Hace unos años, tuve la suerte de visitar Jamaica. Lo hice en uno de esos resorts que te aíslan de la realidad, pero mi inquietud me llevó a escapar de ese mundo ideal para adentrarme en el verdadero país, alquilando por mi cuenta un taxi que me llevara a los pueblos de alrededor. De no haberlo hecho, hubiera dado lo mismo estar en cualquier otro país caribeño. Bueno, el caso es que en una de esas escapadas, paseando por la playa conocí a un auténtico jamaicano, de los de toda la vida, podíamos decir.Era un obrero, que se pasó toda la mañana dragando a mano la playa desde una barca para que los turistas la tuvieran en mejores condiciones. A su ritmo, como en los anuncios famosos de Malibú , iban y volvían cargando el lodo desde una punta a la otra. Al terminar, cuando volvía a su casa, le abordé para preguntarle qué habían estado haciendo, con la excusa de charlar un poco con él.
Nadie diría que era un gurú, pero tras conocerle, aprendí una bonita lección…
-“Excuse me, can you…” (mejor lo traduciré, porque ni entonces ni ahora mi inglés es muy bueno) “Perdone, prodría hablar con usted un momento?”-“Claro, amigo, ¿Qué desea?”-“Gracias, llevo toda la mañana viéndoles trabajar desde aquí y me gustaría saber de qué se trataba”– Me di cuenta que si estaban transportando marihuana, la planta nacional, un extranjero preguntón no sería bien recibido, y añadí rápidamente– “Perdone, me llamo José Carlos, soy español, y me parecía que estaban arreglando la playa…”
El jamaicano ni se inmutó. Tenía una mirada serena, más que cansada, y simplemente respondió con naturalidad.
-“Un placer conocerle. Yo me llamo John, y soy jamaicano”– Luego, con gran cortesía, añadió.– “España es un país muy bonito, ¿verdad?”-”No tanto como este”– Respondí intentando ser amable– “¿Lo conoce?”
Aquella era una pregunta estúpida por mi parte. A mí me había costado mucho ahorrar para aquel viaje, pero era seguro que un obrero jamaicano necesitaría tres vidas para viajar a España. Me arrepentí inmediatamente, pero de nuevo, el jamaicano, demostró una enorme serenidad.
-”No. Yo no salido nunca de aquí”– Y añadió– “¿Así que le gusta mi país? ¿Cuánto tiempo estará?”
Me alegré de tener la oportunidad de ser cortés de nuevo y restarle importancia a mis comentarios.
-“Nos vamos mañana. Y no quiero. Me gustaría vivir aquí.”– Aquello era mitad cortesía, mitad deseo real.“¿Mañana? ¡Qué lástima!” –Su expresión parecía sincera– “Si se quedara más días me gustaría invitarle a mi casa, para presentarle a mi familia y que conociera la auténtica Jamaica. Mi país.”
Me dejó helado. Había visto cómo eran las casas por allí, que aquí no nos atreveríamos a llamarlas así, y sabía que él conocía por fuera el lujo de los cinco estrellas. También sabía que difícilmente llevaría comida para su familia, menos aún para compartirla con unos europeos tragones. Se lo agradecí cuanto pude, y hasta me sentía en la necesidad de pedirle perdón por rechazar su invitación. Y él, por tercera vez, me dejó de piedra.
-“Pues entonces, hagamos una cosa” –Me dijo– “Dígame su número de teléfono y de vez en cuando le llamo y le pregunto por su país, y yo le cuento cómo estamos aquí.”Moraleja: Muchos pensaréis que mi amigo John, estaba fumado. Es probable. Pero también es probable que los que necesitemos fumar algo seamos los demás. Mi amigo John me enseñó en una hora muchas cosas que hoy en día, todavía me sirven, y ahora hablaré de marketing y comunicación.
Yo sabía que él, probablemente no tuviera teléfono en casa. Si lo tuviera, no creo que pudiera pagar una conferencia, y si pudiera, no creo que la malgastara en un españolito entrometido. Pero se lo dí. Cuando correspondí pidiéndole el suyo, me dijo:
-“No te preocupes, amigo. Yo estoy casi todo el día trabajando. Ya te llamaré yo.”– aquello me hizo pensar que efectivamente, no tenía teléfono. Estuve cerca de una hora hablando con él. Le pedí que me contara cosas de la isla, sus costumbres, su familia… Pocas veces he escuchado a alguien con tanto interés. os lo aseguro.Cuando dijo que tenía que irse, volví a meter la pata, con buena intención, pero hasta el fondo.
-“Amigo John, tiene mi teléfono. Si alguna vez viaja a España, por favor dígamelo”.– Era una cortesía de corazón, pero me dio pena pensar en que jamás podría hacerlo. Y aquí llegó la última lección que me dio.-“Gracias. Pero yo no creo que vaya, Nunca viajo.”-“¿En serio? ¿Y por qué?”– A eso le llamo yo poco tacto por mi parte, pensé después…-“¿Viajar? ¿Para qué? ¡Soy jamaicano! ¡Vivo en Jamaica!”
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- Todo eso, es lo que pasa en el Social Media Marketing… ¿o era en Jamaica?
P.D. Os contaré un secreto. Aprendí una cosa más. A veces, vivimos en Jamaica, y nos empeñamos en buscar el paraíso en otro lugar.