El estrés: ¿por qué nos estresamos?

En nuestra sociedad actual no resulta difícil encontrar casos de personas que viven estresadas. Al preguntarles qué les sucede, nos informan de muy diversos problemas físicos (dolores de cabeza, de espalda, náuseas, mareos…), así como de problemas en el sueño, la alimentación e incluso en las relaciones sexuales.

El estrés es una respuesta de nuestro organismo que aparece cuando las demandas externas superan a nuestros recursos disponibles. Parece claro que un nivel moderado de estrés resulta positivo para nuestra adaptación al entorno, pues nuestro cuerpo se prepara para afrontar una tarea, poniendo en marcha todos los procesos necesarios para satisfacerla del mejor modo posible. Por ejemplo, si al salir de casa nos encontramos de repente una serpiente en nuestra puerta, nos prepararemos rápidamente para emitir la mejor respuesta en ese caso. Para ello, es necesario que se produzca estrés.

El problema viene cuando las exigencias del entorno son demasiado amplias y se mantienen en el tiempo. Cuando ocurre esto, nuestro cuerpo “aprende” a estar alerta continuamente, manteniendo la activación que considera necesaria para cada caso. De esta forma, nuestro organismo va poco a poco desgastándose, y una excesiva liberación de cortisol (la hormona del estrés) acaba por destruir nuestros tejidos y proteínas musculares.

Para que lo entendamos, la función de esta hormona es lograr que nuestro organismo libere glucosa a la sangre con el objetivo de enviar cantidades masivas de energía a nuestros músculos. Así, estamos preparados ante la posibilidad de cualquier demanda del medio. Pero si, como decíamos más arriba, esta liberación es excesiva y continua pues creemos que todo a nuestro alrededor es una amenaza o digno de merecer estar alerta, podríamos experimentar consecuencias negativas para nuestro organismo.

Por tanto, es importante que aprendamos a controlar nuestros niveles de estrés. Para ello son efectivas tanto las técnicas de relajación como las de reestructuración cognitiva, dándole un respiro a nuestro cuerpo y convenciendo a nuestro cerebro de que los problemas no son tan graves como le habíamos dicho.

foto|Nutdanai Apikhomboonwaroot