Revista Opinión
Conozco suficientes fotógrafos para atreverme a una clasificación: los artísticos (de estudio o exterior estudiado en luz y enfoque), los reporteros (notarios de la noticia y el gesto) y los oportunos —no oportunistas— (que están o encuentran el sitio adecuado en el momento justo). Juan Lemus pertenece a las tres categorías y alguna vez he “colgado” es estos espacios alguna de sus creaciones. En esta ocasión su foto corresponde a la tercera. Oportuna y, desgraciadamente, reflejo del grado de deshumanización al que vamos llegando a pasos agigantados. Desahuciada la morada de un difunto. ¿No ha pagado el finado? ¿la familia?... ¡que más da! La noticia no está en que sea legítima la obligación de pagar por un servicio ciudadano, me temo que no municipal como antaño, sino franquiciado a las arcas de funerarias/negocio privadas. Lo vituperante, deleznable y sangrante es la publicidad dada a la falta burocrática o tributaria cometida. No es una notita discreta, no; es un rutilante letrero bien diáfano y de tamaño considerable que el macabro sepulturero ni se ha dignado hacer que tape los apellidos de la familia infractora (que nosotros, que sí tenemos un respeto a los vivos y un mínimo decoro hacia los muertos, hemos hecho). Haber llegado a convertir la muerte en negocio; encontrar en prensa y buzoneo publicidad de jardines edénicos gestionados por empresas que parecen haber recibido de Dios la administración de la vida eterna en cómodos plazos, es la muestra de haber llegado al último escalón de la involución humana. Al menos, ¡que Dios nos coja confesados!