Gracias a Dios, hace años no veo la televisión y las pocas veces que, últimamente, me asomo a ella me reafirmo en mi convicción de que hago lo correcto.
Anoche en el telediario de TVE, mientras hago la cena:
“En la Comunidad de Madrid se ha activado la alerta naranja por riesgo de nevadas. Se prevé, que en el puerto de Navacerrada se lleguen a acumular hasta 5 centímetros de nieve”
Me quedo traspuesta. Pestañeo cuatro veces y miro al Niño incrédula.
Les pongo en antecedentes para que me entiendan. El puerto de Navacerrada, además de puerto de montaña, es una estación de esquí. Así que se supone que lo normal es que nieve. No 5 miserables centímetros sino mucho más. Uno de los problemas que tiene, precisamente es ese, que no nieva lo suficiente y que sus pistas están muchas veces infrautilizadas.
Para corroborar el peligro, sale en pantalla una reportera jovencita en el alto del puerto, a la orilla de las pistas de esquí, puesta en el medio de la carretera donde le da de lleno el viento y la nieve, tiritando como una condenada, moviendo el micrófono que parece que va a convulsionar de un momento a otro y diciendo entre saltitos que efectivamente, ¡Que hace mucho frío y que está nevando! Y que las predicciones dicen que pueden caer hasta 5 centímetros de nieve en el alto del puerto. Así que se les indica a todos los conductores que no salgan de sus casas si no es absolutamente necesario, que lleven el móvil cargado más un cargador por si acaso, las cadenas y ropa de abrigo.
¿Qué conductores, me pregunto?
¿Yo, que vivo a cinco minutos en coche, de dónde saltaba la reportera y que cinco centímetros de nieve me parecen una mierda de nevada, como al resto de vecinos de la zona?
¿Los habitantes de Madrid a los que la nevada como que no les va a llegar, porque si nieva esos pocos copos en el alto, pues al resto no le va a tocar nada?
Luego me acuerdo de las predicciones de “nubes y claros” que acaban con nevadas a lo bestia en zonas que no se esperaban y que provocan colapsos de carreteras y autopistas todos los inviernos.
Todavía me acuerdo de hace como seis años cuando estuvieron anunciando la madre de todas las nevadas y el Consorte salió y se compró comida para unos cuatro años, más o menos y ¡ojo! Pegándose con otros usuarios, porque se desencadenó una psicosis de que nos íbamos a quedar aislados una ó dos semana ¡mínimo!
Acabó con todos los huesos de vaca y de codillo de la comarca. Teníamos asegurado el caldo hasta la jubilación.
Fue una de esas veces que llegaba del supermercado como en éxtasis. ¡Venga a bajar bolsas y bolsas y bolsas!
Y yo flipando. Me veía descongelando paquetes de carne cuando se hubieran extinguido esas especies sobre la tierra.
Todo el mundo te llamaba para alertarte de comprar aquello que, a lo mejor no se te había ocurrido y podías necesitar. ¡Como si al Consorte se le pudiera olvidar comprar algo!
Así que las llamadas se convertían en cuestionario tipo test:
¿Has comprado cerillas? Sí
¿Y sal? Sí
¿Y pan rallado? Sí
¿Y pescado ahumado? No, no nos gusta el pescado ahumado. Ni incomunicados con nieve.
Ahhh.
Cuando vi el tamaño de la compra que había hecho el Consorte pensé que sería buena estrategia, cuando cayera el primer metro de nieve, esconder las viandas por el jardín. Porque eso evitaría la rutina y los malos rollos que suelen suceder cuando un grupo de personas tienen que estar juntos, en la misma casa, durante mucho tiempo.
Así podríamos levantarnos y decir aquello de “A ver quien encuentra la chuletas antes de la hora de comer” y ahí todos escarbando por la nieve. En el caso de que se encontraran primero los filetes, no importaría. La nieve preservaría los alimentos. La idea no les pareció buena, así que se llenaron las dos neveras y los dos congeladores de la casa.
¡Estábamos preparados para la nevada del siglo!
Y pasó un día y otro y otro… Y veíamos cómo la borrasca avanzaba por la península, las isobaras, las explicaciones del hombre del tiempo…Y nosotros, venga a ir a trabajar todos los días con la esperanza de que ¡por fin! Llegara la anunciada manta de nieve y pudiéramos estar todo el día, venga a tomar caldo y venga a descongelar carne…
Pero nevaba lo normal para la época, como todos los años y la madre de todas las nevadas no llegó. Nunca llegó…TVE dijo que se había diluido a ultimísima hora. Ellos sí que tienen diluido el cerebro… Y nosotros casi acabamos igual de tanto caldo.