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En los medios autorizados en Chile no hay información de esta “cumbre” de los más acérrimos opositores -enemigos, al uso oficial de entonces-. Alguien trajo el microfilme o las fotografías. Y los militantes del gobierno derrocado en septiembre de 1973 pudieron informarse.
El documento, que se leyó con el corazón con miedo y con lupa -por partida doble-, es uno entre los miles de boletines periódicos o resoluciones partidarias que -con sus diferentes formatos y calidades- sirvieron para que la política sobreviviera en la clandestinidad.
Desde mañana, como parte del Fondo Documental Eugenio Ruiz -Tagle Orrego, estará al alcance de todos )en el sitio de Internet de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso. El Fondo fue creado a instancias del cientista político Augusto Varas, quien aportó muchos de los poco más de dos mil documentos iniciales. El financiamiento es de la Fundación Ford.
Francisco Rojas, director de Flacso, argumenta que cada uno de los textos es valioso en sí mismo y como parte de las diferentes fases de la oposición a Pinochet. “Son invaluables para preguntarnos y aprender por qué los pensamos o qué pensamos en ese momento. Por qué con una información muy fragmentaria pensamos y se tomaron las decisiones que se tomaron, que tuvieron consecuencias personales y para el país”.
Para contribuir a esto, hasta ahora se ha reunido la colección completa de El Rebelde en la Clandestinidad, del MIR; Unidad y Lucha, del PS; Principios, del PC; la casi totalidad de los boletines de la Agencia Informativa de la Resistencia (AIR), A La Moneda, del Mapu, y cientos de panfletos y boletines inorgánicos.
También están los primeras declaraciones partidarias post golpe; instructivos para la vida clandestina; las conclusiones de plenos y congresos en la ilegalidad-o en el exilio-, y cartas entre dirigentes. Destacan los esfuerzos para recrear la UP entre 1974 y 1979; el intercambio de análisis sobre cómo caracterizar a la dictadura de Pinochet (la mítica discusión entre “bonapartistas” y “gorilistas”). Además, se puede seguir con minuciosidad la renovación del socialismo y su fragmentación. O sea, el sigiloso pensamiento de la vocación de izquierda mientras la vida pendía de un hilo.
La historiadora Carolina Torrejón, coordinadora del Fondo Documental, ha encabezado el proceso de clasificación de los documentos. Dice que sólo con esta tarea ya es posible afirmar que a fines de 1975 las diversas izquierdas “valorizan la democracia más allá de los apellidos con que se le motejaba a fines de los ‘60, o cómo a partir de 1979 las palabras ‘consenso’ y ‘convergencia’ orientan la discusión”.
“Hay instructivos de clandestinidad -cuenta Torrejón- que muestran cierta candidez para enfrentar la represión. El 10 de marzo de 1975, en una carta a la dirección del Mapu-OC, Andrés Pascal Allende, líder del MIR, firmó sobre su nombre completo y anotó entre paréntesis ‘desde ahora Cristóbal”..
La historiadora agrega una dimensión al debate actual sobre las violaciones de los derechos humanos: “Al recorrer estos papeles e imágenes estamos ante los militantes de agrupaciones de izquierda no en su calidad de víctimas, no bajo el horror y la muerte, sino ante sus vidas, sus logros y luchas. Esto pensaban, de esta manera explicaban el mundo”.
Unidad y Lucha.
Uno de los redactores jefe de Unidad y Lucha (1974-1984), del PS, refresca su labor en la clandestinidad. Se trabajaba en un proceso de tres fases compartimentadas: recolección de información y redacción; impresión y distribución.
Los tres primeros números fueron redactados por Carlos Lorca, ex diputado y ex secretario general de las Juventudes Socialistas, detenido en junio de 1975 por la DINA y visto con vida por última vez al mes siguiente en Villa Grimaldi. Tenía 30 años de edad.
En marzo de 1974, cuando salió el primer ejemplar, Lorca -siquiatra de profesión-, hizo una caracterización de los primeros seis meses de la dictadura, que sentó las bases de la discusión sobre el tipo de régimen y cómo enfrentarlo.
Uno de los colaboradores del último número que Lorca dirigió fue nombrado encargado de comunicaciones del PS y reclutó a quienes tomaron su relevo; entre ellos, al nuevo redactor jefe.
Este recuerda que los agentes represivos interceptaron la distribución de una edición y apresaron a todos los encargados, con su sola excepción. Le salvó el hecho que los demás no sabían su real identidad. Durante seis meses estuvo “congelado” de sus afanes clandestinos, pero en ejercicio de su vida pública.
Para esta fase, se disponía de una red de periodistas que trabajaban en todos los medios autorizados, principalmente en El Mercurio, La Tercera, Las Ultimas Noticias, TVN, Canal 13 y Canal 11 -actual Chilevisión-, y las radios.
Estos relataban a cada uno de los tres integrantes de la célula de redacción las noticias que no se publicaban en sus medios. El redactor de Unidad y Lucha participaba, a su vez, en un encuentro con sus pares del PC y del Mapu, para optimizar la difusión y hacer más efectiva y menos riesgosas las etapas que faltaban.
Para la redacción se disponía de un periodista, un diagramador (en este caso un arquitecto), el impresor y el enlace con la dirección del partido. A diferencia de otras publicaciones, primó más un criterio periodístico que de control ideológico.
Listo el material, era enviado o recogido -dependiendo del nivel de riesgo- por el responsable de la impresión, cuyo único medio era un mimeógrafo. El tiraje -cerca de mil ejemplares- dependía de cómo estaba la mano represiva.
La fase final, de distribución local y para el exilio, estaba a cargo exclusivo de militantes, con métodos tan ingeniosos como el de un dueño de una distribuidora de huevos, que en medio de las cajas de los pedidos a domicilio incluía los boletines para continuar la cadena.
Pero uno de los actos de mayor audacia era dejarlo a nombre de algún periodista en los medios autorizados, para marcar presencia. “Muchas veces me tocó recibir mi propio trabajo clandestino de manos de uno de mis jefes para que viese si había algo de interés. En mi faceta pública podía leerlo sin correr peligro. Paradójico y emocionante”.
Unidad y Lucha –evalúa su responsable- pudo dar cuenta desde una óptica socialista de los grandes cambios que introdujo la dictadura, especialmente en el campo económico, para que se tomaran decisiones con información lo más fidedigna posible. Por ejemplo, en el caso de la aplicación del Plan Cauas -la entrada en gloria y majestad de los “Chicago Boys”-, cuando las demás publicaciones clandestinas daban cuenta que de el régimen tenía más detractores que seguidores y que sería de corta vida, Unidad y Lucha apostó por su persistencia.
Unidad Antifascista.
Uno de los máximos responsables de las publicaciones clandestinas del Partido Comunista, a partir del golpe hasta mediados de los ‘80 -cuando debió exiliarse-, dice que la evolución de sus boletines da cuenta de la profundidad del desmantelamiento de las estructuras realizada por los militares. Recuerda: “Todas las medidas de resguardo de los medios técnicos previstas antes del 11 quedaron superadas”.
El primer esfuerzo del PC en este ámbito fue concretar una red confiable de información propia y de las demás colectividades proscritas. “Cada uno sabía su rol específico, pero nada del de los demás. Por esto, de los primeros informes prácticamente no hay testimonio. En muchos casos se trataba de hojas mecanografiadas que buscaban elevar la moral partidaria, incluso con poemas –por cierto sin mucho valor literario- que dieron cuenta que se había al menos sobrevivido”.
El paso siguiente, relata uno de los coordinadores de Liberación, órgano de las JJ.CC., fue reforzar el sentido de unidad y continuidad partidaria con la denuncia de los crímenes de la dictadura. “Pero teníamos que resolver problemas prácticos: cómo comprar la cantidad de papel y tinta suficientes sin levantar sospechas de nadie. La redacción se hacía en casa de simpatizantes o personas de buena voluntad que no levantaran sospechas”.
Liberación circuló desde fines de 1973 hasta 1974, cuando la delación todavía campeaba. “Nos propusimos -continúa- desenmascarar las ‘fugas’ y ‘enfrentamientos’ con que se justificaron los asesinatos. Para eso se detallaban al máximo las circunstancias de cada hecho. Recuerdo especialmente el asesinato de cinco jóvenes en lo que ahora es la comuna de Cerro Navia, que fue anunciado por el régimen como un enfrentamiento. Hay una hermosa canción de Quilapayún inspirada en esta masacre”.
La reunión de sus redactores comunistas no solía ser en torno a una mesa sino en largas caminatas por Santiago o, por ejemplo, en un colectivo, cuyo conductor era militante de la Izquierda Cristiana.
Reconstruida la estructura orgánica partidaria, se comenzó a editar Unidad Antifascista, cuyo título daba cuenta del objetivo comunista de aunar a todos los que estaban en contra de la dictadura, aunque hubiesen sido opositores de la UP. Al igual que en Unidad y Lucha, se contó con la ayuda de muchos profesionales que pudieron seguir trabajando en los medios, autorizados por las Fuerzas Armadas.
Unidad Antifascista se esforzó en mantener una periodicidad lo más rigurosa posible, que se complementaba con los programas radiales del exilio como Escucha Chile, de Radio Moscú. En algunos casos su tiraje llegó a los 2 mil 500 ejemplare, también mimeografiados, y se remarcó un mensaje de identificación con los padres de la Patria, para dar cuenta de la magnitud de lo que enfrentaba. Por ser un órgano oficial, su contenido tuvo supervisión política.
A fines de 1979, la dirección del PC decidió reeditar El Siglo, lo que conllevó un enorme desafío en la calidad de los contenidos y en los medios de reproducción. Uno de los trabajos más riesgosos, recuerda el editor de Unidad Antifascista fue recuperar el logotipo histórico e imprimir en papel de diario.
El Fondo Documental Eugenio Ruiz-Tagle es un archivo especializado en la historia política chilena desde 1964 hasta 1989. Tiene todos los documentos en facsímiles digitales Se puede acceder a ellos y a su catálogo en el sitio de Internet http://www.flacso.cl.
Esta constituido por textos prácticamente inexistentes en archivos públicos. Recibe donaciones o pide que se facilite su registro digital. Quién fue Eugenio Ruiz-Tagle.
Eugenio Ruiz-Tagle Orrego (casado, una hija), era militante del Mapu-OC. El 19 de octubre de 1973 fue ejecutado junto a otras 14 personas por integrantes de la Caravana de la Muerte, liderada por el general Sergio Arrellano Stark.
Ruiz-Tagle tenía 26 años de edad y era gerente de la Industria Nacional de Cemento (Inacesa) en Antofagasta. Se presentó por su voluntad ante los jefes militares el 12 de septiembre de 1973. Estuvo preso en la base de Cerro Moreno y en la cárcel local, donde fue torturado.
Mientras estudió ingeniería, destacó por su liderazgo. “Como dirigente buscó hablar del país desde la universidad, de las ideas fundamentales que recorrían a Chile: la justicia y la equidad”, recuerda el director de Flacso, Francisco Rojas. Fuente: http://www.lafogata.org/003latino/latino6/ch_rescate.htm
Publicado por Colectivos MAPU en 12:02 Etiquetas: Asesinados en dictadura, dictadura, Eugenio Ruiz -Tagle Orrego, Fondo Documental Eugenio Ruiz -Tagle Orrego, historia, Historia del MAPU, memoria, militantes, resistencia