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El hombre unidimensional - Herbert Marcuse

Publicado el 16 noviembre 2016 por Matapuces
El hombre unidimensional - Herbert Marcuse
El hombre moderno toma la totalidad del ser como materia prima para la producción y somete la totalidad del mundo-objeto a la marcha y el orden de la producción (Herstellen). ...el uso de la maquinaria y la producción de maquinaria no es la técnica en sí misma, sino tan sólo un instrumento adecuado para la realización (Einrichtung) de la esencia de la técnica en su materia prima objetiva.
El a priori tecnológico es un a priori político, en la medida en que la transformación de la naturaleza implica la del hombre y que las creaciones del hombre salen de y vuelven a entrar en un conjunto social. Cabe insistir todavía en que la maquinaria del universo tecnológico es «como tal» indiferente a los fines políticos; puede revolucionar o retrasar una sociedad. Un computador electrónico puede servir igualmente a una administración capitalista o socialista; un ciclotrón puede ser una herramienta igualmente eficaz para un partido de la paz como para uno de la guerra. Esta neutralidad es refutada por Marx en la polémica afirmación de que el «molino de brazo da la sociedad con el señor feudal; el molino de vapor, la sociedad con el capitalista industrial». 41 Y esta declaración es modificada más aún en la misma teoría marxiana: el modo social de producción y no la técnica es el factor histórico básico. Sin embargo, cuando la técnica llega a ser la forma universal de la producción material, circunscribe toda una cultura, proyecta una totalidad histórica: un «mundo».
¿Podemos decir que la evolución del método científico «refleja» meramente la transformación de la realidad natural en realidad técnica dentro de técnica y sociedad de esta manera es asumir dos campos y acontecimientos separados que se encuentran, a saber:  1) la ciencia y el pensamiento científico, con sus conceptos internos y su verdad interna, y 2) el empleo y aplicación de la ciencia en la realidad social. En otras palabras, no importa cuán cercana pueda ser la conexión entre los dos desarrollos, ellos no se implican ni se definen entre sí. La ciencia pura no es ciencia aplicada; conserva su identidad y su validez aparte de su utilización. Más aún, esta noción de la neutralidad esencial de la ciencia se extiende también a la técnica. La máquina es indiferente a los usos sociales que se hagan de ella, en tanto esos usos estén dentro de sus capacidades técnicas.
Ante el carácter interno instrumentalista del método científico, esta interpretación parece inadecuada. Una relación más íntima parece prevalecer entre el pensamiento científico y su aplicación, entre el universo del discurso científico y el del discurso y la conducta ordinarios ; una relación en la que ambos se mueven bajo la misma lógica y racionalidad de la dominación.
En un desarrollo paradójico, los esfuerzos científicos para establecer la rígida objetividad de la naturaleza conducen a una desmaterialización cada vez mayor de la naturaleza:
La idea de una naturaleza infinita que existe como tal, esta idea que tenemos que desechar, es el mito de la ciencia moderna. La ciencia ha empezado destruyendo el mito de la Edad Media. Y ahora ciencia se ve forzada por su propia consistencia a comprender que meramente ha levantado otro mito en su lugar.
El proceso, que empieza con la eliminación de sustancias independientes y causas finales, llega a la idealización de la objetividad. Pero es una idealización muy específica, en la que el objeto se constituye a sí mismo en una relación bastante práctica con el sujeto:
¿Y qué es la materia? En la física atómica, la materia se define por sus posibles reacciones a experimentos humanos y por las leyes matemáticas —esto es, intelectuales— que obedece.
Definimos la materia como un posible objeto de la manipulación del hombre.  Y si éste es el caso, la ciencia ha llegado a ser en sí misma tecnológica: La ciencia pragmática tiene la visión de la naturaleza que corresponde a la edad técnica.
En el grado en el que este operacionalismo llega a ser el centro de la empresa científica, la racionalidad asume la forma de la construcción metódica; organización y tratamiento de la materia como el simple material de control, como instrumentalidad que se lleva a sí misma a todos los propósitos y fines: instrumentalidad per se, en «sí misma».
La actitud «correcta» hacia la instrumentalidad es el tratamiento técnico, el logos correcto es tecnología, que proyecta y responde a una realidad tecnológica. 18 En esta realidad, tanto la materia como la ciencia es neutral; la objetividad no tiene ni un telos en sí misma ni está estructurada hacia un telos. Pero es precisamente su carácter neutral el que relaciona la objetividad a un sujeto histórico específico; o sea, a la conciencia que prevalece en la sociedad para la que y en la que esta neutralidad es establecida. Opera con las mismas abstracciones que constituyen la nueva racionalidad: mas como factor interno que como externo. El operacionalismo puro y aplicado, la razón práctica y teórica, la empresa científica y la de negocios ejecutan la reducción de las cualidades secundarias a primarias, la cuantificación y abstracción a partir de los «tipos particulares de entidades».
Sin duda, la racionalidad de la ciencia pura está libre de valores y no estipula ningún fin práctico, es «neutral» a cualesquiera valores extraños que puedan imponerse sobre ella. Pero esta neutralidad es un carácter positivo. La racionalidad científica requiere una organización social específica precisamente porque proyecta meras formas (o mera materia: en este terreno, los términos de otra manera opuestos, convergen) que pueden llevarse a fines prácticos. La formulación y la funcionalización son, antes que toda aplicación, la «forma pura» de una práctica social concreta.
Mientras la ciencia liberaba los fines naturales de los inherentes y despojaba la materia de todas las cualidades que no sean cuantificables, la sociedad liberaba a los hombres de la jerarquía «natural» de la dependencia personal y los relacionaba entre sí de acuerdo con cualidades cuantificables; o sea, como unidades de tiempo. «Gracias a la racionalización de las formas de trabajo, la eliminación de las cualidades es transferida del universo de la ciencia al de la experiencia diaria.»
Entre los dos procesos de cuantificación científica y social, ¿hay paralelismo y causación, o su conexión es simplemente obra de una constatación sociológica tardía? La discusión anterior propuso que la nueva racionalidad científica era en sí misma, en su misma abstracción y pureza, operacional en tanto que se desarrollaba bajo un horizonte instrumentalista.
La observación y el experimento, la organización metodológica de los datos, las proposiciones y conclusiones nunca se realizan en un espacio sin estructurar, neutral, teórico. El proyecto de conocimiento implica operaciones con objetos o abstracciones de objetos que existen en un universo dado del discurso y de la acción. La ciencia observa, calcula y teoriza desde una posición en ese universo. Las estrellas que observaba Galileo eran las mismas en la antigüedad clásica, pero el diferente universo de discurso y de acción —en una palabra, la diferente realidad social— abrió la nueva dirección y amplitud de la observación y las posibilidades de ordenar los datos observados. No estoy tratando aquí la relación histórica entre la racionalidad científica y la social en los comienzos de la época moderna. Mi propósito es demostrar el carácter interno instrumentalista de esta racionalidad científica gracias al cual es una tecnología a priori, y el a priori de una tecnología específica; esto es, una tecnología como forma de control social y de dominación.

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