Revista Historia

El hombre que no calló ni bajo el peso de un obelisco

Por Ireneu @ireneuc

El hombre que no calló ni bajo el peso de un obelisco

Plaza de San Pedro

Controlar al pueblo llano ha sido, desde siempre, una tarea difícil para todos los gobernantes del mundo. El pueblo, por duras que fueran las restricciones a su libertad, no ha dudado en levantar su voz a pesar de las más duras represiones. Esta situación ha acabado por dar a la historia un buen número de héroes que gracias a su valentía, han conseguido rebelarse contra el poder establecido. Sin embargo, este comportamiento contestatario no solo queda circunscrito en el ámbito de las libertades políticas y sociales, sino que puede afectar a cualquier otra situación de la vida diaria. Tal fue el caso de Benedetto Bresca, un marinero que no dudó en jugarse la vida ante un papa por evitar un desastre.

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Obelisco vaticano

El día 10 de septiembre de 1586 se reunía un gran gentío entorno de la Plaza de San Pedro de El Vaticano. El Papa Sixto V había decidido unos meses antes trasladar el obelisco que se encontraba en uno de los laterales de la basílica de San Pedro y ponerlo en el centro de dicha plaza. No obstante, esta acción era una auténtico prodigio de ingeniería, ya que el obelisco en sí era una auténtica mole de 25 metros de largo construido en granito rosa y que pesaba unas 327 toneladas. Tan solo el desplazamiento de su emplazamiento original, unos pocos centenares metros más allá, llevó varios meses, y todo el transporte llevó todo un año. Justo aquel día se realizaba la delicada tarea de erección.

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Circo de Nerón y el obelisco

La historia del obelisco, tampoco es de las que se queda corta. Su origen es egipcio, si bien, debido a que no tiene inscripciones no se ha podido datar exactamente, especulándose de que fuera construido entre 1000 y 2000 años antes de Cristo. Se sabe, eso sí, que se encontraba en Heliópolis, cerca de El Cairo, y que el emperador Augusto, primeramente, lo hizo trasladar desde aquí hasta Alejandría, donde quedó instalado. Posteriormente, Calígula, inició la construcción de un circo en lo que sería la colina Vaticana de Roma, y para adornar el espacio central (la espina) por donde daban la vuelta las cuadrigas, no se le ocurrió otra cosa más que hacerse traer desde Egipto el dicho obelisco, para lo cual no dudó en construir un barco de más de 100 m de largo para traérselo. 

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Ubicación de la basílica y el circo

Dicho y hecho, el año 37 d.C. el obelisco fue instalado, y fue luego, con Nerón, que el circo fue terminado siendo en este circo (conocido como Circo de Nerón) donde, según las fuentes, San Pedro fue crucificado al revés. Con el tiempo, el circo se destruyó para dar construcción a una basílica de época de Constantino que se derruiría a su vez para dar construcción a la actual basílica de San Pedro. A pesar de todas las vicisitudes constructivas de su entorno, el obelisco permaneció en su ubicación original hasta que Sixto V decidió cambiarlo, y en esas estaban el 10 de septiembre de 1586.

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Sixto V

Habida cuenta la dificultad del alzamiento de semejante mole de piedra (hemos de tener en cuenta que se desplazó tumbada), toda una compleja maquinaria basada en cuerdas y poleas se construyó alrededor de su punto de ubicación final. Toda esta parafernalia empleó unos 900 hombres y 75 caballos, a parte de los centenares de metros de sogas de cáñamo para erigir el obelisco, por lo que se presentaba una acción muy delicada para los obreros encargados. Esta extrema dificultad, hizo que Sixto V ordenara el silencio absoluto en aquella plaza, so pena de muerte para el que la infringiese. Obvia decir que allí no se oía ni una mosca.

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Proceso de erección

El proceso de erección comenzó ante el silencio sepulcral de los asistentes cuando, en el momento más delicado, las poderosas sogas comenzaron a estirarse peligrosamente, con el consiguiente peligro de rotura y de caída de la mole granítica al suelo. En ese justo momento un grito rompió el silencio que envolvía la plaza, jugándose el gaznate ante la prohibición del papa: Aiga ae corde! (¡Agua a las cuerdas!, en idioma ligur). 

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Levantando el obelisco

Benedetto Bresca, un capitán de barco genovés, conocía de primera mano el problema de las cuerdas de cáñamo cuando son sometidas a tracción y calor. Para solventar este problema, la mejor solución era el mojarlas, para refrescarlas e hidratarlas y así evitar su rotura. Al ver el problema entre el público, no dudó en gritarlo para evitar la desgracia. El arquitecto Domenico Fontana, responsable de las obras, reaccionó rápidamente y ordenó la hidratación de las sogas, por lo que el monumento se salvó y pudo ser erigido finalmente en su posición actual.

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Domenico Fontana

Bresca, a pesar de todo, fue detenido por los soldados al haber contravenido las ordenes del Papa. Sin embargo, lejos de lo que pudiera parecer, no fue castigado, sino que recibió el reconocimiento de Sixto V, ya que había puesto en peligro su propia vida por salvar el monumento. Ello le permitió recibir una pensión, el derecho a izar la bandera vaticana en su casa  y el privilegio -para él y sus descendientes- a proveer anualmente los olivos que utiliza la basílica de San Pedro durante la Semana Santa.
El ejemplo de Benedetto Bresca ilustra como, por mucho que se lo propongan los gobiernos o los mandatarios, hacer callar al pueblo es imposible. Ya sea para bien o para mal, el ser humano reacciona ante una situación comprometida y si bien en este caso fue favorable para los intereses de los mandamases, exactamente igual saltará la voz temeraria o inconsciente que rompa la legalidad existente.
Toda una lección, tanto para los gobernantes como para el pueblo.   

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El obelisco de la plaza de San Pedro


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