Revista Expatriados

El Dios en el que no creo

Por Tiburciosamsa

Hace muchos años me di cuenta de que había dejado de creer en Dios. Necesité mucho tiempo para darme cuenta de que en realidad en quien había dejado de creer era en el Dios judeocristiano de la Biblia. Como tantos otros, había sido el producto de una educación en la que toda idea de divinidad debía subsumirse en el Dios de la Biblia. No cabían otras maneras de entender lo Absoluto.

Con el paso del tiempo he ido componiendo una lista de cosas que impiden que pueda creer en el Dios de la Biblia. La mayor parte no son originales mías. Las he ido cogiendo de aquí y de allá, de lecturas y de conversaciones, pero me han convencido. Empiezo:

+ Un argumento muy habitual, sobre todo entre los evangélicos norteamericanos, para defender la existencia de Dios es la Biblia. La Biblia revelada por Dios es prueba de su existencia. Sí, ya sé que es un argumento circular, pero eso explícaselo a ellos: Dios que la revela es la prueba de que Biblia es verdadera y la Biblia prueba la existencia de Dios. Un ejemplo de esta manera razonar lo tenemos en el pastor Alban Douglas, que escribió un libro que tituló humildemente "Las respuestas de Dios a las preguntas del hombre", ahí es nada, tener acceso a Dios y saber lo que va a responder. En fin, según Alban Douglas, " la Biblia no es un libro de texto que intenta probar la existencia de Dios. La Biblia se abre con el hecho positivo de que Dios existe. No se le ocurrió a ningún otro escritor de la Biblia demostrar este hecho. La Biblia declara llanamente que es un necio quien deniega la existencia de Dios. Salmo 14:1: "El necio dijo en su corazón: No hay Dios". Cualquiera con un ápice de inteligencia reconocerá el hecho evidente del Dios vivo." Curiosamente, esta misma argumentación podría utilizarse para defender que la Biblia es un libro de dietética, que desaconseja el cerdo y el marisco. Podría reescribir ese párrafo siguiendo la misma lógica y concluir triunfalmente: " Cualquiera con un ápice de inteligencia reconocerá el hecho evidente de que no hay que comer cerdo con triquinosis".

Ahora bien, ¿contiene la Biblia algo que nos permita afirmar que fue escrita por Dios o por un hombre inspirado por Él? Nos ofrece un relato poético de cómo fue la creación del mundo. Perfecto, también nos ofrece otro el "Enuma elish" babilónico de hace dos mil años. La diferencia es que no hay ningún predicador exigiendo que en las escuelas en lugar de la evolución se enseñe que en el principio el abismo primordial se juntó las aguas primordiales y engendraron a todos los dioses. ¿Que el rey David hablaba con Yahvé sobre si debía atacar a los filisteos? Bueno, menos humos, que ochocientos años antes el dios solar Shamash le miró a Hammurabi " alegremente con una cara contenta." Si Yahvé otorgó la Tierra Prometida a Moisés tal vez lo hiciera un poco por pique con Shamash, que varios siglos antes también había jugando al arrendador de reinos con Hammurabi. Yahvé se cabreaba con cierta regularidad con el Pueblo Elegido y lo dejaba tirado en la cuneta de la Historia, aunque en el fondo estaba deseando que le hicieran mimitos y le construyeran un templo en Jerusalén. Debe de ser una manía familiar. Varios siglos antes Marduk cada vez que se cogía un rebote con los babilonios se iba a otras tierras para beneficiarlas, aunque siempre acababa regresando y fantaseando con que " un rey de Babilonia aparecerá: restaurará el maravilloso templo, E-kur-sagila (...) Traerá alivio a mi ciudad Babilonia. Me tomará la mano y me llevará a mi ciudad Babilonia y a E-kur-sagila para siempre." ¿Que Isaías profetizó que los Mundos de Yupi se harían sobre la tierra? Vale y un babilonio anónimo dijo que " los ríos llevarán peces. Los campos estarán llenos de frutos. La hierba de invierno durará hasta el verano y la hierba de verano hasta el invierno. Las cosechas del país serán abundantes. Los mercados prosperarán. Ningirsu [es el primo de Zumosol que hará esta profecía realidad] contendrá el mal. Ayudará a quienes están en dificultades..." ¿Que David le escribía cosas lindísimas a Yahvé y le trataba como si le conociera de toda la vida? Lo mismo lo había aprendido de Akhenaton que un puñado de siglos antes le había escrito a Atón: " ¡Cuán variado es lo que has creado!/ Está escondido al rostro del hombre./ ¡Oh, único dios, como no hay otro!/ Creaste el mundo según tu deseo,/ mientras estabas solo..." Con todo esto adonde quiero llegar a parar es que no encuentro nada excepcional en la Biblia, nada que no estuviese siendo escrito por otros hombres en otras culturas del entorno.

Alguien dijo que si realmente Dios participó en la redacción de la Biblia, nos habría dejado algún tipo de mensaje, algo que demostrase que hubo una participación más allá de lo humano. Quitando a Michael Drosnin y a unos cuantos rabinos con mucho tiempo entre las manos, no sé de nadie que haya encontrado ningún mensaje misterioso en la Biblia que revele la intervención divina.

+ El Dios de la Biblia es un Dios que interviene en la Historia. Parece que éste es un rasgo de familia, porque también a sus primos Marduk y Shamash les divertía entrometerse en los asuntos humanos. La diferencia es que Marduk y Shamash eran cortoplacistas. No iban más allá de planificar si su rey favorito conquistaría una ciudad aquí o saquearía un templo allá. El Dios de la Biblia piensa más a largo plazo. Tiene todo un plan para redimir a la Humanidad.

Siguiendo el Catecismo de la Iglesia Católica, Dios creó al hombre y le invitó a una comunión profunda con Él. Adán y Eva desobedecieron, rechazaron la amistad de Dios y terminaron malamente. Aunque sus descendientes para aquel entonces no existíamos ni como espermatozoides, nos vimos afectados por su desobediencia. Para que el hombre se libere del pecado, Dios escoge a un pueblo al que se irá revelando paulatinamente y con el que establecerá una Alianza. Entre tantos pueblos para elegir (los babilonios que dominaban Mesopotamia, los egipcios que controlaban el valle del Nilo y tenían un pie puesto en las costas de Palestina y Siria), va y se fija en un grupo de pastores semitas seminómadas, a los que alternativamente putea y colma de mercedes. Tan pronto los libera de la esclavitud en Egipto, como los entrega al poder de los asirios. Lentamente los planes de Dios se van haciendo más ambiciosos. Ya no se trata solamente de salvar al pueblo de Israel, sino de ampliar la salvación a toda la Humanidad. En palabras de Benedicto XVI: " Vemos así como el camino de Dios se ensancha, se abre cada vez más hacia el misterio de Cristo, el Rey del Universo. En Cristo se realiza finalmente la salvación en su plenitud, el designio benevolente de Dios. Él mismo se hace uno de nosotros". Todas esas etapas demuestran "un único designio de salvación dirigido a toda la humanidad, que se revela y se realiza progresivamente con la potencia divina".

El plan divino de salvación es muy bonito, pero tiene agujeros por todas partes. Para empezar, ¿hacía falta complicarse tanto la vida? ¿No hubiera podido crear un ser humano un poco menos capullo y más obediente que hubiera seguido sus mandatos desde el principio y no hubiera hecho necesario diseñar un camino de salvación tal complicado?

El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice que " la Revelación nos da la certeza de fe de que toda la historia humana está marcada por el pecado original libremente cometido por nuestros primeros padres". Se pone mucho hincapié en el respeto de Dios por la libertad humana. Ya hemos visto que Dios no se entrometió con el defecto de fábrica que hizo que Adán y Eva le salieran desobedientes. La Historia es lo que es, con sus matanzas y sus tiranos, porque Dios nos ha querido libres.

Ahora bien, rastreando el concepto de libertad según lo describe el Catecismo de la Iglesia Católica, deja mucho que desear: " Dios [...] ha querido dejar al hombre [...] en manos de su propia decisión" (Si 15,14), para que pueda adherirse libremente a su Creador y llegar así a la bienaventurada perfección. La libertad es el poder de obrar o de no obrar y de ejecutar así, por sí mismo, acciones deliberadas. La libertad alcanza su perfección, cuando está ordenada a Dios, el supremo Bien." O sea que somos realmente libres cuando tendemos hacia Dios; si vamos en otra dirección, somos esclavos. Esto me recuerda al derecho de voto en las dictaduras comunistas: era un derecho de los ciudadanos, siempre que no se equivocasen votando a un partido que no fuera el comunista. Una lectura que podemos hacer del plan redentor de Dios es que Dios respeta nuestra libertad de boquilla, pero en el fondo nos manipula para llevarnos por donde quiere.

También las intervenciones de Dios en la Historia dejan mucho que desear. Interviene para que el Pueblo elegido adquiera la tierra que les ha prometido, pero dos mil quinientos años después, se queda callado cuando Hitler asesina a seis millones de miembros de su pueblo. Daría para toda una entrada la manera en que los teólogos judíos y cristianos han intentado explicar este silencio de Dios, pero no parece que hayan querido dar la respuesta más obvia: no existe el Dios de la Biblia.

Sobre esas intervenciones tan irregulares, casi diría que ciclotímicas, de Dios en la Historia, alguien hizo un comentario que me encantó y que reproduzco aquí con mis palabras: no entiendo a Dios. Se coge un rebote inmenso porque le robamos unas manzanas de un árbol y nos condena a ganarnos el pan con el sudor de la frente, a parir con dolor y a morir, y luego le matamos a Su único hijo y nos perdona.

Ciertamente Dios es eterno y para Él el tiempo no cuenta, pero... ¿hacía falta un plan tan complicado para redimir a la Humanidad? Por otra parte, en el desenvolvimiento de este plan, Dios parece haber jugado a los favoritismos. Esto fue más o menos lo que le dijo el rey siamés Mongkut al embajador británico: " Si Dios es el padre de todos nosotros, ¿por qué no revelo Su voluntad tanto a las naciones de Oriente como a las de Occidente?... Si hizo milagros para convertir a vuestros antepasados, ¿por qué no hizo milagros para convertirnos a nosotros?... ¿Cómo sabremos que vuestros libros son verdaderos? Nos decís que lo son y nosotros os decimos que los nuestros son verdaderos, ¿por qué no nos creéis, si esperáis que nosotros os creamos a vosotros?"

+ Todos esos agujeros en el plan de redención divino acaban repercutiendo en la imagen que nos hacemos de Dios. La imagen tradicional es que Dios es omnipotente y misericordioso. Dice el Catecismo de la Iglesia Católica: " De todos los atributos divinos, sólo la omnipotencia de Dios es nombrada en el Símbolo: confesarla tiene un gran alcance para nuestra vida. Creemos que esa omnipotencia es universal, porque Dios, que ha creado todo (cf. Gn 1,1; Jn 1,3), rige todo y lo puede todo; es amorosa, porque Dios es nuestro Padre (cf. Mt 6,9); es misteriosa, porque sólo la fe puede descubrirla cuando "se manifiesta en la debilidad" (2 Co 12,9; cf. 1 Co 1,18) ".

Lo malo es que la omnipotencia y la misericordia parecen dos atributos incompatibles. Nuevamente tenemos el ejemplo de Auschwitz que tanto ha escandalizado a muchos teólogos. Si Dios permitió que Auschwitz ocurriera, ¿significa eso que no es misericordioso y que le importa una higa nuestro sufrimiento? ¿o quiere decir que no es omnipotente y no pudo evitarlo? El filósofo Hans Jonas intentó coger el toro por los cuernos y afirmó que Dios no es omnipotente porque voluntariamente se autolimitó para que sus criaturas pudieran ser libres. Tiene la virtud de que es una manera original de intentar salir del atolladero, pero no ha convencido. La idea de que Dios pudiera no ser omnipotente o la de que pudiera estar ausente de su creación choca demasiado con dos mil quinientos años de ver a Dios como una mezcla de padre bueno y primo de Zumo Sol. Menos radical es la postura de Martin Buber que habla de un "eclipse de Dios" en el siglo XX, debido en buena medida a la escasa disposición de los hombres para dialogar con Él. Vamos que la culpa fue nuestra, porque Dios nos estuvo llamando pero nadie cogía el teléfono.

Una respuesta genial es la de Michael Wyshogrod, que consiste en recurrir al viejo argumento de que los caminos del Señor son insondables: " La fe judía es desde sus orígenes una fe en que Dios puede hacer lo humanamente incomprensible. En nuestro tiempo, esto implica creer que, a pesar de Auschwitz, Dios cumplirá su promesa de salvar a Israel y al mundo. ¿Puedo entender yo cómo es esto posible? No. Lo que de ningún modo puedo comprender es cómo va a retribuir Dios a los muertos en el holocausto. Pero, con Abraham, creo que lo hará. ¿Es escandalosa esta fe? ¿Se toma a la ligera el sufrimiento de los asesinados? En cierto sentido sí, aunque sólo en perspectiva humana. Pero Dios puede hacerlo y lo hará. Él no está ligado a lo humanamente posible. Ha prometido salvarnos, y lo hará". Vale, Dios nos salvará, pero parece que hizo una excepción con los masacrados en Auschwitz. En el fondo el problema de Jonas, Buber y Wyshogrod es que no podemos realmente compatibilizar la omnipotencia de Dios, su misericordia y Auschwitz. Casi la mejor respuesta es la de Wyshogrod, que se va directamente por las ramas y apela al argumento de la incomprensibilidad de Dios.

Habría que buscar otra explicación para el silencio del Dios de la Biblia en Auschwitz, en el genocidio armenio, en las purgas de Stalin, en la gran hambruna China, en el genocidio de Pol Pot... ¡Vaya! Parece que Dios estuvo bastante silencioso durante el siglo XX. Tal vez la explicación más sencilla sea que el Dios de la Biblia no existe. Pero bueno, parece que a los teólogos les gustan las explicaciones complicadas. A fin de cuentas es la existencia de Dios lo que les da de comer.

Lamento haber dejado de creer en el Dios de la Biblia porque me caía bien. Era paternal, era poderoso, me hacía compañía, siempre estaba accesible, aunque a veces se pusiera pesado con eso de los Diez Mandamientos y de que fuera a misa los domingos.

No obstante, ha sido reconfortante darme cuenta de que lo Absoluto puede existir y que haber dejado de creer en el Dios de la Biblia no implica haber dejado de creer en la trascendencia.


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