Revista Cultura y Ocio
Es agradable que la televisión te sorprenda de vez en cuando (lástima que cada vez sea más de vez en cuando) con programas que no sólo te hagan compañía, si no que además te aporten cosas.
Es el caso del programa de TV3 El Foraster, con Quim Masferrer.
El formato es sencillo y original, al menos en nuestro país: un monologuista visita un pueblo pequeñito durante unos días y al final de la estancia reúne a los lugareños en un teatro o similar y les obsequia con un monólogo que versa sobre la gente, usos y costumbres que ha vivido durante ese periodo. El programa intercalará momentos del monólogo con imágenes de Quim visitando el pueblo y conociendo a sus gentes.
Y cada miércoles consigue emocionarme el bueno de Quim Masferrer que con su vieja camioneta 4X4 nos enseña pequeños pueblos olvidados de Catalunya. Ya sea interior, ya sea marítimo, ya sea en las montañas, ya sea en las llanuras cada lugar tiene algo que mostrarnos, cada lugareño tiene algo que contarnos y cada anciano tiene algo que enseñarnos.
Y todo esto sin caer en la mofa fácil del lugareño, con un respeto rayano a la veneración a los ancianos del lugar. Cada persona tiene algo que mostrarnos y cada carácter tiene algo que enseñarnos. Desde el músico que ensaya con su tenora en el lavabo porque tiene mejor acústica la dependencia, hasta la anciana nonagenaria que cada tarde se cruza todo el pueblo para poner sus pies a remojo en un cubo llamado Mediterráneo que todo lo cura. Desde ese pueblo que por una buena causa se fotografía en cueros hasta esos amigos que darían su vida el uno por el otro...
Y todo siendo parte cada uno de ellos de un paisaje, de una tierra que les acoge y les define y sea más o menos dura se sienten parte de ella como si de un matrimonio se tratara, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza...
Y es que en televisión no hace falta poner a las personas en situaciones límite, no hace falta sacar las miserias de cada uno, no hace falta ridiculizar... También es posible disfrutar de unos agradables momentos televisivos desde la cotidianidad, ver a personas como nosotros que tiene algo porque luchar, que tienen algo que mostrar que aun sin ser especial les hace a cada uno de ellos diferentes y únicos a la vez que semejantes a nosotros mismos. Héroes cotidianos cuyo mayor logro es vivir.
Y Quim Masferrer, a través de las imágenes de sus visitas y de los monólogos plenos de humor que hacen las delicias de los que allí se congregan, ha sabido reflejar todas estas pequeñas cosas que son a su vez las grandes cosas de la vida.
Los lugareños ven a Quim como uno de los suyos, no en vano él también es lo que se llama por aquí de comarcas, término semejante a ese de provincias usado allá por la capital aunque sin el tono despectivo que a veces tiene el ser "provinciano". Y en esa complicidad la gente se suelta y se muestra tal como es sin disfrazarse de "mejor" por el hecho de tener la cámara delante: ese matrimonio que discute ante las cámaras, ese otro que admite ver películas porno cada sábado...
Así que si sabemos escarbar en el panorama televisivo siempre podemos encontrar pequeñas joyas como ésta que, curiosamente, acostumbramos a hallar en los entes públicos.
Vale la pena luchar por una televisión pública y de calidad, aunque muchos de los que mandan se empeñen en lo contrario.