Si, si, eso se lo dirás a todos...
pero a mi no me la pegas
Revista Ciencia
Sigo especulando sobre cuanto durará la tontería antitransgénica que nos está tocando sufrir. Decía en el post anterior que Alemania dejó de ser antitransgénica cuando BASF recibió la autorización para la patata Amflora. De la misma forma cuando Francia sufra una epidemia en las viñas (Darwin no lo quiera, pero tristemente estas cosas de vez en cuando pasan) o una empresa francesa saque un transgénico con valor añadido, desde el Elisio se desbloqueará la siembra de OGM. En general la postura antitransgénica es peculiar. Cuando algún grupo ecologista monta algún sarao festivo-reivindicativo no queman una farmacia o una tienda de ropa, sino un campo de maíz… que a veces ni siquiera es transgénico. Es fácil renunciar a algo cuando no eres consciente de los beneficios que te reporta. Las plantas transgénicas que se comercializan benefician directamente al agricultor y los consumidores sacamos un provecho indirecto. Principalmente la bajada del precio final del producto. En la mayoría de los países desarrollados el precio de la alimentación no es una parte significativa del gasto mensual de una familia, por lo que este beneficio queda muy diluido. Hay otros factores que también pasan desapercibidos. El maíz Bt y la soja RR precisan menos fitosanitarios e insecticidas, lo que se traduce en menos emisiones de CO2. Este hecho ha sido interesadamente ignorado por todos los grupos declarados anti transgénicos, que son los mismos que piensan que comprando productos etiquetados como ecológicos van a estar más sanos y benefician al medio ambiente, cuando la realidad es que, salvo en el preámbulo, en ninguna parte del reglamento europeo sobre agricultura ecológica hay ninguna referencia o regulación a la huella ecológica (o nivel de emisiones de CO2), salud o impacto ambiental.