Isabel Coixet dijo alguna vez reflexionando sobre los domingos que eran días de incertidumbre. Estoy de acuerdo con ella aunque considero que hay demasiados tipos de domingos.
Hay domingos de “pensar”. Esos domingos son incómodos, retrotraídos e introvertidos. Son domingos de manta y chocolate. De película que nos haga olvidar por momentos. Pero tras el fin de los 120 minutos nos dejan la misma desazón que teníamos.
También decía Coixet que cuando pequeña pensaba en el colegio la tarde del domingo y le amargaba la posibilidad de que sus amigos del viernes no lo fuesen ya entrado el lunes. Un fin de semana, ciertamente, puede cambiar muchas cosas. Aunque a decir verdad en el fondo no modifique ninguna de ellas. Pero si un domingo sirve de algo es como reflexión a toda la semana. Es una unión de esos momentos de pensamiento -más escaso conforme las nuevas tecnologías nos arrastran- unidos en un replanteamiento de talante inútil en la mayoría de casos. Estos domingos sirven para ver lo idiota que se ha sido una semana más, los planes tirados en el desván, las estratagemas mal enfocadas, los nuevos tropiezos sobre la misma piedra y un largo etcétera. En cambio, lo peor de todo es tener la inaguantable sensación de hieratismo respecto a la semana anterior. Lo que es lo mismo, no haber hecho nada.
Uno de los mejores planes para un domingo cualquiera es tomarse un domingo al sol, rezagado entre sus rayos y con el cerebro ciego igual que las pupilas deslumbradas. Sin pensar pero con el importante aporte de vitamina D. O viajar sin rumbo a ninguna parte o con la brújula en condiciones intentando ver las cosas de otra manera porque aún es domingo y no lunes. Aún somos libres de la rutina.
Pero también hay domingos de actividad cerebral nula. Han sido tales las magnitudes del fin de semana que el domingo se plantea únicamente como aliado nuestro, nos da la mano desde la cama y nos arropa hasta el pitido insoportable del lunes.
Ocurre que nos da, de igual modo, por cebarnos de la plenitud del fin de semana en el domingo. Y éste, pobre mío, nos quiere avisar de la inminente llegada del cobrador del frac llamado lunes. Pero no hacemos caso. ¿Para qué?
En fin, lo mejor de los domingos es que pueden diseñarse a imagen y semejanza aunque luego salgan al revés. Lo importante es no tener un domingo desierto.
María José Gata
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