Revista Expatriados
El 5 de febrero de 1966 Mujibur presentó un Programa de 6 Puntos que recogía las demandas de los bengalíes y al que designó con el nombre provocador de “Nuestra Carta de Supervivencia”: 1) Conversión de Pakistán en una Federación, pero de verdad; 2) El Gobierno central sólo tendría poderes en lo relativo a la defensa y a las FFAA; 3) Cada parte tendría su divisa propia o, en su defecto, se establecerían medidas para frenar la fuga de capitales de la zona oriental a la occidental. Además, Pakistán Oriental tendría su propia política fiscal y monetaria; 4) El Gobierno central carecería de poder tributario y se financiaría mediante su participación en los impuestos de los estados; 5) Cada parte conservaría los ingresos que recibiese del comercio exterior y tendría capacidad para establecer relaciones comerciales con otros países; 6) Se crearía una fuerza paramilitar para el Pakistán Oriental. Los 6 Puntos iban mucho más lejos de cualesquiera demandas que los bengalíes hubieran presentado en el pasado.
Los 6 Puntos tuvieron el efecto que cualquier hubiera podido anticipar: dividir todavía más al país. En Pakistán Oriental fueron casi unánimemente apoyados, siendo la excepción los elementos musulmanes más fundamentalistas. En cambio, en Pakistán Occidental se los interpretó como separatismo puro y duro. En mi opinión los 6 Puntos marcaron un punto de no-retorno. Los bengalíes habían fijado unas demandas que eran inaceptables para los pakistaníes occidentales y ninguna de las dos partes quería ceder.
Fue entonces que se produjo la conspiración de Agartala y, por su propia torpeza, lo que hubiera podido convertirse en una baza, Ayub Khan logró que se convirtiera en un triunfo para sus adversarios. Un grupo de nacionalistas y militares bengalíes habían estado conspirando con los indios para que les ayudasen a montar un golpe para independizar Pakistán Oriental. El Gobierno desveló la conspiración descubierta con gran fanfarria en enero de 1968 y trató de incriminar en ella a Mujibur. La publicidad que el Gobierno dio al caso se volvió en su contra. Los acusados fueron vistos como héroes. Los intentos de incriminar a Mujibur en la conspiración tuvieron el efecto de que muchos pensaran que todo había sido una invención del Gobierno y no creyesen a Ayub Khan ni cuando decía la verdad.
Con Mujibur detenido, los ánimos de los bengalíes se encresparon todavía más. A pesar de su radicalismo, Mujibur siempre se había movido por cauces constitucionales. Su ausencia dio paso a líderes menos escrupulosos con la legalidad. El protagonismo recayó especialmente en los estudiantes. La Liga de Estudiantes del Pakistán Oriental y la Unión de Estudiantes del Pakistán Oriental formaron un Comité de Acción Estudiantil, que propuso un programa de 11 puntos que iba aún más allá de los 6 Puntos de Mujibur. Entre los puntos novedosos que introdujo estaba el del traslado del cuartel general de la Armada al Pakistán Oriental. Fue también en esos días que se impuso la denominación de Bangladesh para designar el Pakistán Oriental.
Finalmente el 22 de febrero de 1969 el Gobierno retiró los cargos contra Mujibur y le puso en libertad. Al día siguiente Mujibur regresó a Pakistán Oriental, que estaba en efervescencia desde comienzos de año y los enfrentamientos entre la policía y los manifestantes eran regulares. Mujibur fue recibido como un héroe por un millón de personas y recibió el apelativo de “Bangabandhu” (Amigo de Bengala).
Sintiendo que la situación se le estaba yendo de las manos, Ayub Khan convocó el 10 de marzo una mesa redonda con los líderes políticos para buscar un consenso sobre las reformas a implementar. Descubrió que ya había un consenso tanto entre los políticos del oeste como entre los del este del país: que se tenía que marchar.
El 25 de marzo Ayub Khan dirigió una carta lastimera al Comandante en Jefe del estado Mayor, el General Yahya Khan, en la que le comunicó su cese. En la carta, afirma que la administración civil y la autoridad constitucional han dejado de ser efectivas y que las FFAA representan el único instrumento legal y efectivo para mantener el control del país y que son las únicas que pueden regenerarlo. Es decir, Primo de Rivera en versión pakistaní. Inevitablemente, la carta menciona el escisión del país y señala como una de las responsabilidades que recaerá sobre Yahya la de “preservar su integridad” y añade que “Juntas las FFAA de Pakistán deben salvar a Pakistán de la desintegración”.
Yahya Khan tiene muy mala prensa en Pakistán. Bebedor, disoluto, mujeriego son las cosas más finas que se dicen de él. Según un general que le conoció, Jahan Dan Khan: “Se pensaba comúnmente que su techo hubiera debido de ser el de comandante de división. Su ascenso por encima de ese nivel fue desastroso para el país y también injusto para el General que era un despreocupado sin la energía o la disciplina intelectual necesarias para asumir los trabajos de un alto cargo.”Creo que sus críticos se han cebado con él. Puede que no fuera el más brillante, ni el más diligente, pero tampoco era un estúpido. Era consciente de que había heredado un marrón y, como Tayllerand, sabía que las bayonetas sirven para todo menos para sentarse en ellas. Apenas llegó al poder, declaró la ley marcial, lo que podría entenderse dado el estado del país, pero también prometió que devolvería el poder a los representantes elegidos por el pueblo y trató de cumplir esa promesa.
Una prueba de que Yahya Khan no era tan inepto como se le ha pintado, es que comprendió que cualquier arreglo con el Pakistán Oriental pasaba por Mujibur Rahman. Le gustase o no, tendría que negociar con él. Resulta interesante que rechazase los cantos de sirena del Jamaat-e-Islami de Mawdudi, que sugería que la solución a la crisis era utilizar el Islam como elemento cohesionador del país. En mi opinión, el nacionalismo que exalta una identidad basada en el terruño, será siempre más atractivo que la religión, que tiene un carácter más universal. Yahya debió de entender lo mismo, aparte de que la realidad política le imponía como interlocutores al Partido Popular de Pakistán de Zulfiqar Ali Bhutto en el Pakistán Occidental y a la Liga Awami de Mujibur Rahman en el Pakistán Oriental.
En sus conversaciones con Mujibur Rahman, éste hizo saber que su condición clave era que la ley electoral reflejase la realidad demográfica de que el Pakistán Oriental. Para Yahya, lo esencial era que Mujibur renunciase a los 6 Puntos, porque entendía que sería imposible un gobierno central que funcionase si los 6 Puntos se aplicaban a rajatabla. Mujibur replicó que podía ser flexible, que los 6 Puntos no eran la Biblia (el Corán en este caso) y que su objetivo era la autonomía, no la secesión.
Owen Bennett Jones en “Pakistan. Eye of the storm” arroja ciertas dudas sobre la sinceridad de Mujibur, basándose sobre todo en el testimonio de G.W. Choudhury, uno de los asesores políticos de Yahya, quien en “The Last Days” dice que los servicios de inteligencia pakistaníes grabaron a Mujibur a finales de 1970 diciéndoles a varios colegas en una reunión que su objetivo era la creación de Bangladesh y que se ciscaría en la Ley Fundamental tan pronto hubiera ganado las elecciones. Resulta difícil saber lo que pensaba realmente. Yo tiendo a pensar que en verdad no quería la secesión, si Yahya respetaba su compromiso. Otra cosa es que en ocasiones tuviera que jugar con la ambigüedad y en determinados escenarios aparecer como más pro-independentista de lo que era. Es el peligro que tienen los políticos nacionalistas, que siempre hay entre sus huestes exaltados que no saben distinguir cuándo van de farol y buscan una baza negociadora y cuándo hablan en serio.
