por Roberto Nieri
Recientemente fue estrenado el documental “La muerte del ciclo”, película que aborda la catástrofe cultural y espiritual que significará para las comunidades mapuches de la región de Los Ríos, la construcción de una central hidroeléctrica que inundará un importante complejo ceremonial.
Entre los años 1996 y 2004, los chilenos observamos uno de los casos más controvertidos y emblemáticos del conflicto entre el Estado de Chile y el pueblo mapuche en su etapa moderna. Nos referimos a la construcción de la Central Hidroeléctrica Ralco, en el Alto Bio Bío, proyecto que significó la inundación de 3500 hectáreas de bosque nativo y el traslado de alrededor de 500 personas, generando un drama sociocultural de una magnitud que aún hoy es difícil de concebir.
La construcción de Ralco fue polémica por varios motivos, entre ellos, por el papel que jugó el Estado a la hora de quebrar a las organizaciones mapuches que se resistían a la represa, y además porque dejó en evidencia el tráfico de influencias que la mega industria privada ejerce entre las autoridades de Gobierno a la hora de aprobar los Estudios de Impacto Ambiental de sus proyectos hidroeléctricos y mineros.
Recordamos este caso ya que en la actualidad se está desarrollando otro proyecto energético que haya en Ralco un claro precedente. Nos referimos a lo que está sucediendo en el río Pilmaiquén, en la región de Los Ríos, donde las comunidades mapuches vecinas reclaman por la inminente construcción de una nueva central hidroeléctrica, que no solo inundará terrenos actualmente cultivables, sino que además destruirá un espacio sagrado, el complejo ceremonial conocido como Nge Kintuante, un espacio vital para el desarrollo espiritual, cultural y político de los habitantes de la región.
El documental como arma
Pese al bloqueo mediático que existe en torno a esta historia, que se arrastra ya por más de 10 años, hoy los chilenos la podemos conocer a través del documental “Wiñol Ñi Lan” o “La Muerte del Ciclo”, película de corte poético-político, que nos muestra con una refinada propuesta estética la realidad que se vive en esta zona del Puel Willimapu, como los mapuches se refieren a las tierras altas de las regiones de Los Ríos y Los Lagos.
A través de la contemplación de sus hermosos paisajes, sus ríos, bosques y montañas, acompañados de los testimonios de distintos dirigentes y habitantes de la zona, el documental nos relata de forma íntima y sincera la cosmovisión del pueblo mapuche, sus creencias respecto al centro ceremonial que será afectado, así como su opinión respecto al Estado de Chile y su manera de enfrentar los proyectos hidroeléctricos.
Esta película viene en la línea estratégica de una fracción del pueblo mapuche, que ha optado por la difusión abierta de sus creencias, con el objetivo de convocar a los chilenos conscientes a solidarizar con su causa, en contraposición del sentido común que ha sindicado a los mapuches como un grupo hermético y cerrado a la hora de difundir sus saberes. Una señal de esta apertura es el hecho de que el documental incluye otra problemática que los mapuche deben sufrir, y otra vez tiene relación con la energía eléctrica y el desarrollo social entendido como una carrera desmedida y desregulada.
Se trata del conflicto que está viviendo la comunidad mapuche residente en la comuna de Lo Prado, en pleno Santiago, donde la construcción de una Subestación del Metro y el levantamiento de una red de torres de transmisión eléctrica están amenazando un “Nguillatuwe”, espacio que acoge al “Rewe”, tótem o altar sagrado de vital importancia en celebraciones como el machitún, el guillatún y otras ceremonias mapuches.
La inclusión en la película de este conflicto, localizado en un sector periférico de la capital, nos remite a este sentido de inclusión, de reconocimiento del mestizaje cultural que parte del pueblo mapuche viene reivindicando desde hace algunos años. La proliferación de iniciativas culturales y artísticas de distinto tipo en la última década, como la creación de películas de ficción y de documentales por realizadores mapuche, el surgimiento de redes de comunicación indígena, colectivos, talleres, ciclos de cine, apuntan a una nueva estrategia de lucha con la que el pueblo mapuche sostiene que no son un pueblo estático, atrapado en el pasado, sino que representan una cultura viva, dinámica, capaz de adaptarse a los nuevos tiempos y de aprovechar las nuevas herramientas tecnológicas a su favor.
Además, con estas iniciativas, se reivindican como un interlocutor válido a la hora de contar su propia historia, más allá de los medios de comunicación tradicionales y de las lecturas académicas externas al propio pueblo mapuche. En ese sentido, Gerardo Berrocal, realizador audiovisual, editor del medio “Adkimvn”, señala al respecto: “El cine es un importante instrumento de difusión y comunicación para dar a conocer la cultura desde las propias voces representativas de los pueblos indígenas. A su vez, la producción audiovisual indígena y de temática indígena ha ido surgiendo con fuerza, especialmente durante las últimas dos décadas, por lo que se ha hecho necesario también, ir desarrollando actividades tendientes a hacer visible la realidad indígena a través del cine y la comunicación”.
El espíritu de Kintuante
El río Pilmaiquén está ubicado en la región de Los Ríos. Corresponde al desagüe natural del lago Puyehue, y es uno de los principales afluentes del río Bueno. Cerca de su naciente, fue construida el año 1944 la Central Hidroeléctrica Pilmaiquén, la primera represa del país. Allí, en la rivera de este río, los mapuches de la zona aseguran que vive el Nge Kintuante, espíritu tutelar del río Pilmaiquén. La lonko Juana Cuante, una de las jóvenes líderes que en la actualidad está coordinando la defensa de este territorio, explica la connotación espiritual de este sitio, y con esto, el nombre del documental que aborda el conflicto:
“Venimos desde las estrellas al vientre de nuestra madre para quedarnos en una bolsa de agua. Al nacer nuestros abuelos nos dejaban en un estero o río, hasta dar nuestro primer grito, cuyo eco viaja por el agua indicándole a la tierra que nuestro espíritu a vuelto de un largo viaje. Nuestros Alwe (espíritus de los muertos) transitan por el agua vigilando el Wenuleufu (río de las estrellas) hasta llegar a lo más infinito del lafkenmapu (territorio marino) hasta el Wenumapu (tierra de arriba) desde donde volveremos en el rocío y quedaremos plasmados en un árbol, planta, animal, o ave, y volver a nacer”.
“Con la convicción de que nuestra resistencia es para las futuras generaciones, nos organizamos más allá de nuestros territorios. Sabemos que es una responsabilidad de todos construir un mundo mejor y un buen vivir. Debemos movilizarnos de todas las formas posibles, legales o ilegales, ancestrales o contemporáneas en contra de este mundo neoliberal y autodestructivo que nos oprime y destruye, en un par de segundos, lo que se demora milenios en construirse. Por el derecho a la vida, Ríos Libres para el Puelwillimapu”.
Alrededor de este lugar conviven las comunidades mapuche-williche de Maihue, el Roble-Carimallín, Lumaco, y Mantilhue, además de comunidades más alejadas como las de San Juan de la Costa, en Osorno, las que, según el historiador Martín Correa, “también acuden al Ngen Kintuante a solicitar permiso para la realización del lepün -guillatún williche-, luego de tres días a caballo, para luego retornar a la roca del Abuelito Huentiao, en el mar de Pucatrihue, constituyendo una de las manifestaciones rituales más importantes de la cultura mapuche. Su desaparición constituiría un ataque abierto a su religiosidad, un atentado a la continuidad de sus prácticas rituales y un daño al patrimonio cultural de dicho pueblo”.
“El Ngen Mapu Kintuante es el espíritu protector de esas tierras. Un abuelo o ‘encanto’. Kintuante es quien busca la luz y tiene control sobre el tiempo, las aguas y las lluvias. Que lo inunden viola nuestra cultura y creencias. Es un genocidio cultural. Allí realizamos nuestras ceremonias. Vive allí también el Kilen Wentru -espíritu machi-, el poder de los machi y las lawentuchefe que trabajan con medicinas. Kintuante nos las da. Solo una vez al año se acude a buscar hierbas y medicinas pues es un lugar muy delicado. Se hace alguna excepción cuando hay alguien muy enfermo o desahuciado. Se hace el epül antes de la cosecha. Días antes de las ceremonias las machi acuden a avisar a los ngen y los invitan a que las acompañen”, explica la machi Millaray Huichalaf, de la comunidad El Roble-Carimallín, férrea defensora del espacio del Nge Kintuante, quien se hiciera tristemente conocida tras ser detenida y encarcelada por cuatro meses, acusada de encubrir a los autores del incendio del fundo Pisu Pisué, en Río Bueno, a comienzos del 2013.
El negocio del agua
Hoy el espacio ceremonial de Kintuante está en mano de un privado, Juan Heriberto Ortiz, pastor evangélico, ex carabinero, según información entregada por la machi Millaray. De hecho, antes de su detención por el caso Pisu Pisué, la joven machi ya había sido detenida por carabineros en una ocasión, cuando participaba de una ocupación del espacio de Kintuante, como respuesta por el corte de alrededor de veinte robles pellines por parte de Ortiz, árboles que eran parte importante del complejo ceremonial. Ahora, el espacio se encuentra bajo una amenaza mucho mayor, ya que la Central Hidroeléctrica “Osorno” lo dejaría completamente bajo el agua.
Este proyecto pertenece a la empresa Pilmaiquén S.A., compañía que ya cuenta con otra planta hidroeléctrica en el mismo río, la Central Rucatayo, operativa desde el 2010. Además, pretenden construir otra llamada Los Lagos, que en la actualidad está en proceso de aprobación por la Dirección General de Aguas.
Respecto a la central Osorno, el 2009 la empresa entregó el estudio de impacto ambiental en que sostenía que “no existen comunidades o espacios sagrados que proteger (…) ni sitios donde se realicen manifestaciones culturales”, cuestión que, como ya hemos visto, ha quedado totalmente desmentida. Además, como denuncia la machi Millaray, aquí no se realizó ninguna consulta indígena, como lo exige el convenio 169 OIT suscrito por el Estado Chileno.
Aún así, con pleno conocimiento de las autoridades de este tema, y según los datos entregados por la misma empresa, la construcción de la central Osorno fue aprobada en enero del 2014, por lo que esperan comenzar su construcción a principios del 2015.
Este hecho puede entenderse mejor si analizamos las actas de constitución de la empresa Pilmaiquén S.A., a través de la Superintendencia de Valores y Seguros, donde sorprende encontrar, entre los dueños y los directivos de esta empresa, varios nombres conocidos por su poder y sus influencias, y por supuesto, por sus fortunas amasadas en negocios relacionados con la industria hidroeléctrica desde la Dictadura.
A diciembre de 2013, los principales accionistas de la firma eran Isidoro Quiroga y María Victoria Quiroga, con un 10,82%; Germán Guerrero Falcón, Germán Guerrero Espinoza y Rodrigo Guerrero Falcón, un 22,06%: y Bruno Philippi, en conjunto con la sucesión de Andrés Concha, con 26,47%, mantenían cerca de un 60% de la propiedad, destacando además, entre los directivos, el nombre de Hernán Buchi.
Entre todos estos, Isidoro Quiroga es tal vez el más representativo en relación al negocio del agua. Quiroga es uno de los empresarios más adinerados del país. Como destaca un reportaje de CiperChile, sólo en los últimos cinco años obtuvo más de US$ 25 millones por la venta de derechos de agua, los cuales le fueron otorgados gratuitamente por el Estado.
“El comercio que hace Quiroga con el agua es legal, lo que desnuda las deliberadas omisiones y falencias del Código de Aguas impuesto en dictadura. Bajo los mecanismos establecidos por el código redactado en dictadura, el agua no necesariamente va a dar a manos de quienes la necesitan, sino a las de aquellos que tienen los medios económicos para hacerse de su propiedad”
” A más de 30 años de su entrada en vigencia, el Código de Aguas chileno se desmorona a pedazos. No sólo es considerado una excepción a nivel mundial por diversos estudios, sino también un “anti-ejemplo” sobre cómo llevar a cabo la gestión de los recursos hídricos en un país. Falta de transparencia y regulación, asignación inequitativa del recurso, explotación indiscriminada y acumulación ociosa con fines especulativos en desmedro de las necesidades básicas de la población, son sólo algunas de las graves falencias que en buena parte explican la actual crisis hídrica que vive el país”.
Al señalar las conexiones de Quiroga con el mundo de la política, el reportaje señala: “Su peso específico en el mercado lo ubica entre los empresarios más adinerados de Chile. Y si bien rechaza toda figuración pública, no adopta la misma actitud a la hora de ejercer influencia política. Son públicas al menos dos reuniones en las que ha participado junto a otros empresarios de renombre (Rafael Guilisasti, Lázaro Calderón, Julio Ponce, Juan José y Enrique Cueto, por nombrar algunos) con el ex presidente Ricardo Lagos”.
El conflicto de Lo Prado
Otro grupo que reclama urgentemente apoyo de la comunidad nacional, por verse enfrentados a grupos de poder e influencias, son los mapuche residentes en la comuna de Lo Prado, quienes tienen su centro ceremonial en la calle General Oscar Bonilla 6100, donde antes estuviera emplazado el parque de diversiones Mundomágico.
Allí, desde hace 10 años, tal como aparece en el documental “La muerte del ciclo”, celebran sus rituales un importante grupo de mapuches que debieron migrar forzosamente a la ciudad, debido a la usurpación progresiva de sus tierras, así como sus descendientes, niños y jóvenes mapuche que luchan por mantener viva la cultura de sus ancestros, en medio de una ciudad superpoblada como Santiago.
En este lugar, llamado “Casa de Salud Mapuche Aflayai Mapuche Lawen”, ejerce su labor medicinal la machi María Marilao, quien atiende a pacientes no solo de la etnia mapuche, sino también a otros habitantes de la comuna, que recurren a ella en busca de una medicina alternativa para los males que el modo de vida occidental trae asociados, como el estrés, la depresión, y otras enfermedades recurrentes en la sociedad de hoy. Sin embargo, este espacio hoy se ve amenazado por la construcción de un tendido eléctrico que impedirá a la machi ejercer su trabajo en las condiciones energéticas ideales que su cultura medicinal requiere. Además, en el terreno colindante, Metro de Santiago pretende construir una subestación que también alterará el centro de trabajo de la machi.
“La onda de electricidad no nos va a dejar hacer nuestras ceremonias. Invadirán con cables y no van a permitir que la Machi entre en trance. Ya es complicado hacer la rogativa aquí en la ciudad, porque en un lugar sin naturaleza el espíritu de ella se enferma”, afirma el Lonko de la comunidad mapuche de Lo Prado, Sebastián Collonao Marilao. “Es triste lo que quieren hacer, no pueden pasar a llevar así a la gente. ¿Harían lo mismo en el santuario de Lo Vásquez o en una iglesia mormona?”, concluye la autoridad tradicional.