Resulta increíble pensar que con la que estaba cayendo, Yuan sólo pensase en coronarse Emperador. Algún historiador amable con Yuan Shikai ha sugerido que la idea no era tan ridícula como pudiera parecer y que le habría permitido reforzar su poder, trayendo tal vez estabilidad a China. Restableciendo la legitimidad dinástica mediante la instauración de una nueva dinastía, Yuan habría podido dirigirse al pueblo con un simbolismo milenario que las masas habrían entendido mejor que los ideales republicanos que eran de antesdeayer. Siguiendo en la misma línea, también he visto la sugerencia de que Yuan estaba intentando imitar a Japón, donde fue la restauración del poder imperial con la Revolución Meiji la que puso al país en la senda de la modernización. No me convence. Una parte de las élites urbanas, que eran las que contaban, ya era decididamente republicana. Incluso si todo el país hubiese sido monárquico, la carrera de Yuan había estado demasiado vinculada a los detestados manchúes como para hacer de él el fundador aceptable de una nueva dinastía. En cuanto a lo del ejemplo japonés, tampoco me parece convincente. Tanto Corea como la propia China ofrecían ejemplos de países para los que la institución monárquica había sido una rémora y los ejemplos de regímenes republicanos modernizadores empezaban a abundar.
Pienso que detrás de la decisión de Yuan de convertirse en Emperador no hubo más que pura ambición y vanidad. Tal vez arrastrase un complejo de inferioridad de cuando era un pobre han dependiente de los favores de sus señoritos manchúes y quisiese ahora cambiar las tornas. Para mí fue una decisión que procedía más de una necesidad psicológica que del frío cálculo político.
Durante el verano de 1915 empezaron a llegar de provincias peticiones para que Yuan se convirtiese en Emperador. Se creó una Sociedad para el Mantenimiento de la Paz, que inmediatamente propuso que lo mejor era nombrar emperador a Yuan. Llamar espontáneas a esas peticiones y a esa sociedad es lo mismo que llamar habilidoso a un tarugo de madera.
A Yuan le ponía todo aquello tan cachondo, que entre sus prioridades en los siguientes meses estuvieron formar una corte, para lo cual nombró seis duques, once marqueses, cuatro vizcondes y dieciséis barones y hacerse un traje de emperador.
Finalmente, en diciembre una comitiva de 2.000 personas apareció en Pekín para pedirle que subiera al Trono. El Consejo de Estado le elevó un memorial en el que se dirigía a él con la apelación de “Su Sagrada Majestad”. Lleno de modestia y humildad, Yuan declinó el honor y sólo lo aceptó, seguro que a regañadientes, cuando le llegó un segundo memorial en el mismo sentido… una hora después del primero.
El 23 de diciembre de 1915, al alba, Yuan Shikai salió de la Ciudad Prohibida en un coche blindado. El coche recorrió calles que habían sido cubiertas con arena amarilla. Al llegar al Templo del Cielo, se subió a un palanquín que le llevó hasta el altar, donde se puso los ropajes de Emperador. Realizó un sacrificio ritual y pidió al Cielo que se mostrase misericordioso con su pueblo. Hora y media después regresó a la Ciudad Prohibida. La era imperial Hongxian o Abundancia Constitucional acababa de empezar.
Para que nada faltase, Yuan se ocupó de que circularan bulos diciendo que un dragón celestial había sido visto en el Yangtsé. Las noticias de apariciones milagrosas que presagian el advenimiento de una nueva dinastía habrían podido funcionar en el siglo XIX, pero en 1916 fueron recibidas con risas e irritación.
La entronización de Yuan como Emperador sólo satisfizo realmente a una persona en China, él mismo. Demasiado poco para un país de 400 millones de personas. Empecemos a enumerar los que se cabrearon con Yuan. Primero estaban los conservadores pro-monárquicos que no le podían perdonar su traición a la dinastía manchú en 1911. Después estaban el Kuomintang y los republicanos a los que todavía les escocía la traición de Yuan en 1913 y a los que la institución monárquica les producía urticaria. También estaban las clases medias urbanas, que no veían con buenos ojos la restauración monárquica. Entre los descontentos también se contaban los comandantes militares regionales, que vieron la instauración imperial como una manera de restablecer un poder central fuerte y ponerles de patitas en la calle. Y de remate hasta las concubinas de Yuan Shikai estaban revolucionarias por ver qué posición ocuparía cada una junto al nuevo Emperador.
Si dentro del país la restauración imperial no levantó grandes entusiasmos, tampoco le ayudó a Yuan a hacer amigos en el exterior. Japón lo tomó con recelo, pensando que con un emperador en Asia (el japonés) bastaba. Temían que la reinstauración del Imperio en China pudiera ser el primer paso hacia una China más unida y reivindicativa. Las potencias occidentales que en esos momentos andaban dándose de tortas con dos imperios en Europa y enarbolaban de vez en cuando la bandera de la democracia, no vieron con ninguna simpatía que de repente les surgiera un imperio en Asia y más en un país que les debía un montón de dinero.
El 25 de diciembre se formó en Yunnan, en el sur de China, el Ejército de Protección Nacional, bajo el mando del gobernador Cai E y del general Tang Jiyao. Varias provincias sureñas se unieron a la rebelión. El Ejército de Yuan, cuyos soldados llevaban varios meses sin cobrar, luchó contra los rebeldes con un entusiasmo fácilmente imaginable. Japón empezó a ayudar a las fuerzas republicanas bajo cuerda. El Kuomintang estableció un régimen paralelo en Cantón.
La situación era tal que en marzo de 1916, tras 83 días como Emperador, Yuan abdicó. Seguramente pensaba que si abandonaba sus pretensiones imperiales, podría alcanzar un acuerdo con sus enemigos y seguir en el poder aunque fuera con el título menos vistoso de Presidente de la República de China. Pero sus pasadas traiciones y sus ambiciones presidenciales le habían desprestigiado totalmente. Ni los republicanos ni Cai E, el héroe del momento, querían saber nada de Yuan.
A finales de la primavera de 1916, Yuan se debatía entre tratar de montar una resistencia desesperada frente a los rebeldes del sur o buscar la intermediación de las potencias extranjeras para que garantizasen su seguridad y acaso su salida del país. Sus riñones le sacaron del dilema. El 6 de junio murió de un ataque de uremia.
Resulta difícil valorar la carrera política de Yuan Shikai. Lo más habitual es calificarlo de canalla y de hijoputa. Y eso los que le tienen simpatía. Veamos cuáles fueron sus aportaciones a la Historia de China:
- ¿Puede decirse que fuera el causante de la guerra chino-japonesa de 1894-95? Aunque contribuyó a atizar el fuego, se le puede exculpar de esta acusación. La política de reforzamiento de la influencia china en Corea que aplicó y que tanto cabreó a los japoneses respondía a los deseos de Pekín. Era un mandado, aunque disfrutase mucho aplicando sus instrucciones. Por otra parte, los japoneses estaban tan crecidos que casi cualquier política que no hubiese implicado ceder a todos sus deseos habría terminado desencadenando la guerra.
- ¿Fue responsable del fracaso de la intentona golpista de los reformadores en 1898? El círculo de la emperatriz Tsü Hsi era muy fuerte y muy coriáceo. Los reformadores lo hubieran tenido crudo en todo caso. Con su defección Yuan hizo inevitable del fracaso de la intentona. Si los reformadores hubieran triunfado en 1898, tal vez China habría podido comenzar a modernizarse y tal vez la dinastía manchú habría podido sobrevivir transformándose en una Monarquía constitucional.
- ¿Causó el fracaso de la rebelión bóxer? La rebelión bóxer estaba condenada desde el principio. Les faltaban la preparación y las armas modernas necesarias para enfrentarse a una intervención militar extranjera. Si Yuan y su Ejército se hubieran puesto del lado de los bóxers, sólo habría conseguido quedarse sin Ejército y sin vida.
- ¿Causó la caída de la Dinastía manchú? Sin lugar a dudas. Entre noviembre y diciembre de 1911 estuvo en sus manos haber tratado de convertir a China en una Monarquía constitucional bajo un Rey manchú. No estoy seguro de que los republicanos hubiesen tragado. Es posible que hubiera habido una guerra civil entre el sur y el norte. Pero considero más probable que, amparado en la legitimidad imperial y con su ejército, hubiese conseguido aplastar a los republicanos con la misma facilidad con la que lo hizo en 1913.
- ¿Fue el responsable del fracaso de la primera República china? La República nació en unas condiciones muy difíciles: en el norte los monárquicos manchúes aún eran fuertes, desde finales del siglo XIX existía una tendencia al separatismo de las provincias, había una crisis financiera importante y, finalmente, estaban los japoneses armados hasta los dientes y tocando las narices. Es posible que sin Yuan Shikai la República hubiese terminado de la misma manera, con el país dividido entre señores de la guerra y el poder repartido entre banderías que no se ponían de acuerdo. En todo caso, Yuan Shikai hizo imposible que la República pudiese funcionar.
- Finalmente, ¿puede acusársele, como hacen muchos historiadores, de haber traído a China el período de los señores de la guerra? El separatismo provincial ya existía desde finales del siglo XIX y la tentación de los gobernadores de convertirse en reyezuelos de sus provincias, apoyándose en sus ejércitos era fuerte. Yuan con su comportamiento prefiguró a los señores de la guerra y al cargarse la legitimidad manchú, única existente mientras no se afianzase la legitimidad republicana, favoreció la emergencia de los señores de la guerra.
Yuan Shikai fue un personaje que ganó todas las batallas y perdió la guerra. Tenía un gran sentido de la oportunidad y un genio maniobrero, pero uno siente que le faltaba visión estratégica a largo plazo. O tal vez la tuviera, pero se la cegasen la ambición y la vanidad.
En el momento clave entre 1911 y 1916, cuando jugó un papel decisivo en la Historia de China, la cagó en todos los frentes. Tal vez su carencia fundamental en esos años, una carencia de la que no era consciente, es que era un personaje del pasado. Yuan había hecho su carrera bajo la Dinastía manchú. Posiblemente no tuviese los esquemas mentales necesarios para afrontar los nuevos tiempos. Su intento de restaurar el Imperio fue el reflejo de un hombre vanidoso, que no se daba cuenta de que una nueva era había comenzado y lo irónico es que él había sido una de las parteras de esa nueva era.
Pensando en lo desastroso que fue Yuan Shikai para la Historia de China, uno podría decirles a sus padres lo que decía aquel amigo mío que se casó de penalti y luego se divorció: “Ese polvo, os lo podíais haber ahorrado.”