Un proverbio sueco dice: “Aquellos que quieren cantar, siempre encuentran una canción”.
El 14 de mayo de 1994, el estadio de Riazor se preparaba al completo para cantar We are the Champions, pero un fallo de Miroslav Djukic provocó un cambio en el plan inicial para que acabase sonando la hermosa, aunque triste Ave María.
Cuatro días después, Andoni Zubizarreta, cabizbajo y lloroso, entonaba los mismos acordes en el césped del Estadio Olímpico de Atenas.
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