En el Madrid de la posguerra española Daniel y Víctor Marzo se encuentran con el mismísimo diablo: Lothar Keir, un coronel de aviación de las SS que se esconde en España a la espera de poder huir a Argentina. El miedo y las heridas políticas no son buenas armas para luchar, pero puede que el destino ayude esta vez a los valientes y mande al infierno a ese diablo de ojos de color azul transparente…
Lo sé, habéis leído “posguerra española” y ya os habréis puesto a resoplar; más de lo mismo, estaréis pensando ahora. Pues dejad que os diga algo: esta no es otra historia más sobre vencedores y vencidos. El diablo en Madrid cuenta lo mismo pero lo hace de manera distinta. Estáis ante una narración con trasfondo histórico y con personajes cobardes, miserables y valientes, y todos ellos tienen un pasado que esconder. Es el mismo cuento de todas las guerras: el miedo, las penas y la falta de todo porque ya no queda nada. Pero, atención, también es la historia del amor a destiempo, la necesidad de tener algo bonito que te libre de este mundo que está tan mal hecho y del que no puedes escapar. Y eso es grande, muy grande. Me daba pereza meterme en el libro porque reconozco haber leído muchas historias sobre esta época oscura de España y lo que hasta ahora me había encontrado en casi todas ellas era una visión partidista y sesgada, personajes esterotipados y poco más. Pero en este libro me he visto inmersa en la trama desde la primera página: lo mismo de siempre no ha sido lo mismo. Sorpresa absoluta. Vamos muy bien, he pensado. Me ha gustado Daniel, un muchacho que después de la muerte de su padre, militar en el bando republicano, acaba siendo chico de los recados del Ministerio de Hacienda franquista para poder llevar algún dinero a casa. Daniel caminando por Madrid con pasos cansados, como lo hacen quienes han aprendido a aceptar con resignación una vida que no es la de antes. Pasos de viejo y ojos de niño porque la admiración que siente por ese piloto alemán, Lothar Keir (superhéroe de las revistas propagandísticas publicadas durante la Segunda Guerra Mundial), nace en su mirada inocente, que se niega a creer que el héroe es un genocida nazi. El personaje de Daniel es magnífico hasta en sus silencios. También me ha gustado mucho, muchísimo, Víctor Marzo, y os voy a contar por qué. Resulta dificilísimo reinventar a un personaje tan usado como es el del héroe perdedor, enamorado cuando no debe en el lugar equivocado y de la chica imposible, y, sin embargo, Fortea lo consigue, porque Víctor Marzo es creíble y su dolor nos puede resulta muy familiar: ¿cuántas veces hemos dejado en segundo lugar el amor por tener que atender obligaciones que nos han (hemos) impuesto y de las que no podemos escapar? Alicia, la muchacha que conoce por casualidad, lo entiende y le regala su tiempo. Aunque París se lleve de nuevo a Víctor, ella toma la decisión de esperarlo, y eso, en lugar de resultar penoso, me sugiere una dignidad aplastante, cualidad desconocida por Keir y sus secuaces. Las persecuciones por el Madrid de los tranvías y las reuniones clandestinas reflejan muy bien el peligroso juego de dar caza al diablo.
Dos días después de haber terminado la novela recuerdo que seguía teniendo la misma sensación: me gustaba, me gustaba y me gustaba lo que había leído. El diablo en Madrid (no sólo) es una obra sobre la posguerra española, es algo más. Sí, es cierto que en ella encontraréis tópicos y recursos propios de este tipo de historias, pero aquí aparecen reciclados y lucen casi nuevos, impecablemente narrados. Dadles una oportunidad a Daniel y a Víctor Marzo y decidme si no vale la pena un libro en el que se lee esta frase: “no se puede vivir en un país en el que un beso es un delito”. Bonita, ¿verdad? Lo sé.