Revista Pareja
La guerra indo-pakistaní de 1965 a propósito de Cachemira, empeoró las cosas. El Estado Mayor pakistaní, compuesto básicamente por pakistaníes occidentales, había llegado a la conclusión de que en caso de conflicto con la India Pakistán Oriental era indefendible. La manera de defender Pakistán Oriental era mediante un Pakistán Occidental fuerte capaz de derrotar a los indios. Así pues, en el momento del inicio de las hostilidades en Pakistán Oriental sólo había una división incompleta y quince aviones militares. Desde un punto de vista estratégico, el concepto era razonable: intentar una mejor defensa del Pakistán Oriental habría implicado una división del esfuerzo, además en una zona sin accidentes geográficos que facilitasen la defensa. Pero lo que era estratégicamente sensato, resultó ser una cagada monstruosa desde un punto de vista político. Lo que vieron los bengalíes fue que los pakistaníes occidentales se lanzaban a la conquista de la lejana Cachemira y que les dejaban inermes y abandonados a lo que quisieran hacer los indios (afortunadamente para ellos, los indios no quisieron abrir un frente bélico en Bengala).
En el Pakistán Oriental a lo largo de todo este período no hizo sino aumentar el malestar de los bengalíes. En 1954 la Liga Musulmana Awami Pan-Pakistaní fomentó la creación de un Frente Unido entre varios partidos bengalíes para derrotar a la Liga Musulmana, que era el partido del difunto creador de la nación Ali Jinnah. Un augurio ominoso: el sentimiento identitario bengalí primó sobre una identidad basada en el Islam. En las elecciones a la asamblea provincial de 1954, el Frente Unido arrasó, consiguiendo 223 de los 237 escaños en liza.
En 1955, tuvo lugar algo más ominoso: la Liga optó por suprimir el adjetivo “musulmana” de su nombre con el fin de atraerse a los hindúes (más numerosos en el Pakistán Oriental que en el Occidental) y a los laicos. Si tenemos en cuenta que Pakistán había creado sobre la base de la identidad musulmana, era un mal augurio. Este movimiento coincidió con el triunfo del ala laica de la Liga sobre aquéllos que querían que mantuviese su carácter musulmán. Dicho triunfo se vio favorecido por la prohibición en 1954 del Partido Comunista de Pakistán Oriental. Muchos de sus militantes y líderes se pasaron a la Liga y contribuyeron a su laicización y radicalización. Otro factor que contribuyó a la radicalización de la Liga fue que los estudiantes que habían participado en las protestas en favor del idioma bengalí a comienzos de la década, comenzaron a hacer oír sus voces en el partido.
En 1962 Ayub Khan causó un nuevo agravio a los bengalíes, esta vez en el terreno educativo. Encargó a un comité presidido por Secretario de Educación del Pakistán Occidental S.M. Sharif que elaborase un informe sobre cómo debería ser la educación en Pakistán para que coadyuvase al desarrollo del país y ayudase a formar ciudadanos buenos y productivos. Ayub Khan en el fondo quería un ejercicio más bien cosmético en consonancia con sus políticas desarrollistas. Lo que Shafir y su equipo le dieron fue una bomba de relojería. Entre sus propuestas más polémicas estaban la de que el urdu fuera el idioma en la enseñanza, la de considerar que la educación gratuita obligatoria universal era una utopía y la de que la gente debía gastar más en la educación de sus hijos.
En el Pakistán Oriental las cosas ya estaban calientes desde que en febrero y junio respectivamente fueron detenidos dos líderes de la Liga Awami, Mujibur Rahman y Hussain Shaheed Suhrawardy. La aprobación de la Constitución en marzo había sido como verter una lata de gasolina. Y la publicación del Informe Shariffue ya como aplicar una cerilla. Hubo manifestaciones estudiantiles y el 17 de septiembre se produjo un “hartal” muy sonado. El “hartal” es una combinación de huelga general y manifestaciones callejeras que suele terminar como el rosario de la aurora. Ayub Khan se vio obligado a decir que no aplicaría las recomendaciones del Informe Sharif e incluso a tenderle una mano al conciliador Suhrawardy.Muchas de las meteduras de pata que cometió en 1962, Ayub Khan se las hubiera podido ahorrar si hubiese leído con un poco de atención un informe que le habían preparado los servicios de inteligencia el año anterior sobre el estado de ánimo de la población del Pakistán Oriental: “La gente de esta provincia no estará satisfecha a menos que la Constitución les garantice en la práctica una participación igual y efectiva en la gestión de los asuntos del país, una participación igual en los recursos para el desarrollo y, en particular, el pleno control de la administración de esta provincia. La intelligentsia también querría ver que la Constitución adoptase como directriz el rápido aumento de la participación de Pakistán Oriental en los servicios de defensa, así como su representación paritaria en la Administración central.”
Suhrawardy murió de un ataque al corazón en Beirut en diciembre de 1963. A pesar de las teorías conspiratorias, no hay motivos para pensar que no fuera una muerte natural. Era un hombre frágil que hacía tiempo que sufría del corazón. Además, Suhrawardy era lo mejor que le había podido pasar a Ayub Khan: un líder conciliador que creía en un Pakistán unido. Su muerte dio paso a un líder mucho más combativo y radical, al que la cárcel había endurecido y convertido en un mártir para los bengalíes: Mujibur Rahman.
Mujibur revitalizó y radicalizó a la Liga Awami. Además, supo ver cómo el descontento creado en el Pakistán Oriental por la guerra indo-pakistaní de 1965 podía ser canalizado. Como él mismo dijo: “La cuestión de la autonomía aparece más importante tras la guerra. Ha llegado el momento de hacer autosuficiente al Pakistán Oriental en todos los aspectos.”