La particularidad que siento no es solamente amor o pasión, muchas veces es tristeza acompañada de soledad.
Mi soledad que está llena de complejos.
Pienso, siento y estás ahí. Por necesidad, por dulzura.
La necesidad de tener a alguien que haga incendiar mis sentidos.
No -perdón- de tener a alguien no, de tenerte a ti conmigo haciéndome vibrar con tu tacto o haciéndome volar con tu esencia.
Tengo complejos -¿Quién no los tiene?- mi sentido común es una sociedad, algo dentro de él late, algo dentro de él vibra. Está poblado de seres diminutos que están pendientes de ti y de mí, están lisonjeando en mi contra o defendiéndome de mí misma.
Esos complejos son causados por un ente que no puede gritar pero se ve en mis ojos y tú lo sabes bien. Lo notas cuando te suelto de la mano o cuando me dices que estoy linda y me cubro el rostro y lo niego. Son ideas oscuras, vivas en mi inconsciente.
Persistentemente estas presente y a veces quiero que te alejes, no -a veces no-. Siempre.
Y te extraño cuando te alejas, mis manos no pueden tocar otras manos, el bálsamo del viento no emana tu esencia y no encuentro belleza en mi físico.
No quiero huir con nadie, ni con bestias ni con príncipes.
Estoy pavorosa, quieta, encogida. Y todo es un túnel en las noches que no estás.
Hieres mis sentidos, los inundas, los olvidas, pero siempre vuelves -porque quiero-.
Y esto no es un capricho, no. Es esa particularidad que tienes, que tenemos.
Eres la tierra donde poso mis pies.
El aire donde vuelan mis sentidos.
Las razones de mis lamentos.
Eres el dueño de mis complejos.
Eres eso porque es lo que quiero que seas.
Y ahora mis ojos son unos focos rojos a punto de estallar. Tiemblan como las burbujas en las olas del mar.
Se encogen. Me estremecen. Me llenan de miedo. Golpean. Me arrastran. Me pierdo…
…Aquí es de noche. Está oscuro. Ven.