Daniel Pennac esperaba fuera de la sala atendiendo a los fotógrafos con cara de niño pequeño al que los focos le ruborizan, que está en un país extraño y al que todo el mundo le felicita en un idioma con menos musicalidad que el suyo, el francés.
La sala Rioja de el Salón de la Infanta de Ibercaja estaba llena. Lectores de Pennac y doctos en francés ya que las palabras del brillante escritor agasajaban las carcajadas del personal antes de que la traductora relatase en el idioma de Cervantes la broma con menos gracia que su autor original.
Daniel Pennac (Casablanca, 1944)
Tras la intervención de Nieves Ibeas, política y doctora en filología francesa, enamorada de la obra del autor, y del escritor Ismael Grasa, Daniel Pennac sacó a relucir su vis más cómica. Nada que ver con el hombre que minutos antes se escondía tras su propia novela para realizar las fotos de rigor.El francés comenzó dando las gracias a los presentaciones del acto y lanzó un reto al público. El respetable debía decir un número al azar, relacionado con las edades que narra 'Diario de un cuerpo' para que el autor leyese el pasaje. Leyese interpretando, sugestionando al público y provocando las carcajadas de los asistentes. No hacía demasiada falta 'coger al vuelo' todas las palabras en el idioma original. Sus gestos, su expresividad y su pasión hacían el resto. Podía hablar de un pasaje de lo más escatológico, que por cierto en francés suena de una forma muy distinta, que sus palabras resonaban brillantes y activas.
Las presentaciones, por regla general, son un cúmulo de elogios a un lado y otro de una mesa colocada en un escenario dónde se edulcora todo lo posible una obra ante un público entregado. Qué fácil parece. Lo que no es tan fácil es convencer a uno de los asistentes que no conoce la obra de autor, como es el caso del que escribe, y conseguir que lea sus novelas, como haré en las próximas semanas.
Ingenioso, ameno, extrovertido y un gran comunicador. Eso es lo que es Daniel Pennac.