemnemente todas las culpas del siglo que está para expirar, damos las más rendidas gracias al mismo Divino Corazón, por todos los beneficios que hasta hoy ha prodigado a nuestras ciudades y diócesis”.
Y, allá, en la cumbre señera de la Ciudad Blanca, leyó esta honda fórmula:
"¡Oh Dios de bondad y de misericordia infinita! Ved aquí en esta solitaria cima y al pie de esta Cruz a este indignísimo Obispo: os ruego humildemente por el Corazón sacratísimo de vuestro Hijo Jesús y por el corazón purísimo de la Santísima Virgen María y por los méritos de todos los santos, que perdonéis mis pecados y los de mi pueblo y nos concedáis las gracias necesarias para no ofenderos jamás. Recibid mi corazón y el de todos los fieles que me habéis confiado. Recibid el corazón y las oraciones de los sacerdotes y bendecir sus trabajos. Recibid el corazón, las oraciones y gemidos de vuestras vírgenes que habitan en la soledad de los claustros y santificadlas más. Recibid las oraciones de los ancianos y de los niños, las oraciones y las lágrimas de las madres de familia, de las viudas desoladas, de los huérfanos y de los pobres, de los hambrientos y desnudos. Recibid las oraciones y las lágrimas de los pobres enfermos, afligidos y agonizantes. Socorred, Señor, sus necesidades, consoladlos en sus aflicciones y angustias, enjugad sus lágrimas y salvadlos. Que no se pierda, Señor, ninguno de los que me habéis confiado! Que Nuestro Señor Jesucristo, vuestro Hijo Redentor nuestro, reine siempre en todo el mundo y especialmente en el Perú y en esta diócesis. Que se conviertan los impíos y pecadores. Que los brazos de esta Cruz cubran esta diócesis y la libren de todo mal. Amén".
Un botón de muestra de la raigambre de esta devoción en nuestro Perú. Digamos de una vez que devoción es entrega total y comprometida por los lazos más sagrados que son los del amor. Y de ello supieron mucho Diego de Hojeda, Diego Alvarez de Paz, Rosa de Lima, Martín de Porras, Juan de Alloza, Francisco del Castillo, Paula de Jesús Nazareno, Mateo Crawley (alma del monumento en el Cerro de los Angeles, Madrid), así como los institutos y cofradías, los escritos y las novenas, los santuarios y monumentos, que llenan nuestra geografía.
En 1739 se establece en la ciudad de Panamá -en ese tiempo dependiente de Perú- la primera Congregación ofrendada al Corazón Santísimo en América del Sur. Fue también en suelo peruano donde se levantó, en el año 1742, la primera iglesia dedicada en el Nuevo Mundo al Corazón de Jesús Sacramentado; aunque debido a terremotos y otros sucesos no se inauguró has el 6 de abril de 1766; tal es el origen de la iglesia del Sagrado Corazón de Huérfanos, en la cuadra 7 del jirón Azángaro-Jr. Apurímac 386 Telf. 427-2433; 428-7133 en el Centro de Lima. En la actualidad, Lima cuenta con la parroquia del mismo nombre en Magdalena del Mar regentada por salesianos (Párroco: P. Rolando RAMOS GUIJA, SDB; José Benito Lazo 517 (antes Jr Grau) Telf. 263-1028; Fax: 263-5971; otra en Barranco, que tiene como párroco a Mons. Ricardo WIESSE, Av. Grau 1280 Telf. 477-1503, y la reciente de Surco, a cargo del P. Piero GIACCHETTI PASTOR, de Pro Ecclesia Sancta; Av. La República esq. Jr Santorín, Urb. El Derby Surco Telf. 435-6458
Dos jesuitas peruanos, los padres Alonso Messía Bedoya y Baltasar de Moncada, la honra de propagar su devoción y fomentarla de palabra y por escrito. El segundo, abre en 1752 la Casa de Ejercicios del Sagrado Corazón en Lima. Cuando estaba en pleno florecimiento su culto, en 1767 la infausta expulsión de la Compañía de Jesús de todos los territorios españoles que ocasionó el destierro de 500 jesuitas del Perú; uno de ellos, el P. Miguel León, limeño, se destacará como gran propulsor de esta devoción, que logra reunir una pequeña biblioteca con obras al respecto. Durante el exilio de los jesuitas, no obstante, en 1785 se edita en Lima la Novena al Sagrado Corazón de Jesús tomada del libro del P. Juan de Loyola, ya citado. Y en 1817, consta que se rezaba en la ciudad el Oficio del Sagrado Corazón.
En 1824, por iniciativa del presbítero José Mateo Aguilar, se fundó en la iglesia de las Trinitarias de Lima la Hermandad de San Luis Gonzaga y el Corazón de Jesús, trasladada después a la iglesia de San Pedro. Otro peruano que contribuyó a la expansión de esta devoción fue el canónigo Pedro Antonio Fernández de Córdova, trujillano, expatriado a España con la independencia, quien tradujo del latín la obra del Cura de Tarascón: Jesús al Corazón del Cristiano y el Cristiano al Corazón de Jesús, y la publicó en 1842 en Cádiz.
Las hermanas de la Congregación de los Sagrados Corazones (del convento de Picpus, en París), llegaron al Perú en 1849 y se establecieron en el supreso convento de Belén en abril de 1851. La rama masculina vino algunos años después y se instaló en la ex recoleta dominica de Santa María Magdalena. La iglesia fue restaurada y consagrada al Sagrado Corazón de Jesús (la segunda en Lima) el 20 de junio de 1886. Al impulso de la gran renovación religiosa promovida por el beato Pío IX, en 1876 llegaron también las religiosas de la Sociedad del Sagrado Corazón, fundada por Santa Magdalena Sofía Barat (1779-1865), que desarrollarían una amplia labor en el país, destacándose durante décadas en la educación femenina en el Colegio Sophianum de Lima. Les siguieron en 1890 las seis primeras Madres Visitandinas, hijas de Santa Juana de Chantal (1572-1641), entre ellas Sor Domitila, joven viuda limeña que había perdido a su esposo en la batalla de San Juan. Del Callao se trasladaron a Bellavista y luego a la Av. Colonial en donde construyeron junto al Monasterio de la Visitación una pequeña iglesia (el tercer templo dedicado al Corazón de Jesús). Actualmente tienen su convento en Ñaña. En la actualidad, hay diversas órdenes e instituciones con este título, tal es el caso de los MISIONEROS COMBONIANOS DEL CORAZÓN DE JESÚS, MISIONEROS DEL SAGRADO CORAZÓN Y SANTA MARÍA DE GUADALUPEHERMANOS DEL SAGRADO CORAZÓN, Apostólicas, Celadoras, Esclavas, Misioneras Hijas, Dominicas, . FRANCISCANAS MISIONERAS DEL SAGRADO CORAZóN,c MAESTRAS CATÓLICAS DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS, Reparadoras, SAGRADO CORAZÓN Y DE LOS POBRES. Hermanas del SAGRADO CORAZON DE JESÚS (Hiltrup). Hermanas Misioneras, Religiosas del Sagrado Corazón.
Si nos fijamos en patronazgos, cabe resaltar que el 9 de junio de 1836, el Sagrado Corazón de Jesús fue elegido Patrono y Titular de la Diócesis de Chachapoyas (ex Maynas) por su obispo electo, Mons. José María Arriaga. La segunda diócesis en consagrarse al Corazón de Cristo fue la de Arequipa, el 30 de agosto de 1881, por iniciativa de su obispo Mons. Juan Ambrosio Huerta, otra de las grandes figuras del episcopado nacional en el siglo XIX. Le siguió la del Cusco, realizada el 26 de junio de 1887. Los Padres jesuitas, que recién lograron regresar al Perú en 1871 por iniciativa personal de Mons. Teodoro del Valle, Arzobispo de Berito y Administrador Apostólico de Huánuco, fundaron en esa ciudad el centro inicial del Apostolado de la Oración en todo el Perú, cuyo primer director e incansable apóstol fuera el P. Antonio Garcés.
Baste por hoy recordar dos excelentes trabajos, eruditos y espirituales, científicos y apasionados a un tiempo: Historia de la devoción al Corazón de Jesús en el Perú (Lima 1968, 107 pp.) del P. Rubén Vargas Ugarte y El Corazón de Cristo en el Perú (Bogotá 1982, 154 pp.) del P. Rodrigo Sánchez-Arjona Halcón. Uno y otro recogen los hitos de esta devoción creciente que culminó hace 6 años, en 1993, con la consagración oficial del Perú
Que ¿dónde está el corazón, lo esencial de esta espiritualidad? En caer en la cuenta del amor que Dios nos tiene; que ese amor lo simboliza el Corazón; que nosotros debemos corresponderle amando a Dios sobre todas las cosas y sirviendo a nuestros hermanos. Fue Saint-Exúpery, el célebre autor de El Principito quien se confidenció con el General De Gaulle: “Sólo hay un problema en nuestro mundo moderno, devolvedle las inquietudes espirituales”, o como gritase el agitador de conciencias, Miguel de Unamuno, “inquietaos de no estar inquietos”. Lo experimentó san Agustín: “Nos hiciste Señor para Ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti”.
Con las revelaciones a Santa Margarita María Alacoque a fines del siglo XVII en Paray-le-Monial, la devoción reparadora al Corazón de Jesús se expande a toda Francia y al resto de Europa. Lima tendrá el privilegio de recibir sus reliquias en el mes del corazón de Jesús. En 1733, por iniciativa del venerable P. Bernardo de Hoyos S. J. se funda en España la primera Congregación en su honor, y en 1734 se edita en Valladolid el célebre libro de su director espiritual, el P. Juan de Loyola, Tesoro escondido en el Sacratísimo Corazón de Jesús, que tanto ayudaría a la difusión de su culto. Particularmente el Movimiento del Apostolado de la Oración, custodio y difusor de la devoción gracias –entre otras- a la práctica del ofrecimiento de las acciones de cada día y la preparación de la novena y fiesta del Corazón de Jesús.